Para bien o para mal, depende de su corazoncito político, ya sea ido un tercio del sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Dos añotes, en los que el presidente ha cambiado las formas sobre las que se conduce la política, pero en el fondo el sistema tradicional prevalece. Voy por partes.
El cambio más notable es que AMLO ha cumplido su promesa de combatir los privilegios que tenía la clase política, porque si existen ahora, ya no son tan evidentes, o al menos no se le restriegan en la cara al ciudadano a pie. Cambia también el hecho de que ahora el presidente comunica todos los días de viva voz y se dedica llenar todos los espacios mediáticos posibles para desactivar a sus adversarios.
También hay diferencia en la narrativa presidencial, que ahora es polarizante entre los que apoyan al régimen y quienes se oponen, los cuales son estigmatizados por el mandatario. Esto ya derivó en un nuevo tablero político, en el que se jugará el 2021: la fusión del antimorenismo contra el oficialismo.
Cambia la manera en la que se justifican las decisiones del presidente, utilizando de pretexto la voluntad del “pueblo sabio”. Y no olvidemos la dependencia que ha creado el presidente hacia las Fuerzas Armadas, que ahora tienen tareas que van desde la seguridad policial, hasta la construcción de obras.
Pero eso es la forma, lo que no cambia es el fondo. Los problemas que afectan al país persisten y se han agravado, sí por la pandemia, pero también por una serie de decisiones desatinadas y la necedad del presidente en los temas más relevantes en este momento, como lo son la economía, la salud y la seguridad.
La supuesta corrupción de las administraciones pasadas que López Obrador tanto prometió castigar, sigue impune, pues con excepción de Rosario Robles, ningún acusado ha pisado la cárcel. Pero ante los escándalos de su círculo cercano, no ha dicho ni Pío, ni Bartlett, ni Sandoval, ni Ramírez Cuevas, ni Guevara.
Y aunque hay un cambio sustancial para presionar a las grandes empresas a que cumplan con su pago de impuestos, no cambia el hecho de que existan empresarios privilegiados por la 4T, como Carlos Slim y Ricardo Salinas Pliego, que ahora actúan como voceros gubernamentales.
A dos años de la Cuarta Transformación, la esencia del sistema político sigue intacta, solo hubo un reciclaje de personajes y mañas. Pero al final del día, con AMLO, todo cambió para seguir igual.
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael
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