Ante las catastróficas consecuencias producto del mal manejo de la pandemia en India, la conocida escritora Arundhati Roy declaró: “Estamos atestiguando un crimen contra la humanidad”. Dicha declaración hace eco del libro recientemente publicado por la doctora mexicana Laurie Ann Ximénez-Fyvie bajo el título “Un daño irreparable. La criminal gestión de la pandemia en México”, ante lo cual cabe preguntarnos, ¿qué hilo conductor enlaza su mal manejo tanto en India como en México? La respuesta: sus liderazgos populistas.
En una reciente entrevista, el reconocido politólogo estadounidense Yascha Mounk estableció la relación entre populismo y la mala conducción de la pandemia: “Parte de lo que hacen los populistas es que desconfían de la ciencia, no les gustan las instituciones independientes, no les gusta que la lógica de los eventos se imponga sobre sus preferencias políticas y lo que quieren hacer para estar en el centro de la narrativa y, con suerte, ganar votos. Eso los ha empujado a acciones profundamente irresponsables durante la pandemia”.
Un reciente reporte del Tony Blair Institute for Global Change, titulado “Populismo pandémico: un análisis de las respuestas de los líderes populistas al Covid-19”, pone al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) entre aquellos líderes que no tomaron la pandemia seriamente junto con presidentes como Trump de Estados Unidos y Bolsonaro en Brasil: “A medida que la pandemia se extendía por todo el mundo en marzo, proclamó que «no nos haría nada» y continuó reuniéndose con grandes multitudes de simpatizantes. Incluso en la última semana de marzo, cuando el virus había comenzado a extenderse por Europa occidental y Estados Unidos, no había adoptado una respuesta política. Continuó animando a la gente a ir a restaurantes y fiestas y de compras”. Peor aún, el estudio indica que algunos líderes populistas tomaron en serio el virus, como Viktor Orbán de Hungría o Rodrigo Duterte en las Filipinas. Es decir, en materia de combate a la pandemia, tuvimos el peor de los populismos en México.
Efectivamente, desde un principio AMLO minimizó la pandemia: comentó que el coronavirus “ni siquiera es equivalente a la influenza”; se negó a evitar el contacto, declarando “hay que abrazarse, no pasa nada”; y sacó una estampa religiosa, proclamando que “el escudo protector es como el detente… el escudo protector es la honestidad… detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”. Sus dichos estuvieron acompañados con su ejemplo y políticas públicas: nunca usó cubrebocas en público, continuó sus eventos masivos y poco se incrementó el presupuesto en salud. Cómo olvidar aquella imagen del presidente besando a una niña indígena en uno de sus mítines, mientras se esparcía el virus por el país.
Como comenzó mal, terminó mal. Todos los métodos de medición y revistas especializadas han puesto la gestión de la pandemia en México en un nivel particularmente desaseado, ya sea en muertes absolutas o proporcionales, número de personal médico contagiado o fallecido, y presupuesto asignado para combatir la pandemia. Entre estos se encuentran el índice Bloomberg y aquel del centro de salud pública de la universidad Johns Hopkins, así como los diarios The Lancet y British Medical Journal (BMJ). Este último publicó un reporte cuyo título lo dice todo: “Covid-19: cómo el negacionismo condujo al desastroso esfuerzo de control de una pandemia en México”.
Las políticas públicas altamente irresponsables en materia de salud se repiten en otras áreas del Estado mexicano: educación, seguridad, anticorrupción. Y si al principio de la pandemia muchos vaticinaban el fin del populismo, ahora se piensa lo contrario: no hará mella. En México, mucho indica lo mismo.
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Autor
- Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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