POR MARCO A. SAUCEDO
CUANDO ILUMINASTE MI VIDA…
Recuerdo que fue una noche fresca del 25 octubre de 1990, cuando yo iba de Saltillo rumbo a Monclova a las dos de la mañana, habían nacido mis cuatitas, a quienes les llamaríamos Daniela Beatríz y Karina Estefanía. “Mis dos arbolitos“ les decía, como la canción.
Nacieron prematuras, de tan sólo 7 meses de edad, con poco peso pero buen tamaño, eso sí, ¡muy sanas!, lo que les permitió crecer rápidamente. Nunca pensé en esos momentos que te tendría tan poco tiempo conmigo.
LA TRÁGICA NOTICIA…
El jueves 24 de Diciembre te sentiste mal y no saliste, pasaste navidad en tu casa, te hiciste prueba de COVID y el 26 tenías ya los resultados. Lamentablemente el 27 entraste a la clínica 7 del Seguro Social porque ya te faltaba la respiración y te dejaron internada sólo una noche. Al día siguiente, te mandaron a casa señalando que “el bebé se había volteado y por ese motivo no podías respirar”.
En casa fuiste empeorando y tuviste que regresar el 29 para internarte, fue la última vez que te vieron los niños en persona y la última vez que hablé por teléfono contigo. Ese día para ti era casi imposible el poder respirar y expresarte, sólo me dijiste al final “te amo papi” y yo te dije por última vez “yo te amo más mi niña”.
Pero una gran tragedia cayó sobre nuestra familia el pasado 7 de enero, la noticia de tu muerte me la dio Jonathan, tu amado esposo, quien con profundo llanto y con la voz entrecortada, casi sin poder articular palabra dijo: “Suegro, Daniela ya falleció, se nos ha ido”; con gritos de desesperación ya no pudo contenerse más y colgó.
Un grito desgarrador salió de mi garganta “No puede ser, mi chiquita ya no está, ¿Por qué Dios permitiste esto?” con tremendo llanto y dolor en mi corazón, mi mente no podía creerlo, mi garganta se cerraba ante tanto dolor, perderte a tus 30 años de edad es algo increíble.
Recorrí la misma ruta que aquel 25 de octubre, con el mismo cielo estrellado, pero con mi corazón destrozado, con un gran dolor en mi pecho y con muchas imágenes en mi cabeza que me hacían recordarte. Ahora no viajaba solo, sino con tus hermanos, Karina y Marco, y tu madre, Beatriz.
Tu felicidad era enorme, esperabas a Debanhi, quien estaba programada para nacer el 12 de enero. Todos estaban felices por la llegada de mi ahora tercera nieta; nunca pensamos en ese momento, la gran tragedia que llegaría a nuestra familia a causa del COVID-19.
NO HAY NOMBRE…
Viudo, huérfano, no encuentro la palabra para llamar a alguien cuando pierde un hijo; la pérdida es inconcebible e insuperable, pero no existe expresión alguna, ni existen palabras para tanto dolor, sólo aquellos que hemos vivido esta tragedia, sabemos que es una llaga tan profunda que nunca cerrará.
Sólo en la voluntad de Dios está la forma de entender que algún día te veré y estaré cuidando de ti, ahora estaré esperando cada día del padre que aparezcas y me llenes de sorpresas, que me llenes de tu gran amor incondicional, porque tú fuiste en su momento, mi gran motor de vida y amor que sólo un padre puede disfrutar.
EL COVID Y LA NEGLIGENCIA…
Aunque México esté en semáforo rojo, ni siquiera por eso la gente se ha tomado el tiempo de reflexionar, de pensar en que esta tragedia le sucedió incluso a alguien que tomaba todas las precauciones porque estaba a punto de dar a luz.
Hoy quiero invitar a la todos aquellos que no creen, a que tomen el COVID como el arma más letal e invisible que pueda existir, como una película de terror en la que no queremos reconocer que nosotros somos los actores y nos estamos muriendo, más de un millón 670 mil casos y 143 mil defunciones, somos el 13º país con más defunciones y Coahuila al día de hoy, 56 mil 701 casos y 4 mil 670 decesos.
Así mismo, levanto la voz contra el sistema de salud federal, el cual no cuenta con los equipos necesarios para la atención de nuestra familias. El IMSS es un sistema corrompido, quebrado y podrido desde su interior, nadie puede ayudarlo, a menos que le extirpen su propio cáncer. Al final mi hija pasó a ser parte de las crudas estadísticas; siempre se ha dicho, “si te quieres morir, intérnate en el IMSS”.
UN DÍA A LA VEZ…
Así como los alcohólicos o los drogadictos buscan recuperarse día a día, así quiero ver la vida hoy, caminar un día a la vez, no tengo planes, sólo los pospuse, porque el COVID me quitó a mi hija, su tranquilidad, sus esperanzas, sus sueños, sus hijos, el baile de XV años de Danielita, las graduaciones, los paseos, los viajes, la simple salida al parque, las hamburguesas, las botanas que hacías, el amor de tu esposo y la ternura de tu pequeña Debanhi que apenas conociste. Ya no hay un mañana contigo, te has ido y no volverás mas que en nuestros recuerdos.
Ha pasado más de una semana y no he podido terminar esto, porque me ahogo en llanto y cada lágrima cae sobre el teclado, volví a Monclova después de una semana y mi pequeña nieta Daniela te extraña mucho, noto en ella ese dolor y esa angustia, quiere venirse a Saltillo, pero yo sé que tú no lo permitirías, aún y cuando tus cenizas descansan por un tiempo aquí a mi lado.
LA DESPEDIDA…
Desde pequeña, siempre les decían que habían nacido con una gran estrella, y hoy eres esa estrella brillante en el cielo, un ángel para tus hijos, la luz en nuestro camino y el motor de vida.
Desde el plano espiritual has logrado mover lo terrenal, tus hijos y tu familia hemos recibido muestras de gran amor y cariño para ti en especial, pero sobre todo el gran apoyo de las redes sociales que se desbordaron ante tal tragedia que llegó a traspasar fronteras, llegando a todas partes.
Daniela, has dejado un gran hueco en mi corazón, una herida que jamás cerrará, eras mi niña, la alegría, con tu risa contagiosa invadías el lugar, eras quien daba la palabra exacta en los momentos difíciles, pero sobre todo, eras una mujer de una fe inquebrantable hasta el final de tu partida, uno de los médicos nos comentó, que cuando estaban a punto de entubarte te pidieron tu autorización, tu aceptaste con la condición que pusieran música cristiana en tus oídos, y unas horas después partiste con creador.
Te amo mi niña y no me cansaré de gritarlo al cielo, pidiendo por tu alma y por que la vida nos fortalezca para seguir adelante por tus hijos, tu esposo, tus hermanos y mis futuros nietos, por la gran familia que somos, porque nos enseñaste a ser fuertes y a no caer, pero eso hoy estamos de pie.
A tu memoria
Marco A. Saucedo
Autor
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