Escribí, en la aportación anterior, sobre algunas características que la “nueva” política comienza a empujar. Ellas inspiran cambios que se antojan necesarios para ajustarse al nuevo entorno, la flexibilidad que genera la adaptación es una de las más cruciales competencias, utilísima si lo que se pretende es sobrevivir. Entre ellas cité: preferir el esquema de conexión sobre el de comunicación, construir un ambiente de confianza y no solo establecer acciones de confianza, anunciar los valores sobre los principios pues ellos se viven y no solo se declaran y afirmar la construcción de movimientos como colectivos y no solo de partidos como agrupaciones.
Los anteriores rasgos permiten adaptarnos a un entorno que, si bien mantiene los mismos actores, modifica el lenguaje y los mensajes. Porque, aunque seguimos siendo los mismos animales políticos el mensaje se aumenta y gana rapidez por la interconexión entre nosotros y las emociones superan las razones, no por estar en decadencia pues quien afirme que todo tiempo pasado fue mejor le sobra nostalgia y le falta esperanza, sino porque las emociones antes restringidas hoy soy libremente expuestas en un falso entorno de inclusión.
El populismo no se combate evidenciando sus deficiencias, ya que surge su fuerza a partir de las deficiencias de otros modelos y confunde la autocracia con la democracia. Quien critique a López Obrador en sus deficiencias no podrá soportar la incongruencia de las deficiencias previas. Quien pretende criticar el populismo aplaude el elitismo, nadie quiere ese eslogan, atacar la inspiración en lugar de la estrategia pone a cualquier actor político en un dilema.
El perfecto injusto da toda la apariencia de justicia. La culpa de la acumulación política no es del ambicioso, sino de aquel que despreciando su parte la entregó en consecuencia. Se pierde lo que se descuida. Se ha depreciado la oposición por la ausencia de valor en su propuesta, que no ha podido permear en la sociedad como para construir un movimiento de defensa del valor sobre cualquier ambición. La gente no defiende la libertad, defiende su estilo de vivir, la gente no defiende la democracia, defiende su libertad a elegir, que por tantos años se dijo que no fue cierta. La gente no busca la justicia, sino busca un fin.
Afuera, de tantas oficinas y think tanks, hay gente partiéndose en un mundo que sigue sin ofrecer solución a la dignidad de una situación. La política es un arte popular, reducirla a un ejercicio de poder es confundir la causa con la consecuencia.
En el 2021, México vivirá una extensa jornada política, no en cuanto al tiempo, sino en relación a su magnitud, por la gran cantidad de funcionarios, pero también por la ratificación que se hará a nuestra realidad política, nada advierte un cambio en la preferencia morenista, y esa preferencia no es por el partido que representa sino por el movimiento que mantiene.
El Presidente López Obrador sigue brillando aun sobre la oscuridad del apagón nacional, esa ratificación dará tiempo al reloj político que avanza sin tener oposición aún. Porque se sigue combatiendo el 2021 como si estuviésemos en el 2000, pensamos en un año como si fuese igual que el siglo y el mundo cambia, como también cambiamos nosotros.
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