LA CIUDAD DE LOS PÁJAROS

  Todos buscamos algo en este mundo, ése es el tema esencial de esta excelente película brasileña que se estrenó en el último Festival de Berlín, sumada silenciosamente al catálogo de películas de Netflix y que todo fanático del cine debe visionar. Debut en el largometraje de ficción del realizador Matías Mariani, después de dos documentales, este potente filme tiene nada menos que a seis guionistas que dieron cuerpo a una película en clave de thriller y también cercana al realismo mágico, contemplativa y llena de poética visual que no debe pasarse por alto.

 

Todo parte con los desvelos de un inmigrante nigeriano que busca, de manera obsesiva, la pista de su hermano. Mientras más se adentra en el misterio de su desaparición, este personaje se empieza a dar cuenta que está siguiendo una pista demasiado extraña, esquiva, inasible, todo lo cual le genera un cuestionamiento de su propia identidad.

Conviene tener claro que Brasil es uno de los países donde existe la mayor cantidad de inmigrantes africanos, la mayor parte de los cuales provienen de las ex colonias portuguesas: Angola, Mozambique, Cabo Verde. Una gran parte de esa masa de inmigrantes pertenece a Nigeria, el país más grande del continente africano. Este dato es clave para comprender el periplo que vive el protagonista de esta singular película que, conviene recalcar, debe ser vista con cuidado, en especial por quienes conciben el cine como una propuesta audiovisual antes que una máquina de entretenimientos.

Este filme fue presentado en la sección Panorama de la última Berlinale, y desde entonces su destino nos fue desconocido hasta ahora, cuando aparece de manera silenciosa en el cada vez más nutrido catálogo de Netflix.

De esta manera, este filme brasileño sigue el itinerario de un inmigrante nigeriano, que desembarca en Sao Paulo, una urbe en donde existe la mayor cantidad de recién llegados de Nigeria y comienza una búsqueda, errática, desesperada, por encontrar a su hermano, mientras que él mismo va evaluando el valor de los lazos que unen a las familias e iniciándose también en los misterios caminos de la vida.

Toda la búsqueda que emprende Amadi (O. C. Ukeje), de profesión músico es un camino obsesivo por tratar de comprender qué sucedió con Ikenna, su hermano mayor (ChukwudiIwuji), que emigró tiempo atrás, que era además el hijo favorito de su madre.

A medida que el relato se articula nos enteramos que Ikenna ha enviado muchas cartas a su hogar en la ciudad de Nsuka, en Nigeria, donde comparte su felicidad por una serie de éxitos alcanzados, sobresaliendo el dato que se ha incorporado como Profesor Titular de Estadística Cualitativa, una especialidad que pocos saben de qué trata.

Pero Amadi empieza a dudar de tantos éxitos, sospecha que la realidad es otra, que algo se esconde entre las líneas de esas cartas tan felices. Y lo interesante es que a medida que toma contacto con quienes lo conocieron en Brasil recibe versiones completamente diferentes acerca de su estado actual.

Y además surge otro dato inquietante, porque mientras indaga, Amadi descubre que su hermano era conocido por distintos nombres y pudo haber sido desde traficante, tener una novia o varias e incluso haberse involucrado en el tema de los videogames. En lo único que todos parecen coincidir es que Ikenna era un genio matemático, quizás un tipo con habilidades poco común que solo trata de usar algoritmos para ganar las carreras del hipódromo y vencer al azar utilizando cálculos y estadísticas de alta complejidad.

Este hermoso filme adquiere entonces estructura de película de suspenso, de thriller, sobre todo en las averiguaciones y caminatas de Amadi, tratando de lograr respuestas sobre el paradero de su hermano, que cada vez se torna más escurridizo, inatrapable.

A esta situación, ya de por sí compleja, se suma el tema de las diferencias culturales, la ignorancia del idioma, la desesperante situación de ser un inmigrante haciendo el papel de detective.

Y es en esta búsqueda incesante que Amadi se empieza a develar como un hermano menor que emocionalmente siempre ha dependido del otro, que envidia el favoritismo de su madre por Ikenna, todo lo cual significa que empieza a cuestionar su propia identidad, el sentimiento filial y su lugar en el mundo.

Cinematográficamente, el filme “La ciudad de los pájaros” tiene una estética cuidada hasta el milímetro, casi como la obsesión de Ikenna por las matemáticas, donde destaca una fotografía preciosista y una gran cantidad de simetrías visuales y perspectivas en donde vemos al protagonista aplastado por las enormes construcciones de Sao Paulo, con planos destacando techos que ponen límites, grandes panoramas de autopistas y edificios, en resumen, esos tan mencionados espacios denominados no-lugares, en que los personajes están sin sentir compañía alguna, solo el vacío.

Ese excesivo encuadre pulcro y matemático, hace que la película a ratos resulte demasiado forzada en querer mostrar belleza, alcanzando cuotas manieristas y sobrecargadas, aunque en otras muchas ocasiones resulten poéticas y delirantes. Y esto destaca más cuando descubrimos que el guion -pese a estar firmado por seis profesionales- no es tan profundo ni cuidadoso como sí lo es su cinematografía.

Donde sí se eleva el filme es en el paulatino descubrimiento de la realidad que hace Amadi, porque en verdad mientras más busca a su hermano, más se encuentra él mismo. Todo eso en clave de realismo mágico tan controlado como libre al mismo tiempo.

 

LA CIUDAD DE LOS PÁJAROS. Cidade Roberto Winter.Pássaro, Brasil/Francia, 2020. Dirección: Matías Mariani. Guion: M. Mariani, Maíra Bühler, Chika Anadu, Francine Barbosa, Júlia Murat, Chioma Thompson Roberto Winter. 102 minutos.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación