Cuando la vida hace literatura
«Concéntrate en todo lo bueno que te pasa, que a todos nos pasa mucho; y no en las desgracias, que a todos nos pasa alguna». Charles Dickens.
Su primer contacto con la escuela fue a los nueve años, pero ya para entonces sabía leer y devoraba libros por montones. Vivía en uno de los suburbios más pobres de la ciudad y soñaba con ser escritor. Cuando cumplió doce años su padre fue encarcelado, por lo que tuvo que empeñar su amada colección de libros, dejar la escuela y comenzar a trabajar en una fábrica de betunes para calzado.
Sin tiempo para leer y escribir, ante las duras condiciones de pobreza que vivió durante infancia y juventud, sus sueños de convertirse en escritor se complicaron. Pero atesoró en su memoria fotográfica cada experiencia y las reservó en un cajón especial de sus recuerdos.
Años después, cumplió su propósito de vida y se volvió un famoso escritor, pero nunca olvidó su infancia. Sentía la necesidad de plasmar las penurias vividas y entonces escribió un manifiesto inspirado por los efectos de la revolución industrial en los infantes.
Lo publicado no funcionó como esperaba, el ensayo no parecía tener la fuerza suficiente para cambiar las cosas. Así que consideró exponer su denuncia desde una nueva perspectiva, una novela corta o quizá un villancico que narrara estrofas de crítica a la pobreza tanto económica como de corazón. Eso pensaba, cuando cierto día al visitar un cementerio leyó un epitafio: “Ebenezer Scrooge, hombre egoísta”. La idea tomó forma y para el 19 de diciembre de 1843, terminó la obra que alcanzaría hasta la fecha un éxito rotundo en el mundo entero.
Más allá de la obra literaria, el famoso «Cuento de Navidad» de Charles Dickens, representa la voz de un niño que logró aportar una reflexión con la intención de cambiar el mundo, como bien diría el propio Dickens, «Honrando la Navidad en el corazón, y tratando de hacerlo durante todo el año»
Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.
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