No sé si recuerden, pero hace un año, hubo protestas en Chile cuyo saldo fue de 32 muertos y más de 400 víctimas de daños oculares por las balas de goma. En principio las manifestaciones fueron detonadas por un alza al transporte público, pero como una bola de nieve, el descontento se extendió al costo de vida, las deficiencias del sistema de pensiones, los altos precios de medicinas y atención médica, la desconfianza a hacia la clase política y el rechazo a la Constitución que data desde la era de Pinochet.
Para mitigar el estallido social, el gobierno chileno aceptó, a regañadientes, el someter a plebiscito la Constitución de la dictadura. Originalmente, la votación debió llevarse a cabo en abril de este año. Pero, el COVID hizo de las suyas, y por ello, hasta el domingo pasado se realizó la consulta. Participaron 7.5 millones de electores, lo cual es un record para Chile, y el 78% aprobó el enterrar la herencia constitucional de la dictadura y escribir una nueva Carta Magna.
El plebiscito también preguntó sobre qué tipo de órgano debiera redactar la nueva Constitución. Ante el rechazo a la clase política, ganó la opción de integrar una convención constituyente, que estará formada por 155 ciudadanos elegidos por voto popular, y por primera vez será un órgano con paridad de género y con una cuota de representación indígena, un enfoque que por sí mismo, ya es un cambio radical contra lo que representa la Constitución actual.
Pero despacio y nos amanecemos, porque este “renacimiento”, va a tardar un rato. Los chilenos tendrán que ir a las urnas una vez más en abril del 2021 para elegir a los 155 ciudadanos que integrarán el órgano constituyente, que comenzaría a sesionar en mayo del próximo año. Una vez redactado y aprobado, el texto final de la Constitución será sometido a otra consulta que, tentativamente se llevará a cabo en la segunda mitad del 2022. O sea, los cambios van, lentos pero seguros.
Definitivamente este es un triunfo de la sociedad chilena que logró imponerse sobre la clase política, los enclaves autoritarios, pero sobre todo a la carga histórica que dejó la dictadura militar, aun 30 años después de haber finalizado. Para el presidente Sebastián Piñera también es un logro, pues al canalizar el descontento social hacia un proyecto de Nación en el que los ciudadanos tendrán un peso fundamental, atiende los reclamos que tuvieron al país en agitación y consigue sortear la turbulencia, que en su momento amenazaba con que no pudiera terminar su mandato.
El domingo pasado Chile ha dado un paso hacia el fortalecimiento de sus instituciones y vida democrática. Un claro ejemplo de construcción a través de la fuerza ciudadana. ¡Felicidades a mis amigos chilenos!
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael
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