Chihuahua, su historia, hermoso Centro Histórico y el impacto del Coronavirus
En algunas ocasiones, el turismo es involuntario, aunque se le agradece a la vida por ponernos en una situación de ese tipo, pues viajar siempre es un deleite, en las condiciones que sea.
La partida, como en cada viaje lejano, exigía levantarse muy temprano. Las 4 de la madrugada uno se siente como zombie, si es que el cine no nos ha mentido, pues se despierta con los 5 sentidos a una capacidad reducida, pero los deseos de emprender un nuevo viaje son siempre un buen combustible para emprender el camino.
Un buen baño para sacudir el amodorramiento -sensación de cansancio, pesadez, sueño, embotamiento de los sentidos y torpeza en los movimientos-, revisar que todos lo necesario esté en la mochila y a beber y cafecito espumoso, calientito y aromático… parece que los sentidos comienzan a trabajar a su máxima capacidad.
Un transporte de plataforma es el único medio para trasladarse a esas horas de la madrugada, en las que la gente común usualmente dormimos para recuperar energías. El traslado al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, terminal 2, muy agradable, el conductor es un buen conversador y me hace ver que llegaré con bastante tiempo de anticipación a mi cita, pues no hay tráfico por ningún lado.
En el aeropuerto, el acceso muy bien vigilado, nos requiere responder un cuestionario y luego revisar el contenido de la maleta, que por cierto es de mano, pues solo estaré un día en mi destino y no hay necesidad de documentarla. El acceso es rápido y en la sala de espera aprovecho para comenzar a leer, me llevé un libro, regalo del buen amigo Carreto, que tiene algunos meses guardado, esperando a ser leído: La Tepiteada del finado Armando Ramírez.
Otro café y la espera se pasa rápido, entre lectura y recuerdos del Centro Histórico de la Ciudad de México, porque eso me han evocado los escenarios del libro, que describen algunos lugares con lujo de detalle y que se me van grabando claramente.
El ascenso al avión fue rápido y ordenado… Chihuahua, ahí voy.
La aeronave está a la mitad de su capacidad, así que aprovecho para usar dos lugares como mi espacio de viaje. La lectura me hace pasadero el recorrido y cuando menos imagino, ya estamos del otro lado del país, escuchando al Capitán decir que nos preparemos para el descenso.
La ventana por la que me he asomado esporádicamente, viendo solo nubes, ahora me muestra una zona montañosa con todos cobrizos, cual maqueta del desierto, me recuerda a la secundaria y una representación del Sahara que tuvimos que presentar en la materia de Historia, pero esta maqueta sí es real.
La mañana nos recibe en la capital del estado, con un clima benévolo, un calorcito como de 20 grados, al cual no venía preparado, imaginando que por la época del año estarían las temperaturas muy bajas.
Fuera el suéter y solo me queda el saco para estar presentable, pues el objetivo primordial de este viaje es recoger un documento en la bella Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), que es mi primer destino y eso le digo al taxista que amablemente me invita a subir a su auto, explicándome que está completamente sanitizado y pidiendo que me aplique gel antibacterial.
“Regresamos a semáforo rojo hoy en la mañana”, dice el señor Rodolfo, muy contrariado, “los hospitales están llenos y a la gente le importa un comino, porque salen a la calle sin cubrebocas”, explica, mientras mueve la cabeza en señal de desaprobación. “Ya somos pocos los que estamos trabajando, esperemos que no cierren el aeropuerto” me cuenta, aclarándome que prácticamente todos los negocios están cerrados y que solo podre pedir para llevar cuando necesite desayunar.
Me deja en la UACH, donde rápidamente y de manera muy amable me atienden, incluso 1 hora y media antes de mi cita, exigiéndome usar cubrebocas para evitar al máximo los contagios por Coronavirus, este mal que nos aqueja en México desde el mes de marzo, me acuerdo, porque a la semana de festejar mi cumpleaños, nos pidieron que desalojáramos la Universidad donde trabajo en el Estado de México.
Es temprano y tengo un buen rato para recorrer el Centro Histórico, así que abordo el Bio-Bus de Chihuahua, el cual está prácticamente vacío. Se trata de una línea de autobuses modernos, que trasladan en línea recta a los pasajeros de norte a sur. Me comenta un pasajero, que esta obra fue autoría de César Duarte, aunque explica que fue sujeto de mucha crítica por tanto dinero que se le invirtió.
El Centro es hermoso, una típica ciudad colonial, con edificios añejos en perfecto estado de conservación, para un lugar que fue fundado el 12 de octubre de 1709 con el nombre de Real de Minas de San Francisco de Cuellar.
Desde que me acercaba en el Bio-Bus, pude percibir una columna con un ángel encima, que me llamó mucho la atención. Está en la Plaza Mayor o Plaza del Ángel, que es un espacio muy amplio, donde se puede caminar y presenciar la hermosa columna y su bella estatua. La columna mide 37 metros de altura y es de mármol, coronada por el ángel, una obra de bronce que mide 8 metros, autoría de José González Heiras.
Enfrente al cruzar la calle, está el Palacio de Gobierno de Chihuahua que destaca por su majestuosidad, una construcción del siglo XIX, de cantera, cuya construcción del arquitecto José Ignacio Irigoyen, tardó más de 10 años, hasta que se inauguró el 1 de junio de 1892.
A un costado, se encuentra el Museo Calabozo de Miguel Hidalgo, un edificio que data de principios de 1800, pues fue el lugar donde el Padre de la Independencia, estuvo cautivo durante tres meses. Un espacio hermoso, donde se puede sentar a relajarse, sin embargo, en estos días de pandemia, no es tan recomendable.
Finalmente, decidí dar la vuelta a la mazana, para revisar una placa metálica en el piso, que registra la muerte de la activista Marisela Escobedo, tristemente celebre por investigar y poner a disposición de las autoridades al asesino de su hija y manifestarse durante mucho tiempo para que éste fuera castigado, sin conseguirlo, por el contrario, siendo asesinada afuera del lugar más vigilado de Chihuahua.
Por esta ocasión, decidí volver al aeropuerto, al ver que todos los negocios del Centro estaban cerrados, siempre usando cubrebocas. Con mucha hambre llegué a comer adentro de la terminal aérea de Chihuahua, muy contento por el recorrido y los trámites finiquitados.
Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y lo invito a que me siga en las redes sociales a través de Twitter en @Cinematgrafo04, en Facebook con “distraccionuniversitaria” y mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com
Autor
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Periodista, escritor y catedrático. Lic. en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM y actualmente maestrante en Comunicación por la UACH.
Titular de columna "Cinematógrafo 04". Imparto Taller de Micrometrajes Documentales, así como el Diplomado en Cine y Cultura Popular Mexicana.
Ganador del premio a la investigación Ana María Agüero Melnyczuk 2016, que otorga la Editorial argentina Limaclara
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