Ciudad de México.- El 11 de junio, cuando el subsecretario de Salud encargado de la estrategia contra el COVID-19 en el país, Hugo López Gatell, era despedido entre vítores, mariachis y fotografías afuera de Palacio Nacional, México estaba por alcanzar el medio millón de muertes a causa de la pandemia.
Con un ramo de rosas blancas, usando un cubrebocas guinda, un aditamento que se refería como “falsa seguridad” al inicio de la pandemia, el subsecretario posaba para las fotografías que ocuparon las primeras planas de los periódicos al día siguiente. Ese día concluía la transmisión de las conferencias diarias para informar sobre el avance de la pandemia en el país.
Sonreía después de 15 meses en los que encabezó las conferencias para informar el avance de la pandemia y las medidas de contención. En una de ellas, en abril previó que “el peor escenario” de la pandemia en el país sería tener 60 mil fallecimientos, pero esa cifra se alcanzó apenas cuatro meses después de su declaración, en agosto de ese año y siguió en aumento.
Animal Político publicó que hasta el 22 de junio de 2021 hubo 229 mil 015 fallecimientos por contagio de COVID confirmados a través de pruebas, de acuerdo con información de la Secretaría de Salud.
Sin embargo, para medir el impacto real de la pandemia, no sólo se consideran los contagiados confirmados, sino el número de fallecidos adicionales a los esperados. Es decir, cada año, en cada región ocurren prácticamente el mismo número de muertes, pero ante un evento inesperado, como en este caso la pandemia, hay más fallecimientos a los previstos, lo que se conoce como exceso de mortalidad.
El país registra un exceso de mortalidad de 493 mil 503 personas fallecidas entre abril de 2020 y el 22 de junio de 2021, de los cuales sólo 71% tienen confirmación de muerte por COVID y el resto aún no se sabe la causa pero, según especialistas, se trata de personas que padecían otras enfermedades y no fueron atendidos en hospitales, por muertes ocurridas en casa y otros que tuvieron sospecha del contagio, pero no se les aplicó prueba.
Para dicho periodo de tiempo se preveía un millón 42 mil muertes, pero en medio de la pandemia han ocurrido un total de un millón 536 mil fallecimientos. Esto significa que México registra 47% de exceso de mortalidad, o muertes ‘de más’ a las esperadas.
En el registro por entidad, la Secretaría de Salud no ha actualizado los datos hasta junio. Pero hasta el 15 de marzo de 2021, la Ciudad de México era la entidad que más exceso de mortalidad registra, con 83%, lo que significa 93 mil 548 muertos. Esto porque se preveía tener 112 mil fallecimientos, pero en cambio ocurrieron 205 mil
Le seguía el Estado de México, con 81 mil 930 fallecidos, lo que representa un exceso de 71%; Baja California, con 15 mil muertes en exceso, 47%; Sonora, con 11 mil fallecidos, 43%.
Posibles explicaciones del exceso
Aunque en el discurso oficial, tanto el presidente Andrés Manuel López Obrador, como el subsecretario López Gatell sostienen que México enfrentó eficazmente la pandemia, la consideración de otros especialistas sostienen lo contrario.
Por ejemplo, Malaquías López Cervantes, profesor de Salud Pública en la Facultad de Medicina de la UNAM, explicó que hubo una instrucción muy clara al principio de la pandemia que retrasó la atención de los posibles contagiados.
El subsecretario López Gatell indicaba a la población a través de la conferencia del 13 de marzo de 2020, 5 días antes de la primer muerte por COVID: “Si no están en esa situación, mejor que se queden en casa porque lo más probable es que no se trate de coronavirus; y aun cuando se tratara de coronavirus, lo más probable es que va ser el 80% de personas que no van a tener complicación alguna”.
Todavía en septiembre de 2020, la instrucción fue que los enfermos con “un cuadro de enfermedad respiratoria aguda, infección respiratoria aguda debe estar acompañada de una persona que le ofrezca un cuidado” y sólo “para las personas con cuadro grave, es decir, las personas que presentan dificultad para respirar, dolor en el pecho y un nivel de oxigenación por debajo del 93% deben acudir de forma urgente a un hospital”, explicaba Ricardo Cortés, director general de Promoción a la Salud.
Esto, dice Malaquías Cervantes, fue un “error gravísimo de interpretación porque al principio se pensó que la COVID era como la influenza, pero resultó diferente. Se necesitaba ajustar las decisiones para corregir y traer rápido a la gente a los hospitales. La insuficiencia respiratoria significaba que ya era caso grave; estaban llegando muy tarde a los hospitales”.
Otro aspecto determinante fue la reconversión hospitalaria, es decir, los hospitales concentraron la mayor parte de sus camas para atender a pacientes COVID, lo que implicó que casi tres millones de personas no tuvieran atención para tratar el resto de enfermedades.
Esto es considerado como “la muerte indirecta, pues alguien no recibió una atención adecuada porque el sistema de salud estaba volcado a otra cosa”, explicó Alejandro Macías, titular del Área de Microbiología y Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Guanajuato.
De hecho, Animal Político publicó que casi tres millones de personas con alguna enfermedad distinta al COVID–19, se quedaron sin la posibilidad de recibir atención de urgencias o ser hospitalizadas para algún tratamiento o cirugía en los hospitales públicos del sector salud, entre marzo y octubre de 2020.
Otro factor es que aunque prácticamente casi todo el año la ocupación hospitalaria se mantuvo por niveles debajo del 60%, en diciembre se incrementó, sobre todo en la Ciudad de México hasta 80% y estados como Zacatecas hasta en 94%. Y si las personas no conseguían cama de hospital terminaban siendo atendidos en sus casas.
Si bien la reconversión fue una reacción ante la pandemia aún con los recortes al sector salud y a lo maltrecho del sistema hospitalaria y tuvo alcances importantes para que el sistema no colapsara, pero esto “no quiere decir que los pacientes hayan tenido necesariamente buena atención dentro de los hospitales. Sabemos que hay hospitales donde aun cuando la gente tenía atención, pero esta no fue de la mejor calidad”, dice Alejandro Macías, quien fue comisionado de Influenza durante la epidemia de influenza AH1N1 en 2009.
La pandemia también empezó con un déficit de 200 mil médicos y 300 enfermeras. Aunque el gobierno federal contrató a 44 mil para sumarse al personal sanitario, esto sólo significó 8.8% del déficit.
Y a esto hay que sumarle que aún con la contratación de ese número de personal sanitario no todos eran especialistas ni entrenados para usar correctamente los ventiladores para los pacientes críticos con pérdida de capacidad pulmonar, y un uso equivocado podría causar daño al enfermo en lugar de ayudarlo.
“Todo eso combinado produce un escenario terrible en México. Son círculos viciosos y no ha habido ni la más remota intención de reconocerlos ni de actuar seriamente en búsqueda de posibles correcciones”, concluye Malaquías López.
Alejandro Macías advierte que si bien México no es Corea del Sur, ni China, “siempre se pueden hacer las cosas mejor, pero también tenemos que ver que realmente de esas experiencias se podrían haber hecho en México y es lo que podemos discutir. Entre lo mejorable estaba más detección temprana, más rastreo y aislamiento de contactos, y desde mayo mucho mejor promoción del uso de cubrebocas”. (ANIMAL POLÍTICO)
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