El encanto de una serie que reflota al ladrón de guante blanco.
En su primera temporada, “Lupin” se convierte en un vehículo ideal para la entretención que se puede disfrutar completa en sus cinco capítulos de un solo visionado. Es una propuesta para pasar el rato, cierto, pero realizada con un ritmo y un oficio que se agradece, sobre todo considerando que se trata de un producto destinado al consumo masivo, que continuará en una segunda temporada después de su excelente corte final y que, dejando de lado las caricaturas típicas que se hacen de las autoridades policiales y los lugares comunes respecto de las instituciones, se deja ver con el placer de estar asistiendo a una serie que no decae, tiene un protagonista con magnetismo y que nos lleva de un misterio a otro en una estupenda montaña rusa.
La serie “Lupin” parte de manera precisa: reivindica el placer que producen las novelas policiales y de misterios que tienen como protagonistas a ladrones encantadores (Robin Hood) o delincuentes que buscan restaurar cierto orden social (La Casa de Papel). Y como la adhesión del público es casi inmediata, este émulo de las aventuras literarias de Arsenio Lupin se gana de inmediato la simpatía de los espectadores.
Otro aspecto interesante y que contribuye a su éxito como serie de entretención es que la producción francesa ha desarrollado los cinco capítulos de su primera temporada con estilo visual y un adecuado montaje que privilegia el ritmo, entrega antecedentes claves de todo el desarrollo y pone siempre el énfasis en la sorpresa que desbarata las conjeturas de sus miles de fanáticos.
Hay que advertir para los puristas que se trata de una serie que se echa al bolsillo la credibilidad y cierta lógica de procedimientos: el protagónico es un delincuente lleno de carisma, simpático a rabiar, un as para cambiar su aspecto físico y que domina la computación y la tecnología. Ya desde el primer capítulo, que plantea el robo del collar que alguna vez le fuera regalado a la malograda Reina María Antonieta, nos damos cuenta que se trata casi de una caricatura elegantemente construida con un sello visual y un montaje ágil y adecuado, sobre todo porque el ingreso del trío al Museo del Louvre, los procedimientos para llegar al collar o el comportamiento de los encargados de la seguridad del lugar, evidencian un tratamiento cercano a los dibujos animados en su inverosimilitud y en su entretenida puesta en imágenes.
“Lupin”, en su primera temporada, cuenta con apenas cinco capítulos, nos entrega todos los datos para conocer a Assane Diop, un tipo que vive fuera de la ley y cuyos objetivos son demostrar la inocencia de su padre, acusado de robo y que se suicidó hace 25 años y ganarse el cariño de su ex pareja, el amor de su vida y el respeto de su hijo, un chico de 14 años.
Un mérito que sea el actor Omar Sy quien dé vida a Lupin. Es un intérprete de gran versatilidad que ha destacado en películas como la comedia “Amigos” y en filmes de gran presupuesto de la industria estadounidense del estilo “X Men: días del futuro pasado” o “Jurassic World”. Sy construye un personaje lleno de matices, que por suerte se escapa del modelo tradicional del héroe y logra sintonizar de lleno con los espectadores en su afán por limpiar el nombre de su progenitor.
El esquema de “Lupin” oscila entre el suspenso y el humor sutil, sin desbordes, donde a pesar de algunas pocas secuencias de gran violencia, casi siempre se mueve en un tono de discreto encanto, donde abunda en una idea reiterada acerca de que los poderosos esconden siempre secretos y corrupciones varias y que merecen, por lo tanto, castigos ejemplares.
Desde luego, cualquier espectador comprende desde ese brillante inicio que toda la serie está al servicio de su personaje principal y, de este modo, mantiene toda su trama aportando material para mayor lucimiento de Lupin, que aparece, desaparece, se transforma, se maquilla, va y viene como pez en el agua. Todo esto gracia a un ritmo que nunca decae, haciendo que en cada episodio los espectadores estén intrigados respecto de qué modo el personaje de Lupin logrará sortear los mil y un desafíos de sus enemigos, tan poderosos como ineptos y huyendo de los agentes policiales, uno de los cuales ha logrado entender que cada movimiento del protagonista está basado en los relatos del mítico ladrón de guante blanco, Arsenio Lupin, creado por el escritor Maurice LeBlanc a principios de siglo y que se convirtió en un clásico de la literatura policíaca y la fuente de obras de teatro, otros relatos y hasta otra serie de televisión en 2004.
Quizás un mérito adicional de esta serie sea que despierte el interés en este fascinante antihéroe de guante blanco, elegante, refinado y camaleónico, que siempre está traspasando la línea de la legalidad, pero cuyas motivaciones son siempre nobles y al servicio de causas que los poderosos intentan aplastar.
Lupin, entonces, representa a ese ladrón elegante, que roba, pero no emplea la violencia y que siempre le quita las joyas y las perlas a la clase poderosa, adinerada y (casi siempre) corrupta. El que sea un actor negro el intérprete de esta serie de Netflix, hace que además el programa se adecue a lo políticamente correcto.
Hay que insistir en que, si bien es una serie bastante sólida y muy bien producida, es clara en sus intenciones: pura diversión, nada más.
El argumento global da cuenta que el protagonista de “Lupin” busca la venganza y limpiar la memoria de su padre. Su vida siempre fue azarosa, pues llegó desde Senegal con su progenitor y al poco tiempo éste es acusado de robar al poderoso Pellegrini para el cual trabaja. Huérfano, toda su existencia posterior está al servicio de una causa noble: averiguar quién fue el autor del robo que nunca fue real, teniendo como modelo las andanzas del personaje literario que admira y venera, el ladrón sofisticado Arsenio Lupin.
De esta manera, la inspiración en el Lupin original es un buen pretexto para recuperar la imagen de los criminales que nos han regalado las novelas de ladrones y detectives de múltiples autores, situándolo en un seductor París actual, explotando muy bien el imaginario visual de la Ciudad Luz.
Entretenida, elegante, con suspenso bien medido y un paseo por rincones fascinantes, es una excelente alternativa para encerrarse a tener una maratón con este Lupin que ha regresado y llegó para quedarse.
Autor
-
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación
Otros artículos del mismo autor
- OPINIÓN12 octubre, 2024LOS MONSTRUOS REGRESAN POR PARTIDA DOBLE
- OPINIÓN9 agosto, 2024AGOSTO COMO TEMA Y SÍMBOLO EN EL CINE
- OPINIÓN11 marzo, 2024OPPENHEIMER, LA BRUTAL REALIDAD ACTUAL Y ALGUNOS APUNTES ACERCA DE LA 96° CEREMONIA DEL PREMIO OSCAR
- OPINIÓN5 marzo, 2024“SIMÓN”. LA VENEZUELA AUSENTE EN UN FILME QUE SE DESVANECE