Si usted creía que la reforma eléctrica tiene que ver con temas energéticos o de competencia económica, déjeme decirle que eso es secundario. El trasfondo principal es lo político.
Hablando técnicamente, esta iniciativa propone que la Comisión Federal de Electricidad genere al menos el 54% de la energía eléctrica. Para ello, el gobierno limitaría y revocaría los permisos otorgados al sector privado, suprimiría los órganos reguladores como la Comisión Nacional de Hidrocarburos y la Comisión Reguladora de Energía, y le atribuiría estas funciones a la Secretaría de Energía; y, además, se eliminarían los certificados de energía limpia.
Es decir, AMLO quiere tres cosas: maniatar a los competidores de la CFE, darle más atribuciones a la 4T en materia de regulación y cerrarles el paso a las energías limpias para apostarle al carbón y petróleo. Todo esto bajo el argumento ideológico de devolverle al pueblo la electricidad del país y que sea más barata. ¡Vaya falacia! Porque en la praxis, las paraestatales en México son negocios a fondo perdido y los supuestos “precios accesibles” terminan siendo gracias a los subsidios que pagamos todos los mexicanos.
Pero para que esta iniciativa pase, el presidente necesita 334 votos en la Cámara de Diputados. Morena junto con sus satélites, el PT y el Verde, alcanzan 277. Es decir, le faltan 57 diputados. Y aquí viene la parte política. ¿De dónde quiere el presidente sacar esos votos? Pues del rival más débil, en este caso: el PRI que tiene 71 diputados.
A ellos, los ha puesto en una encrucijada disfrazada de oportunidad. El presidente les ha dicho que este es el momento para redimirse de sus pecados de la privatización que cometieron en el pasado. Pero si no lo apoyan, y lanzó esta amenaza en general a quien se oponga, serán exhibidos en el púlpito de las mañaneras.
Y por otro lado está la presión del PAN, quienes han amenazado en romper la alianza Sí por México si el PRI apoya la iniciativa del presidente. Cualquiera que sea el camino que tome el PRI, AMLO va a salir ganando. Si apoyan la reforma eléctrica, López Obrador avanza en el control de instituciones. Si no la apoya el PRI, el presidente habrá desmantelado la poca oposición política que tenía. Además de reforzar su narrativa estratégica de “el pueblo bueno y sabio manda por encima del pasado neoliberal”.
Por eso el PRI no se ha pronunciado. No es que se sientan la última chela del estadio, sino que tienen que revisar cómo salen menos raspados. Si la aceptan esto como una raya más al tigre, o si le venden el alma al presidente como una alianza PRIMOR. Una vez más la política por encima de los intereses ciudadanos.
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael
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