El martes 21 de abril de 2015, la arquitecta argentina, personaje real en que se basa la protagonista de este filme, falleció de cáncer, dejando para todos sus amigos un recuerdo imborrable y para su hijo un cuaderno escrito durante su agonía, documento que terminó de completar pocos días antes de su deceso. Lo primero que aparece escrito en ese cuaderno es la frase: éste es el cuaderno que mamá escribió para Tomy chiquito”. El filme, agridulce y conmovedor, es un testimonio que merece una visión pausada en la extensa cartelera que ofrece Netflix para sus abonados.
María “Marie” Vásquez (una sobria Valeria Bertucelli) es la protagonista de la cinta argentina de Netflix, que revive la historia de una arquitecta argentina enferma de cáncer que, como una manera de testimoniar el amor por su hijo de dos años, le escribió un diario con sus recuerdos y reflexiones antes de morir. En la realidad este regalo se llamó “El cuaderno de Nippur” y fue un éxito absoluto, debido a que la mujer fue narrando toda su agonía a través de Twitter, donde se convirtió en un fenómeno mediático de proporciones. Editado por Planeta, tardó cinco años en convertirse en este filme, dirigido por Carlos Sorín.
En esta película se agradece el tono que el realizador le ha impuesto a su obra. Nada de exabruptos ni de excesos, al contrario, ni siquiera una escena de llantos se permite y solo prevalece el respeto por una mujer que está muriendo, que está despidiéndose de sus muchos colegas y amigos y sobre todo, de una enferma terminal que quiere que su marido y su hijo no sufran con su partida inexorable.
Es esa contención la que impone un sello especial a “El cuaderno de Tomy” y eleva sus méritos, haciendo que todo el relato resulte de una ternura y de una capacidad para transmitir valores.
A su alrededor van girando sus amigas y amigos, colegas de la oficina donde ella trabajó, todos seres humanos descritos de una pincelada, pero cada uno con un minuto que lo revelan en sus grandezas y debilidades, fieles a la amistad con María, todos ellos conscientes que heredarán un compromiso emocional tremendo tras su deceso.
El filme no escatima los datos duros: el derrumbe de María, sus constantes vómitos y la imposibilidad de retener la comida, sus dolores crecientes y la dependencia a la morfina, mientras ella solo aspira poder concluir el cuaderno que su hijo recibirá cuando ella ya no esté a su lado.
De este modo, el filme se concentra en una habitación, la 216, del Centro de Salud Meridiano junto a su esposo, Sebastián (Esteban Lamothe). Ese cuarto será epicentro de todos los encuentros, conversaciones, recuerdos y dolores, mientras entran y salen quienes han sido importantes en su vida, a la par que ella escribe de manera compulsiva en Twitter, donde se ha ganado un lugar de privilegio entre sus seguidores por su actitud siempre positiva ante la vida, a pesar de estar plenamente consciente de que vive los descuentos.
Ese cuarto será su refugio, allí pasará los últimos meses de su existencia, siempre junto a sus seres queridos y a su amiga Maru, la que además deberá administrar sus pertenencias para repartirlas según sus deseos.
Hay instantes reideros -ella dice que tener cáncer es como contagiarse de gripe, nada vergonzoso, pero mil veces peor- e instantes de ricas conversaciones con el personal que la atiende y especialmente con Diego Vigna, el médico jefe del centro hospitalario, firme en su decisión de administrar un proceso para mitigar el dolor físico.
Y aunque pueda pensarse en que el tema y el estilo es deprimente, lo que prevalece es una crónica de cómo una mujer enfrenta su fin, cómo prepara su partida y de qué modo trata de organizarle la vida a quienes más ama, su esposo e hijo, porque sabe que ya no estará.
Gran mérito de Carlos Sorín, el director y también guionista, es lograr que jamás haya ni siquiera un atisbo de melodrama y que la emoción fluya de modo natural y sin estridencias ni falsedades, incluso con atisbos de comedia en algunas secuencias que se agradecen porque distienden el ambiente y preparan muy bien el camino hacia el final que, inevitablemente, conmueve.
Cuando predominan los excesos y los efectos especiales, el director Carlos Sorín impone un sello claro, prístino y preciso para un filme que se revela como una pequeña gran joyita del cine argentino. Y esa mesura y respetuosa manera de realizar este relato sobre una mujer que muere de cáncer debe ser saludada como una película necesaria de ver, de comentar y sobre todo de compartir, en tiempos en que necesitamos un paliativo para tanto dolor.
De esta manera, este filme sobresale por la transparencia de su historia, la sobria interpretación de sus actores y el evidente deseo de evitar cualquier exceso incómodo para los espectadores, lo que redunda en una película que, con toda la naturalidad del mundo, se refiere a una enfermedad, la agonía que ésta produce y la muerte como hecho fatal.
Ficha técnica: EL CUADERNO DE TOMY. (Argentina/2020). Dirección: Carlos Sorín. Guion: Carlos Sorín, sobre el libro de María Vázquez- Duración: 84 minutos. Elenco: Valeria Bertucelli, Esteban Lamothe, Mauricio Dayub, Malena Pichot, Paola Barrientos, Ana Katz, Beatriz Spelzini, Mauricio Dayub y Fabián Arenillas.
Autor
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Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación
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