Inseguridad, el mayor fracaso del gobierno de López, ¿permisividad o complicidad?
POR FRANCISCO J. DE LA PEÑA DE LEÓN
Primero de septiembre de 2021, día del tercer informe de gobierno, el tercero oficial, más otros siete u ocho improvisados. Al aproximarse la mitad del sexenio de Andrés López, es posible afirmar sin temor a equivocarse, que este gobierno ha resultado un total y absoluto fracaso en todos los tópicos importantes para la vida diaria de México y los mexicanos.
López prometió terminar con la corrupción, pero, lejos de ello, en su gobierno y en su familia abundan casos que demuestran lo contrario: Pío y Martín López; Napoleón Gómez Urrutia, Manuel Bartlett y su hijo León son casos emblemáticos, pero hay muchos más.
Prometió que no habría gasolinazos, pero hoy la gasolina cuesta más que nunca. También cuestan más que nunca la luz, el gas, las tortillas y todos los alimentos que conforman la canasta básica.
Se cansó de decirnos que en su gobierno serían primero los pobres, pero hoy, casi tres años después, hay más pobres en México que jamás en la historia, y la cifra continúa aumentando mes con mes. ¿Culpa de la pandemia? ¿Culpa de los de antes? A López nunca le faltan pretextos, lo que le faltan son soluciones.
López nos dijo que México tendría un sistema de salud como el de Dinamarca. Por desgracia, el que tenemos se asemeja más al de Haití. Haber desaparecido el seguro popular para sustituirlo por nada, no ayudó ni tantito para lograr su utópica promesa de campaña.
Destruyó el proyecto de infraestructura más grande en la historia de México, porque según él, estaba plagado de corrupción, pero derivado de esa obra -el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México- no hay hasta la fecha una sola persona en prisión. ¿Dónde están entonces los corruptos?
Sus universidades Benito Juárez están convertidas en un elefante blanco. En lugar de reforzar a las muchas ya existentes, quiso crear las suyas propias y fracasó.
Las miles de sucursales del Banco del Bienestar que prometió abrir, se han quedado hasta el momento en solo eso, promesas sin cumplir.
La pandemia dejó cientos de miles de muertos en el país, mientras que López y su “experto” epidemiológico, Hugo López Gatell, insistían en la inutilidad del uso del cubre bocas y recetaban estampitas ya muletos como solución a un pueblo ignorante que se dejó influenciar por aquellos a quienes considera sus líderes políticos y morales.
No hay obra pública; eliminó los programas para el campo; dejó a los niños con cáncer sin medicinas, y al sistema de salud con un desabasto total; eliminó el programa de guarderías, solo porque este lo había creado su “odiado” antecesor, Felipe Calderón, el que según él le robó la elección.
Pero sin duda, en este largo -larguísimo- rosario de fracasos y promesas incumplidas, el más grave es el fracaso en su obligación constitucional de proveer seguridad a la gente. En lo que va de su sexenio, las víctimas de homicidios dolosos suman ya 98 mil 431 de acuerdo con las cifras oficiales. A la misma altura de sus respectivos sexenios, en el gobierno de Vicente Fox iban 39 mil 742; en el de Felipe Calderón 37 mil 906; y en el de Enrique Peña Nieto 60 mil 343. López solo suma casi lo mismo que sus últimos dos antecesores juntos.
La política de “abrazos y no balazos” ha fracasado por completo, pese a que López se siga aferrando a ella y siga pretendiendo evangelizar desde el púlpito presidencial con su discurso de que los delincuentes también tienen derechos humanos que se deben de respetar, y que la violencia no se puede controlar con más violencia.
México vive hoy en día en un estado de ingobernabilidad, debido a la incapacidad de su presidente para contener la violencia, la cual no solo ha tolerado, sino que hasta pareciera que ha alentado con sus acciones y con sus discursos.
La sospecha que tenemos millones de mexicanos en el sentido de que el narco influyó para que MORENA ganara las gubernaturas del Pacífico: Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa, Nayarit e incluso Zacatecas, podrían explicar en parte porque el presidente se niega a enfrentar a los delincuentes. Tal parece que ellos, y no el pueblo bueno y sabio, son sus auténticos aliados para mantener y acrecentar su poder.
Ojalá me equivoque, pero si estos tres primeros años fueron terribles para México, es de suponerse que los próximos tres serán aún peores. Por el cariño inmenso que le tengo a mi país, espero que no sea así.