Por fin aparece en la plataforma de Netflix este hermoso y emotivo filme, basado en el libro homónimo de André Aciman, nominado a cuatro premios Óscar (película, actor, guion adaptado y música), donde el director de Melissa P., El amante (Io sono l’amore), A Bigger Splash y del remake de Suspiria elabora una sincera aproximación al destello del primer amor entre un adolescente y un estudiante universitario de 24 años que está terminando su tesis, en el marco de la campiña italiana, logrando un retrato magnífico de los laberínticos caminos de los sentimientos.
VERANO, 1983.
Este es un filme para redescubrir, para volver a visionar. Es un gran trabajo fílmico que de todas maneras se ha transformado en un clásico del denominado cine gay. Porque la película de Luca Guadagnino constituye una excelente adaptación de la novela del mismo nombre del escritor André Aciman (que sacó la segunda parte y final del romance entre los protagonistas titulada “Encuéntrame”) y un poderoso análisis de la naturaleza del primer amor.
Esta película se centra en la relación que se establece en una villa italiana de la zona de Liguria, en el verano de 1983, entre Elio (espléndido Timothée Chalamet), un adolescente de 17 años, y Oliver, un estudiante norteamericano de 24 que ha llegado hasta ese lugar paradisíaco para pasar seis semanas en la casa familiar para trabajar como “becario” del padre de Elio, un profesor especializado en cultura greco-romana.
Desde los créditos queda claro que el tema del cuerpo masculino, la fascinación por el arte clásico y el entorno del filme será el de la alta cultura, pues Elio y sus padres leen mucho, escuchan música selecta y discuten apasionadamente acerca de la vida, la filosofía y la naturaleza del amor. Puede sonar un poco pedante, cierto, pero el contexto es un elemento clave para entender muchos elementos que atraen y conectan a Elio con Oliver, cuyo romance va surgiendo de manera lenta pero cada vez con mayor intensidad.
Cada año el ritual en el hogar de Elio es el mismo: llega un becario para trabajar una tesis y él debe pasarle su cuarto durante su estada, como un gesto de cortesía. Solo que esta vez el universitario que llega es diferente a todos los anteriores. Es un estadounidense desprejuiciado, encantador que, de un solo golpe cautiva a todos con su viveza y humor, trastocando el hasta ahora cómodo mundo adolescente de Elio. Y surge el enamoramiento del adolescente, con todos los tropiezos, dudas y equivocaciones naturales de un chico de los años ochenta que se enamora por primera vez.
El filme se solaza en hacer un paralelo entre el amor que va naciendo entre los muchachos y la naturaleza, con paseos en bicicleta, lugares secretos en el bosque, juegos y caminatas por lugares donde el peso de la historia se deja sentir.
Todo el primer tercio del filme describe con astucia el lento juego del acercamiento entre ambos. A pesar de todo su conocimiento, Elio cae rendido por Oliver. La figura de ese hombre lo llena de sobresaltos, deseos y dudas, se fascina y empieza un juego para acercarse cada vez a él, a pesar que tiene una novia en el pueblo y de que Oliver se muestre interesado por una chica que lo sigue a todas partes y sale con él por la noche.
Pero transcurrida la primera hora, la tensión sexual entre ellos es imposible de esquivar y el contacto físico se hace inevitable, invitándonos como espectadores a asistir a una historia romántica (en el mejor sentido de la palabra), pasional y oculta a los ojos de los demás, aun cuando parece evidente que los padres de Elio saben y consienten esa relación, asumiendo tal vez ese espíritu clásico de comprender los caminos que son necesarios de seguir para llegar al amor y al descubrimiento de la felicidad.
De este modo, el director Luca Guadagnino describe ese romance de un modo sensual, con cuidado de no caer en ningún exceso o vulgaridad, dejando que las imágenes fluyan a medida que la tensión sexual se transforma en contacto de dos cuerpos que se estaban esperando desde siempre y necesitan complementarse.
Desde el aspecto fílmico, la película destaca por su elegancia visual, la riqueza de las locaciones que constituyen un plus importante para que se produzca el encuentro entre ellos y la notable actuación de Chalamet, un chico de 21 años que no solo habla varios idiomas y toca varios instrumentos sino que posee un carisma y una frescura que hacen crecer a su personaje, logrando en la maravillosa secuencia final uno de los epílogos más desgarradores a la vez que sutiles acerca del enfrentamiento de los latidos del corazón versus la realidad. En oposición a su frescura, el trabajo de Hammer como Oliver es deliberadamente más controlado, más frío y distante, un símil de las hermosas esculturas grecorromanas que estudia con el padre de Elio.
Hay una muy comentada escena -la conversación entre Elio y su padre, hacia el final de la película- que muchos consideran una de las más potentes respecto de cómo se dicen verdades de manera elegante, calmada e inteligente, que da cuenta de la muy breve pero intensa actuación de Michael Stuhlbarg como el padre de Elio, quien nos regala uno de los mejores monólogos de los últimos años que dentro del relato rompe con todas las expectativas que uno se ha forjado en situaciones como ésta.
Otro elemento importante es que la solidez de su guion radica también en la muy lograda adaptación que hizo el también cineasta y escritor James Ivory (de 89 años), recordado por su notable filme “Maurice” y por “Una habitación con vistas”.
Resulta imposible no dejarse seducir por este filme que, lejos de lo que muchos piensan, se trata lisa y llanamente de una historia de amor, de ese amor inicial y no contaminado, que alcanza su punto culminante y terrible en cuanto fuerza expresiva con Elio de espaldas a su familia, mirando la chimenea. Ese minuto, ese instante, da cuenta de por qué el cine es un arte en constante descubrimiento. Una película emotiva, brillante y necesaria de volver a ver.
FICHA TÉCNICA:
Llámame por tu nombre (Call Me By Your Name, Italia-Francia-Brasil-Estados Unidos/2017). Dirección: Luca Guadagnino. Elenco: Timothée Chalamet, Armie Hammer, Michael Stuhlbarg, Amira Casar y Esther Garrel. Guión: James Ivory, basado en la novela de André Aciman. Fotografía: Sayombhu Mukdeeprom. Edición: Walter Fasano. Distribuidora: UIP (Sony). Duración: 132 minutos. Apta para mayores de 13 años.
Autor
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Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación
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