Con un ritmo intenso, apasionante y una descripción ordenada y prolija, esta mini serie de Netflix resulta un hallazgo en el género de los documentales basados en hechos reales (denominados true crime). En apenas cuatro episodios, cada uno de 55 acotados minutos, Alejandro Hartmann se introduce en un crimen no resuelto que conmovió a la sociedad argentina: el de María Marta Belsunce, caso que aún hoy remueve muchos aspectos y siembra dudas. El documental , además, es un ejercicio brillante respecto de cómo los medios de comunicación, la justicia y los valores imperantes terminan siendo protagónicos en un carrusel de dimes y diretes, contradicciones e hipótesis frente al cuerpo sin vida de una mujer de la clase alta en el baño de su casa.
Fue una tarde lluviosa, el 27 de octubre de 2002. Era la tarde en que se jugaba el clásico entre Boca Junior y River Plate. María Marta Belsunce regresó en bicicleta a su casa, frustrada porque su partido de tenis debió suspenderse por una lluvia sorpresiva. Entró a su lujosa casa del denominado country Carmel, en las afueras de Buenos Aires, un sitio privilegiado donde vive la clase alta. Nunca más se le vio con vida.
Este escalofriante suceso, dividido en cuatro capítulos, dan origen a una miniserie documental magnífica que, a partir del asesinato de María Marta García Belsunce, un crimen en la clase alta que conmovió a Argentina en 2002, dan cuenta de una gran cantidad de ideas asociadas que se desprenden de este crimen, Esta miniserie se alza, cautiva y mantiene su vigencia porque no solo muestra las contradicciones profundas que se generan en su investigación, en las causas judiciales y en los veredictos sucedidos hasta 2014, sino también porque escarba con agudeza en las relaciones de poder, en el peso de una clase dominante y en cómo la justicia actúa a partir de presiones y cuestionamientos de carácter ético y moral.
“Carmel: ¿quién mató a María Marta?” es un trabajo fascinante en su limpieza narrativa, donde nada estorba y cada plano revela, escarbando en los extensos archivos de un caso que se transformó en la gran teleserie para los argentinos que, por la época, vivía la renuncia del Presidente De la Rúa, el estallido de protestas y el drama del corralito y que vio en este caso una suerte de alivio, hábilmente conducido por los medios sociales, para tener un material en que los argentinos pudiesen escapar de su cruda realidad.
El espectador asiste de este modo a un resumen de lo que fue y sigue siendo este caso emblemático en Argentina, pudiendo acceder a los archivos, a los testimonios de los implicados, escuchar las versiones de uno y otro lado y, sobre todo, de enterarse cómo una familia poderosa manipula un entorno de fiscales, abogados, médicos y vigilantes del exclusivo country en que sucedieron los hechos.
El caso ocupó la portada de todos los medios: el lluvioso 27 de octubre de 2002, la socióloga María Marta García Belsunce fue encontrada muerta en el baño de su lujoso hogar en Carmel, un exclusivo condominio que está ubicado a cincuenta kilómetros de Buenos Aires.
Caratulado como un accidente casero – un resbalón y la caída de cabeza en la bañera del hogar- deriva en un confuso homicidio en el cual existen muchos sospechosos, partiendo por el marido de la difunta. Según va pasando el tiempo y nos vamos enterando de los testimonios, entendemos que acá hubo no solo un crimen extraño, con toda clase de contradicciones en su proceso investigativo inicial, sino que además hay una radiografía de una clase social, de los poderes que se manejan en determinados medios, del impacto mediático y la manipulación que se realizó a partir de este crimen y de cómo opera la justicia allende los Andes.
Y comienza a desplegarse en estos cuatro intensos capítulos una serie de preguntas, casi todas no resueltas: de quién fue el autor de los disparos en su cabeza, descubierto por uno de los dos médicos que la atendió de urgencia; de por qué sus familiares se apresuraron a buscar un certificado de defunción falso, ignorando de plano toda posibilidad de que fuera un crimen.
PREGUNTAS, VACÍOS, CONTRADICCIONES
Todo en el caso del crimen de María Marta Belsunce fue extraño, atípico: desde su particular velatorio, en el cuarto matrimonial, con una luz tenue ocultando el lado en que recibió seis impactos de bala, la pérdida de pruebas claves, el apresurado aseo del baño cuyas paredes manchadas con sangre fueron recién detectadas por el sofisticado procedimiento de un perito forense.
A partir de ese inicial escenario alterado, trucado, se comienza a desarrollar el caso y todas las pistas dieron como primer sospechoso: Carlos Carrascosa, el que podría haber urdido todo este montaje fatal en contra de María Marta junto a su propia familia, tratando de ocultar la verdadera causa de muerte de la socióloga.
