Un tributo a la nostalgia por esos años 90 en que el mundo descubría la ferocidad del SIDA, nadie hablaba de esos temas en los medios y Madonna causaba furor con Vogue, la segunda temporada de “Pose” es una lección brillante de provocación y elegancia al mismo tiempo, donde cada capítulo es una profunda referencia a temas tan importantes como la familia, el sexo, las relaciones humanas y la dignificación de personas que, entonces, eran “anormales”. Brillante en su factura, precisa en su metraje y llena de personajes tan queribles como contradictorios, “Pose” es una serie que debe ser vista sin prejuicios, porque provoca y convoca.
Estuvo primero en HBO y no pasó nada. O muy poco. De ahí la serie se trasladó a la plataforma de Netflix en donde se ha convertido en un seceso, especialmente con su brillante segunda temporada, que es una radiografía terrible de los años noventa.
Sus creadores, Brad Falchuk y Ryan Murphy, los artífices de “American Horror Story”, son quienes conducen con mano firme esta serie tremenda, con actores de excepcional calidad que ya se ganan su merecido lugar en la industria: el actor Billy Porter se ganó el premio Emmy al mejor actor dramático por su papel de Pray Tell en la serie, constituyéndose en el primer hombre negro declarado gay en obtener este importante trofeo, después de una larga carrera en Broadway.
Sus directores desean que “Pose” traslade a los espectadores a la cultura denominada ballroom, que vio su momento glorioso cuando la icónica Madonna sacó el single “Vogue” y se elevó como número uno en las listas de casi todos los países del mundo.
Precisamente este tema y este momento histórico marca el inicio de la segunda -y brillante temporada 2- de “Pose”: es el instante en que la comunidad LGTB comienza a adquirir presencia, deja de ser una subcultura y empieza a perfilarse con ideas, propuestas y mucha lucha por la reivindicación de los derechos de los marginados por el sistema social.
Así, el tema “Vogue” sobrevuela en los primeros capítulos e inspira a los protagonistas, pero todos saben que un single, por famoso que sea, deja de ser número uno y pasa a ser reemplazado por otro. Así ocurre y los sueños de los personajes comienzan a crujir.
Esta temporada 2 de “Pose” sigue las vidas de este grupo de personajes casi angelicales, a pesar de lo sórdido de sus pasados: Pray Tell sigue animando las competencias de las diferentes categorías entre las casas que protegen a estos desolados protagonistas, con Blanca (MJ Rodriguez), Elektra (Dominique Jackson), Damon (Ryan Jamaal Swain), Ángel (Indya Moore), Lil Papi (Ángel Bismarck) y demás personajes de la serie.
Pero lo inquietante de esta segunda temporada es que se hace una mención importante al drama del SIDA en los Estados Unidos, epidemia que a finales de los años 80 y principios de los 90 todavía era un enigma, no existía un adecuado control médico ni existían las terapias actuales, marginándose a los más pobres y a los homosexuales.
Los directores Falchuk y Murphy, evitan caer en el drama y abordan el tema del SIDA en un plano de comedia sutil, con canciones, referencias, conversaciones clave y mucha ternura, logrando que la tragedia -que está en el aire y llegaba para quedarse- pase a un segundo lugar en ese mundo de fantasía que cada noche presenta Pray Tell, donde a pesar de la sordidez y desencanto de muchas de las situaciones, prevalecen los valores de la familia, la ternura, la amistad, la sororidad y ese glamour tan queer que es el sello visual de la serie.
Lo mejor que tiene esta segunda temporada es que cada personaje tiene su tiempo para ser persona, para darnos su punto de vista y así la brillante Elektra con su 1,85 de altura demuestra que no solo es una víbora cubierta de látex que trata por todos los medios de proteger a los suyos, los chicos conocen de amores y pérdidas, especialmente Ángel y la dulce Blanca asume su enfermedad y se impone frente a los prejuicios de una sociedad que no estaba preparada para los acelerados cambios que se avecinan.
Oscilando entre la tragedia, la comedia y con mucha ternura que logra filtrar la sordidez, esta temporada 2 está sustentada en diez notables capítulos que suman sonrisas y lágrimas y una hilarante Elektra, luciendo su vis cómica como dominatrix.
Lo que sí sobrecoge es que la serie revela la ignorancia que tenía la sociedad de entonces respecto del tema del SIDA, la falta de solidaridad existente incluso entre la misma comunidad LGTB y la carencia de normas y procedimientos para enfrentar una tragedia que marcó para siempre a los protagonistas de un programa de exquisita factura, notable composición de personajes e indispensable material de discusión.
Esta serie ha marcado varios hitos: es la primera donde todas las actrices que protagonizan a transexuales lo son en la vida real, es una de las pioneras en poner sobre la mesa temas hasta ahora tabú. Su tercera temporada está confirmada con dirección del mismísimo actor Billy Porter y si su calidad es la misma que tiene esta segunda, estaremos ante una de las series de culto de la generación actual.
Autor
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Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación
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