El viejo y el mar
“Todo en él era viejo, salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar y eran alegres e invictos.” Ernest Hemingway
Probablemente, el único escenario, con diferencia del firmamento infinito, que mejor provoque en el ser humano un sentimiento de pequeñez, es el mar. Un lugar sin fronteras, frente a la paradójica tranquilidad y tempestad que al mismo tiempo producen las olas, es sin duda un espectáculo natural que inspira respeto y sólo los más temerarios logran plantarle cara.
Grandes iconos de la literatura han tomado las proezas marítimas como inspiración para los relatos de sus obras maestras. La leyenda americana nacida en Oak Park, Illinois, Ernest Hemingway, vivía en Cuba cuando por encargo de la revista “Life” escribió la novela corta por la cual le otorgarían el Premio Pulitzer en 1953: “El viejo y el mar”, publicada en 1952 y reeditada infinidad de veces, la más reciente por Lumen el pasado 2020.
Un relato que usa la figura del mar y la enfrenta con la condición humana de la vejez, en un estilo sencillo y directo. Hemingway narra la travesía de Santiago un pescador de 84 años conocido como “El viejo”, quien después de una mala racha sin pescar, se aventura al mar con la firme intención de recobrar su prestigio. Ese andar lo lleva a recordar su pasado, los tiempos de pesca en abundancia, y a Manolín, un joven aprendiz de pescador. En el transcurso de su aventura, Santiago se enfrentará al pez más grande que jamás haya combatido durante tres días de lucha entre hombre y mar, siendo su inagotable espíritu, lo único a lo que el viejo puede aferrarse para salir avante.
La lucha contra la adversidad, la soledad, el esfuerzo no remunerado, la muerte y la lealtad, son los tópicos que llevan a “El viejo y el mar” a ser considerada una gran obra de la literatura universal y algo que vale la pena leerse de un tirón.
“El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado.” Ernest Hemingway
Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.
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