Especialistas de la UNAM analizan el impacto positivo y los efectos adversos que cambian radicalmente la conducta en niñas y niños durante la emergencia sanitaria
Ciudad de México.- Ansiedad y duelo desplazaron a los problemas de conducta y aprendizaje como los motivos por los cuales los niños llegan a los centros de atención de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, cambio propiciado por la emergencia sanitaria, afirma Salvador Chavarría Luna, docente y supervisor en la Especialización en Intervención Clínica en Niños y Adolescentes, de esa entidad universitaria.
El duelo no ha podido manejarse con los niños pues no hay rituales que ayuden a elaborar la pérdida. “Sucede que dejan de ver a una persona, a un familiar unas semanas y luego ya no lo vuelven a ver”, comenta.
En ocasión del Día del Niño, Chavarría Luna junto con las académicas también de la FP, Beatriz Macouzet Menéndez y María Teresa Monjarás Rodríguez, comparten sus conocimientos sobre el tema.
María Teresa Monjarás Rodríguez considera que algunos de los menores saldrán fortalecidos de la situación de emergencia sanitaria, porque cuentan con aspectos protectores como: clima familiar favorable, autoestima y capacidad intelectual.
“Hay que resaltar, además, tres factores involucrados en el desarrollo de la resiliencia en los menores: los atributos propios del niño; los aspectos de su familia; y las características de su contexto social. Es debido a éstos que es complejo hablar de habilidades generales que los niños podrían estar adquiriendo”, indica.
La especialista considera la hipótesis de que en esta situación los niños pueden estar asimilando la capacidad para adaptarse a situaciones de crisis, si lo observan, sobre todo, de sus padres; la empatía, se mira cuando ellos realizan alguna videollamada con sus abuelos o familiares y son conscientes de que no pueden ir a visitarlos por el riesgo de contagio.
Otra es la creatividad, explica, porque han tenido que estar en un contexto donde sus progenitores trabajan, además de su necesidad de emplearla en espacios reducidos, en donde, por ejemplo, piensan qué hacer con sus juguetes o con los objetos en casa.
Otras habilidades son: el trabajo en equipo, ya que a algunos les han asignado roles de apoyo, así como el valor a los otros; es decir, apreciar a sus compañeros y familiares, puntualiza Monjarás Rodríguez.
Ellos están muy atentos a todo y llegan a decir “no hay que agarrar nada porque nos contagiamos”; además de la paciencia: se han facultado para esperar, habilidad compleja que pudieran estar adquiriendo, comenta la experta.
En un estudio realizado con preescolares, la académica universitaria encontró que quienes han logrado adaptarse con mayor habilidad es porque sus cuidadores, al igual que ellos, tenían emociones y sentimientos positivos del encierro, es decir, alegría por estar juntos.
Más cerca de las mascotas
Ian Morones Santana, de ocho años de edad, cursa el segundo año de educación primaria y envía mensajes de voz vía WhatsApp. Comenta que lo aprendido en sus clases que recibe en casa “es diferente a como era antes”.
“Me gusta más salir a lugares, pero protegerme. Me conecto en línea a las clases en mi iPad, y ahora aprendí a convivir más con mis mascotas, a cuidarme de todo también, a ser responsable, y no sé qué más; bueno, sí, también debo de ser más cuidadoso con las cosas, no tocar nada y cuidar a los animales y a la naturaleza”.
Esa no es la respuesta
La escucha activa de los padres, su disposición a atender dudas e inquietudes sobre la actual pandemia por la COVID-19 y un eventual regreso a clases presenciales son fundamentales para disminuir la ansiedad que algunos niños presentan por el confinamiento.
En ello coinciden los académicos Salvador Chavarría Luna y Beatriz Macouzet Menéndez, quienes resaltan que los adultos deben escuchar con tranquilidad, además de preguntar más sobre qué les preocupa a los niños y adolescentes.
“Bajar la ansiedad de un niño o niña no se logra diciendo que no pasa nada, sino dando respuesta a su pregunta, indagar qué necesita, cuáles son sus dudas y ayudándoles en el desarrollo de sus habilidades sociales”. Si no se tiene la información en ese momento, se les puede decir que la investigarán y se les informará más adelante, comenta Chavarría Luna, también maestro en psicoterapia infantil.
En tanto, Macouzet Menéndez señala que durante el confinamiento las rutinas se modificaron, por ello es importante que existan tiempos establecidos. “Para que un niño pueda sentir seguridad, libertad y deseos de jugar, necesita un marco de referencia y eso se puede promover a partir de actividades predecibles: la hora de dormir, comer, desayunar”, comenta la supervisora y docente de la Especialización en Intervención Clínica en Adultos y Grupos.
La salud mental de los niños y adolescentes se ha visto afectada por múltiples factores: encierro prolongado, la imposibilidad de interactuar con sus pares en ambientes como la escuela, incremento del riesgo de abandonar los estudios, mayor exposición a la violencia en el hogar y en línea, entre otros, añade.
Las cifras
La Encuesta de Seguimiento de los Efectos del COVID-19 en el Bienestar de las Niñas, Niños y Adolescentes (#ENCOVID19Infancia) del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia revela que en nuestro país 35.7 por ciento de los hogares con niños reportaron síntomas de ansiedad severa.
En mayo de 2020, 75 por ciento de los hogares con presencia de niños de 0 a 17 años reportó que sus ingresos se redujeron con respecto al mes de febrero de ese mismo año, y en 32.3 por ciento de los hogares uno o más integrantes perdieron sus fuentes de ingreso.
Macouzet Menéndez, maestra en psicología clínica, explicó que las afectaciones a la salud mental varían según cada niño y su contexto, pero algunos signos de alerta pueden ser: cambio radical en su comportamiento y que pierdan interés por el entorno.
Puede haber modificaciones en la alimentación o el sueño. Los niños cuando presentan depresión no necesariamente están tristes pueden estar irritables o preocupados, enfatiza.
Escuela: laboratorio de emociones
Macouzet Menéndez y Chavarría Luna refieren que no acudir a la escuela de manera presencial afecta a los niños y adolescentes, y sus procesos de socialización.
Aunque en el país se brindan clases por televisión o en línea, 78.6 por ciento de los hogares con niños en edad escolar expresaron que tuvieron dificultades para continuar con la educación de sus hijas o hijos, debido a la falta de computadora o internet, según la misma Encuesta de Seguimiento de los Efectos del COVID-19 en el Bienestar de las Niñas, Niños y Adolescentes.
“La escuela es nuestro laboratorio de emociones: nos peleamos, nos reconciliamos, entran en juego muchas habilidades de contacto y comunicación. En la pandemia no se han logrado del todo”, insiste Chavarría Luna.
Actualmente tienen carencia en el tiempo de convivencia, contacto físico, falta de movimiento, así como contacto visual, que es importante para niños en edad escolar.
Macouzet Menéndez comenta que si bien esto ha sido un reto, padres y maestros han tenido que generar espacios virtuales en los que se promueven tanto la actividad física de los niños como la posibilidad de contactar o convivir con sus pares. (UNAM)
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