El tiempo de comunicación ha quedado atrás, ahora no vende lo que comunica o informa, ahora lo hace lo que conecta. Es natural en un mundo hipercomunicado, lo que buscamos ya no es visibilidad sino significado. Este fenómeno ha construido o deconstruido muchos oficios, entre ellos el del escritor, el periodista ha debido ajustarse y ahora su embajada ya no se encausa entre la tinta sino entre caracteres, las plumas son teclas y las notas ahora tienen atributos en velocidad que antes sería impensable.
Muchos términos nuevos han aparecido, la “infodemia” nos ha llevado a niveles de “infoxicación” y de “infobesidad”. Las noticias verdaderas o falsas corren como una epidemia que se transmite con tal virulencia. Yo estoy seguro, aunque sea por instinto, que pronto reaccionaremos a ello y buscaremos la manera de dotar de veracidad y confiar nuevamente en el emisor del mensaje, el juglar con cuyo estilo se imprime la certeza de lo que se dice. Pero la falsedad de la nota no es el riesgo, también corre rápidamente la interpretación de la nota. Cualquier fenómeno puede interpretarse y es en su traducción en la que podemos traicionar el sentido de lo real. Sometemos lo ideal y describimos con esa misma óptica lo real.
Quien genera periodismo de opinión imprime entre sus letras su propia visión, no hace una relatoría neutral, lo hace desde su juicio que conlleva experiencia, pero también ensoñación.
En México el presidente López Obrador monopoliza las críticas aduciendo que cualquier opinión contraria a su visión es errada. En varias ocasiones ha presentado como los medios de comunicación coadyuvan en una guerra en la que se entremezcla la crítica a su régimen y el ataque al país. Estoy seguro de que existe quien pretenda desestabilizar desde su trinchera y usa la atención que le conceden para expresar sus propios males ocultándolos en verdades, muchos actos de corrupción se hicieron bajo los enceguecidos ojos de quien viendo nunca escribió, pero no debe culpar a todos, aplicar la misma tabla aleccionando que la crítica es mala y es contradictoria al beneficio nacional es errado. Cualquier sociedad se construye a partir de la diversidad, no de la uniformidad, pues el orden tiene que ver con el esfuerzo no con el consenso.
Es bueno expresar la unidad, pero se debe recordar, como Unamuno lo escribió: “vencer no es convencer”. La humanidad parece pensar igual, nos volvemos jueces de todo importando nuestro querer. La información se puede utilizar, de eso no hay duda, tanto como se hace con la salud, las creencias, la educación y el ocio, pero también existe quien escribe para expresar, sin mayor interés que sacar en tinta lo que la idea fluye.
Quien plasma en tinta o en caracteres hace más que burilar o trazar, deja algo de su propia humanidad, escribir significa trascender y compartir con otros la idea o emoción, siempre son las letras más de quien las lee que de aquel que las escribe y el significado final es para el autor el lector, para que al menos por un minuto, un breve momento en que me presta sus ojos, podamos ver las mismas realidades, pero entre varios.
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