LILIA CISNEROS LUJÁN
Reinventarse
Se inicia un mes que, desde hace décadas, recuerdo y a veces celebro como de los tamales, el amor y la amistad, con la sospecha de que serán muy pocos los que gasten en atole, flores, chocolates, viajes o cualquier otro obsequio para quien se ama ¿Será por qué ya no tenemos a quien amar? Algunos de verdad ya no tienen a quien ofrendarle algo porque se han ido, pero otros muchos de ellos carecen de ese dinero para gastar en algo que no es indispensable. ¡He aquí una de las enseñanzas de estos últimos doce meses! Hemos aprendido que es lo realmente esencial y aunque jamás estuvimos de acuerdo con que la vida óptima es aquella que se trascurre con austeridad[1] –obligada por los ajenos, impuesta y hasta falsamente adoptada- o cuando menos con limitaciones forzadas; sí le hemos dado una jerarquía diferente al ahorro y a la escala de valores.
En escenarios, locales y mundiales donde todo ha cambiado, en la mayoría de los casos, no solo los modelos –de producción, distribución y financieros- económicos han dejado de existir. En los espacios que ocupaban los tradicionales sistemas, lo que se percibe es inmovilidad, vacío y en ciertos ámbitos una infodemia generadora de incertidumbre, confusión y hasta conflictos. Un ejemplo es la alcaldía de Coyoacán: el futbolista que la preside poco o nada sabe de lo que implica, cerrar parques, pero; permitir que decenas de ambulantes se instalen en las aceras, las calles y los alrededores de estos, Esto como muchos otros ejemplos que podemos agregar carece de sentido. Mucho menos comprende la gravedad de una fuga de agua en los pedregales por más de 24 horas, ni la imprudencia de pretender transmutarse del partido del sol al de los morenos ¿De pronto temen correr suerte similar al señor México-chileno apodado el tomate? Para reelegirse el próximo verano ¿más que méritos bastará con vestir el logo de otra de las nueve opciones que ofrece el partido ahora en el poder?
Para evitar caer en la simplista calificación que nos dan los encuestadores globales –casi en el penúltimo lugar de la mayoría de las listas- demos una mirada a otras latitudes como nueva York y su bolsa de valores, donde los tradicionales multimillonarios de pronto vieron como un grupo de jóvenes, desarrolló variables distintas para hacer caer acciones de empresas transnacionales con las que muchos de aquellos se convirtieron en “súper-ricos” ¿Cuántos de estos veinteañeros, podrán disfrutar de un futuro sin sobresaltos, luego de haber dejado el modesto capital de su préstamo estudiantil en Bitcoin? ¿Será esta la manera de reinventarse?
Parece que no se trata de esto; un ejemplo claro de las pérdidas que ha producido en nuestro vecino del norte el retorno a un modelo económico heredado de la época depredadora colonialista, será el alto costo que pagarán por generaciones los hoy jóvenes, en cuya formación esta circunstancia no estaba prevista. En el último bienio, países emergentes como el nuestro, han visto trimestres de desinversión, a lo cual se agregan factores específicos derivados de doctrinas políticas ya superadas, que pretenden imponer sobre todo gobernantes que aspiraban al poder al cual llegaron a destiempo según el análisis de gente pensante en todo el mundo. ¿Qué pueden hacer ciudadanos víctimas de acciones autoritarias como “expropien” y encuentren la manera menos sucia de hacerlo? ¿Cómo defenderse de la arbitraria pérdida de un patrimonio que nos costó toda una vida, luego de reacciones similares, por la imposibilidad de pagar impuestos -predial, por ejemplo- y servicios? Los jóvenes entrando a los cincuenta o los que frisan los veinte ¿Podrán heredar lo que con mucho esfuerzo ahorramos para ellos?
Como saberlo, ¿estarán mejor los veinteañeros o esos personajes que en sus cincuenta años y luego de haber fundado y explotado empresas basadas en la modernidad digital, tuvieron que cerrar? Regresar la mirada a la generación que les permitió formase y atendiendo al consejo del padre o del abuelo, están empezando a producir, lechugas, hongos y en general vegetales –hidropónico o con sistemas tradicionales- que ofertarán primero al mercado interno y luego, según se los permitan las condiciones supervinientes, en latitudes lejanas que deseen importar y con un gobierno que les faciliten exportar ¿cuántos podrán reinventarse de esta manera?
Quienes hemos sobrevivido al coronavirus, a pesar de los terroríficos diagnósticos con los que anticiparon nuestra partida de planeta solo por ser viejos, debemos mantener vigente nuestra capacidad de desenmascarar al tramposo e inepto, con la salvedad de que aprendimos hace tiempo que oponerse solo por hacerlo, es tanto como apoyar. En partidos que a lo largo de la historia sí produjeron avances al país y aun cuando los militantes vergonzantes nos quieran relegar, debemos evitar que nuestra lucha sea estéril. Los ciudadanos orgullosos y esforzados, tenemos la herramienta para sentar a los traidores, donde deben estar. De acuerdo, hay que expulsarlos, pero no por reacción visceral, sino en base a reglas justas.
Las causas sociales siguen ahí. Nadie las ha resuelto, cuando mucho se ha prostituido a grupos de marginados, aprovechando como ventaja su miseria material y de valores. A la gente dispuesta a ejercer responsablemente su voto en unos meses, le interesan los programas que se quiere promover, no las personas por más fama que les acompañe ¿Prefiere usted un famosos del espectáculo o un profesionista que sepa que hacer profesionalmente con la salud, la educación, la ciencia y en general la convivencia humana? Quienes tiene la fuerza y las condiciones para luchar, son los jóvenes ¿De verdad lo único que a ellos les mueve es un deportista goleador o ponchador de contendientes? ¿Qué debemos hacer nosotros, para que ellos se deshagan del desencanto para con la política? ¿bastará con señalar los excesos y las consecuencias de la enajenación de los bienes de la nación, aunque los autores se digan de izquierda?
[1] Un buen número de personas de mi generación, iniciamos el recorrido vital justo en condiciones de austeridad, por ello estudiamos, trabajamos y en general hicimos lo necesarios para no vivir con similares limitaciones a las que estuvieron sujetos nuestros padres
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