Es revelador y lamentable que el 99 por ciento del tiempo de López Obrador, esté dedicado a intentar solucionar problemas que él ha creado y México no tendría, si él no fuera presidente.
Y como no los resuelve y maneja el país con mentiras, ocurrencias y caprichos, recurre a distractores como la rifa del avión sin avión; el combate al huachicol que sigue ahí, pero nos dejó sin gasolina; la creación de un Instituto de Salud que no funciona; el desabasto de medicamentos y sus peleas con el INE, empresarios, clase media, intelectuales y periodistas.
Su última tontera fue la consulta que ordenó hacer este domingo, para disfrazar su rechazo a simplemente aplicar la ley a expresidentes que saquearon al país.
La consulta fue ignorada por el 93 por ciento de los electores; pero el presidente tiene pocas aspiraciones y declaró estar “feliz” con el resultado.
El que hayan votado 6 millones 663 mil personas, 24 millones menos que los que lo eligieron presidente, confirma que el PRI le pasó sufragios en 2018.
Y muestra que no nos dejamos engañar y vemos con claridad los actuales problemas del país, que son entre muchos otros, los crímenes contra mujeres y niños que quedan sin justicia.
Ejemplos sobran, siendo uno de los más indignantes la negativa de diputados de su partido a desaforar a su compañero Benjamín Saúl Huerta, acusado de violar a cuando menos un menor de edad.
La semana estuvo llena de asuntos que merecían otro trato de parte de López Obrador.
Aunque la evidencia indica que no funciona su estrategia de abrazar a narcos y a otros criminales, en su gira por Sinaloa insistió que “es más eficaz apoyarlos, que dispararles”; pero el apoyo sale de recursos públicos que no le pertenecen y debieran ser mejor empleados.
Y en conferencia de prensa en Badiraguato, tierra natal del Chapo Guzmán, lamentó que el fentanilo «que viene de Asia y entra de contrabando» esté desplazando como droga a la mariguana y la amapola mexicanas «¿de qué va a vivir entonces la gente?”
El COVID sube a casi 19 mil nuevos casos en 24 horas, afectando sobre todo a jóvenes; pero AMLO insiste en que “llueve truene o relampaguee” se reabrirán las escuelas y argumentando que su hijo adolescente se infectó “y no pasó nada grave”, no se vacunará a los niños “no está bien que seamos consumistas vacunando solo por vacunar”.
Y lo secundó Hugo López Gatell, encargado de la pandemia que ha matado a casi 245 mil mexicanos, “no se les vacunará porque entre ellos la mortalidad no es alta”.
Los programas sociales gubernamentales no han beneficiado a los más necesitados, los pobres son ahora más pobres que en las administraciones anteriores.
En base a un análisis del Instituto de Estudios sobre Desigualdad, Animal Político señaló que en 2020 abarcaron apenas al 35 por ciento de los hogares, mientras en 2016 llegaban al 61; y que entre ese año y 2020, se duplicó el porcentaje de ricos con ellos beneficiados.
No hay dinero para medicamentos oncológicos que salvarían vidas de niños con cáncer, pero como el beisbol es su deporte favorito, le asigna mil 700 millones de pesos.
Cantidad que duplica el presupuesto de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas y el del Instituto Nacional de las Mujeres y triplica el de la Comisión Nacional para la Mejora Continua en Educación.
Y ¿Cómo estará la corrupción dentro del gobierno, para que el almirante secretario de Marina, José Rafael Ojeda Durán, haya afirmado frente a AMLO “México carece de servidores públicos honestos”?
Pero él no respondió ni para defender a sus más cercanos colaboradores.
Faltan científicos y no tenemos astronautas, pero el presidente decidió que México integre con cinco países que tampoco los tienen, una Agencia Latinoamericana del Espacio.
Critica a los fifis clasemedieros, pero quiere rentarles el avión que rifó y no entregó y no ha podido vender, para fiestas de 15 años de sus hijas.
Y como si no tuviéramos quehaceres más urgentes su esposa Beatriz Gutiérrez, que se siente insigne historiadora, hizo cambiar el nombre del ahuehuete donde la leyenda dice que Hernán Cortés lloró su derrota ante los mexicas.
Se llamaba Árbol de la Noche Triste y se llamará Árbol de la Noche Victoriosa, porque sin atender a historiadores que aseguran que es un mito, se quitó la placa vieja y se colocó la nueva “porque no debe entristecernos el llanto de Cortés, sino alegrarnos la victoria de los pueblos originarios.”
Así de locas están las cosas.
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