En el año 2018, la Universidad de Ghana, en la región de Accra, fue testigo de una gran protesta que solicitaba la destrucción de la estatua de Mahatma Gandhi ubicada al interior del Campus. Así, el gran libertador de la India, cuyo modelo de protesta pacífica e inspirador de grandes movimientos en todo el mundo, no soportó el juicio derivado de la supuesta interpretación que hizo el indio sobre los aborígenes africanos y también por existir “mejores” figuras en la nación como para considerar lo realizado por un extranjero. La estatua, que había sido instalada en 2016 y solo dos años inspiró a otros a preguntarse quién era, fue removida. Hoy el espacio luce vacío, y no porque no existan méritos para quien ocupe ese pedestal, sino porque cualquiera al someterse al juicio actual sería condenado.
Hoy juzgamos con extrema facilidad el pasado y no podemos asegurar nada del futuro. En el tiempo de las libertades, con libertad para tantas cosas no podemos entrar a alguna tienda a razón de la edad o condición física. Y si bien es un acto de salud, ¿Cuándo no lo es? En España varios juicios fueron abiertos contra padres de familia que, al prohibir el uso de celular, restringían a los menores el acceso al internet, derecho considerado como superior hoy día. Entonces, ¿un niño tiene la libertad de ver cualquier sórdido tema, pero no de entrar en una tienda en tiempos de COVID?
Hoy nos engalana juzgar a los gobernantes pasados, pero no se busca construir un perfil para los gobernantes futuros. Lamentarnos del pasado entrega el porqué de muchas cosas, pero nunca la respuesta de un porqué mejoró el futuro, traerán tranquilidad o incluso certeza, pero mientras no nos formulemos “y entonces que”, no sabremos a dónde dirigirnos.
No me refiero a la impunidad ni a obviar el ilícito o dejarlo de sancionar, escribo sobre orientar la vista y no ver el pasado como un fin, sino solamente como una causa que nos dibuja el futuro. Podemos juzgar a todo el género humano, representamos muy poco de lo que llevamos en el planeta, pero ello no nos traerá el futuro deseado.
¿Cuál será el límite de lo políticamente correcto? Porque paradójicamente, a mayor respeto, mayor desprecio. Hoy juzgamos duramente las canciones del ayer, pero inundan canciones con letra denigrante y dolorosa en el presente. Nos parecemos mucho a la inquisición, estamos juzgando por actos aislados que condenamos rápidamente y parece que las ideas verdaderas e impopulares son las que hacen que el mundo avance.
Nos falta por avanzar, definir la vocación por el pasado y que la finalidad de un juicio sea la de evitar y con ello construir una nueva realidad, en la que las acciones no generen debilidades sino fortalezas.
Antes era nadie, pero ahora, con más edad y algunas canas soy todo un don, un don nadie. Si yo pudiera decirle algo al presidente, por lo pronto y en lo corto, le diría que no pierda el enfoque en el futuro por contemplar la exquisita comunión del pasado. Centrarnos en el futuro no es dejar la justicia, al contrario, es aplicarla, pero no solo para rememorar sino para evitar, para dejar memoriales que recuerden no lo que pasó solamente, sino lo que hemos declarado que no volverá a pasar.
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