Y de ahí en adelante, aunque algunos elementos parecen de película, todos corresponden a la realidad: el fiscal Diego Molina Pico da con un dato escabroso e impactante: al efectuarse la autopsia de María Marta, los médicos descubren que los orificios de la cabeza de la muerta y analizar el cuero cabelludo, la pericia determinó que había cianocrilato, un componente que está en el pegamento conocido en el mercado como La gotita, es decir, se habría intentado cerrar los orificios con este elemento que se puede comprar en cualquier almacén.
Ante esta acusación, la defensa sostiene un argumento casi risible: la difunta María Marta usaba un shampoo para combatir la pediculosis, debido a que por su trabajo en la organización Moving Children, debía moverse en ambientes en los que había muchos niños afectados por los piojos.
Cada uno de los cuatro capítulos es apasionante, intenso, entretenido y deja con muchas interrogantes, todo lo cual se duplica cuando recordamos que esta situación es verídica y no ha concluido en Argentina, pese a la cantidad de años transcurridos desde el brutal asesinato.
Alabada por la crítica especializada, esta serie de Netflix es material de obligado visionado y de acuerdo con lo que se ha publicado acerca de ella, uno de sus mayores méritos es que aprovecha a su favor la pequeña perspectiva histórica con la que cuenta.
“Dieciocho años después del crimen, una vez asentada la polvareda de la confusión y apagado el ruido ensordecedor de los medios de comunicación, repasa el caso desde cero separando la paja del trigo, con la posibilidad de reflexión que da no tener una urgencia periodística por la primicia”, señala en su crítica el medio Clarín, en Argentina.
Otro elemento a su favor es que el director da cabida a que sean los propios involucrados que hablen, expresen sus opiniones, sus dudas y sus certezas, tanto del lado de la defensa como de la fiscalía, decisión narrativa que potencia esta miniserie. Los únicos que no quisieron cooperar con este trabajo fueron Nicolás Pachelo, un vecino poco querido del exclusivo condominio que todos señalan como sospechoso de haberse robado unos palos de golf y secuestrado al perro de la víctima para cobrar rescate y Beatriz Michelini, una masajista que atendía a María Marta. Tampoco lo hizo el cuñado, Guillermo Bártoli, fallecido dos años después del crimen.
Lo interesante es que el gran protagonista de la miniserie termina siendo el fiscal Diego Molina Pico, quien desarrolla un interesante relato, reflexionando no solo acerca del caso que investigó de manera implacable, sino acerca de los límites de la verdad, la justicia y el sentido del deber en una sociedad que oscila entre la empatía con Carlos Carrascosa y el ensañamiento de lo que esta familia representa para un país con injusticia, inequidad y desgaste social y político.
Quizás el valor más notable de este trabajo fílmico sea la manera en que el propio director Alejandro Hartmann establece sus entrevistas, con empatía, serenidad y una cámara que ausculta a cada persona que se sienta frente a él, revelando no solo datos del crimen sino también de sí mismos, aportando elementos autobiográficos que ayudan a situarlo en el contexto, a entenderlo en sus acciones e incluso, repasan sus existencias ante el director que los escucha y graba con empatía. El fiscal Molina Pico es fan del Zorro, porque desde niño quiso abrazar la justicia mientras que el viudo Carrascosa revela que no pagó por el rescate de su perro secuestrado. Pero por encima de esos detalles, el director escarba, mete el dedo en la llaga e interroga sin dejarles tiempo al acomodo.
En su conjunto “Carmel: ¿quién mató a María Marta?” resulta fascinante porque tan pronto se adentra en los episodios clave del juicio contra Carrascosa y su familia, acusados por homicidio y encubrimiento respectivamente, también da cuenta de los estilos de documentación de la prensa argentina frente a este caso. Y en esta característica manera de narrar, aparecen personajes extraños y descabellados como una médium que visita la escena del asesinato para conectar con el alma de la difunta o una bloguera que adhiere a apoyar a Carrascosa, convencida de su inocencia.
Ver esta miniserie es navegar por contradicciones, especulaciones, supuestos, sospechosos y por extrañas e insólitas circunstancias que alimentaron uno de los casos más sobreexpuestos de los últimos años en Argentina, con instantes casi surrealistas -una prueba encontrada en el pozo séptico de la casa-, instantes de tensión -el duro enfrentamiento de dos amigas de la víctima durante un careo- y de notable manejo del tiempo, el espacio y el formato narrativo, como el magnífico plano final en que se desmonta (literalmente) el escenario de este crimen enigmático sucedido una tarde lluvioso en la que, mientras la mitad de Argentina vibraba con el encuentro entre Boca Junior con River Plate, María Marta entraba a su casa, ignorante absoluta de que horas más tarde saldría de allí convertida en un cadáver.
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