UNA COLORADA

 

LILIA CISNEROS LUJÁN 

Cuento de dioses olímpicos

(A la memoria de María de los Ángeles Moreno Uriega, quien hace dos años se nos adelantó en el camino que todos hemos de recorrer)

Ocurrió, hace millones de años terrestres, que el dios primigenio Crono, luego de poner orden y dejar listas las condiciones para crear a los humanos y permitirles vivir en la tierra, procreó a una raza poderosa y gigantesca, denominados “titanes”. De una primera generación de doce de tales titanes, nació crono, el hijo más joven de Cronos, quien estableció el tiempo humano. Era normal entre hermanos tíos o sobrinos engendrar, de tal suerte que en la segunda generación Gea y crono parieron 6 hijos que, por el temor a ser derrocado por alguno de ellos, el propio crono se los comía, con el consentimiento inexplicable de la propia madre quién era su hermana. Cuando nació el sexto, Gea engañó a crono, envolvió una piedra en un pañal y así Zeus fue salvado, para luego guiar a muchos otros y derrocar a quien no le reconocía. Los tres hijos de crono, el del tiempo humano, que sobrevivieron fueron el ya mencionado Zeus, Hades, a quien se dio el dominio del inframundo y Poseidón cuyo destino fue reinar en el mar y todas las aguas del planeta tierra.

Fieles a sus usos y costumbres, al igual que lo hicieron los hermanos Gea y cronos, estos titanes, tuvieron relaciones múltiples con diversos seres y por lo tanto concibieron humanos, animales diversos y hasta plantas. En el caso de Poseidón se hablaba de haber tenido con 49 madres 92 hijos, 80 de ellos reconocidos y 12 con paternidad discutida. Se dice que antes de llegar a la adolescencia, estos descendientes reconocidos como tritones básicamente crecían cual larvas que igual vivían en arroyos, estanques, pozos o lagunas. Un nieto de Cronos, hijo por tanto de cronos no se comía a los hijos tritones, pero les provocaba ciertas formas de perturbación mental, como manera preventiva de que le arrebataran sus privilegios como era el vivir bajo las aguas prístinas en una de las áreas donde tenían su palacio sus padres. No fue uno sino varios los hijos víctimas de la enfermedad sagrada, como la epilepsia;   y resalta el de uno de los hijos no reconocidos, aunque fieramente defendido por su madre, tampoco identificada en la tradición oral, al cual desde su mismo nacimiento el padre descubrió sus muy limitadas facultades mentales, física y operativas, y si bien opta por no matarlo, decidiendo como respuesta al ruego materno el no permitir que se convirtiera en adolescente y si en cambio meter su esencia en un pez que ha sobrevivido por millones de años denominado por los científicos de un reino evolucionado como Atractosteus tropicuz.

La madre, se disgustó con el padre al haber decidido, meter la esencia de su hijo en un pez, de apariencia desagradable, con escamas que parecían diminutos escudos, un hocico poco proporcionado con el cuerpo y en general, nada agradable a la vista. Finalmente ella comprendió que entre la muerte que le impidiera llegar a la adolescencia después de su etapa larvaria y la de no extinguirse como ocurriría con las cucarachas y los ratones, era un mejor destino para su hijo esperar millones de años viviendo en aguas estancadas, muy cerca de los océanos y en el límite de la tierra que empezaba a poblarse de hijos de diosas y de humanas.

Por los siglos de los siglos, la esencia de este hijo bastante mediocre fue testigo silente desde su presencia material, que no se podía definir si era más pez que lagarto, aprendió que su mejor escudo no eran las escamas ni su desagradable aspecto sino la mentira, la manipulación, la fantasía de imposibles realidades. Le tocó testificar que muchos de los tritones desparecieron, bien a mano de los enemigos, bien como resultado de sus desórdenes mentales como los que asesinaron y robaron; recordó los sentimientos de culpa de aquel que con la lira cegó la vida de su maestro de música e incluso los que fueron criados entre animales por sus madres o niñeras. También vio como las mujeres fueron vencidas a lo largo de los años como cuando ellas ganaron en una votación y por eso la ciudad donde vivía Atenea se llamó Atenas; pero el conflicto se acabó cuando los poderosos les quitaron el voto para las siguientes asambleas y solo les dejaron la voz. Titanes tan famosos como Heracles, cuya función primordial fue sostener el cielo y luego la tierra, terminaron aislados y segregados en tierras salvajes, por el sentimiento de culpa que le surgió al matar a su mujer y a varios sobrinos. Así, aquel pez dinosaurio, aprendió que no deseaba tener ese tipo de tormento cuando se le devolviera el privilegio de verse como humano en plena adolescencia, cosa que se le concedió en los inicios del siglo XX.

Cuando dejó la armadura de quien para su época era reconocido como peje lagarto, habían trascurrido casi 150 millones de años. De la mayoría de sus ancestros de Europa solo quedaban fósiles y algunos lepisosteidae apenas sobreviven –con sus dos géneros y siete especies-  en algunos sitios contados entre Quebec y Costa Rica. Este sobreviviente del periodo cretácico de natación tranquila y muy lenta, es impredecible, pues si bien se le clasifica como depredador capaz de alimentarse con peces o crustáceos vivos o muertos, reacciona con velocidad explosiva si se ve en la necesidad de atacar a quien le parezca peligroso. Es curioso como difícilmente se puede distinguir el macho de la hembra, sus huevos son verdes y tóxicos para los humanos, como era en la época de los dioses olímpicos. ¿Poseidón tendrá posibilidad de salvar al planeta de este adolescente que nunca maduró? ¿Alguien le hará pagar por el hermano que mató con una piedra redonda y el que dejó lisiado, por similar procedimiento? El reparto de bienes entre sus familiares ¿es por generosidad o porque busca la aprobación que dese hace millones de años no ha merecido?   En un segundo capítulo les ofrezco contar el final de este cuento surgido en la era de los dinosaurios y que hoy mismo tiene asustados a millones de personas que por un lado buscan mantener el equilibrio ecológico y por otro no saben cómo neutralizar a un adolescente cuyo cuerpo envejeció, aunque su madurez sigue suspendida no en el tiempo de larvas, pero si en el de una pubertad, irreflexiva, nada creativa, altamente vengativa y confundida por la ignorancia.

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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