Si algo les puedo decir de las elecciones es que éstas dejan cicatrices. Después de la derrota que sufrió Hillary Clinton hace 4 años, muy seguramente los seguidores Joe Biden se preguntan si la historia no se estará repitiendo ante un Donald Trump que estando abajo en las encuestas se impuso en el Colegio Electoral. Pues tengo razones para creer que la historia del 2016 es diferente a la del 2020. Y les cuento por qué.
Uno de los principales motivos de la victoria de Trump, fue que muchos electores Demócratas vieron la nominación de Clinton como una imposición de la cúpula del partido, y un asalto en despoblado a Bernie Sanders. A la hora de la elección de cobraron la factura. Esta vez no se percibe una fisura interna partidista. Los Demócratas saben que, si no se alinean con Biden, les simpatice o no, le estarían regalando otros 4 años a Trump. Ergo, el odio hacia el mandatario es su factor de unidad.
Por otro lado, están las encuestas y los estados clave. A esta altura, Hillary tenía un margen de ventaja de 3 puntos a nivel nacional. Y de hecho no estaban errados los números, puesto que Clinton ganó el voto popular por 2.2% o 2.8 millones de votos. Su problema fue que perdió estados de la base Demócrata como Wisconsin, Michigan y Pennsylvania, además de estados en competencia como Ohio y Florida. En esta ocasión, Biden tiene ya un margen de ventaja considerable en los estados que perdió Hillary, además de posibilidades en Arizona, Carolina del Norte, Georgia y Florida que también fueron ganados por Trump en el 2016.
Además, está el COVID que ha detonado el voto por correo ante el miedo al contagio por a acudir a las urnas. En el 2016, a 3 semanas de la elección, 4 millones de personas habían votado de manera anticipada. En el 2020, lo han hecho 9 millones en 30 estados que lo permiten. Estos votos reflejan en gran medida la preferencia de las encuestas, en las que Biden tiene, en promedio, 10 puntos de ventaja. Por eso, Trump se ha dedicado a descalificar esta modalidad de votación y acusarla de fraudulenta.
Por último, están los escándalos. En el 2016, los seguidores de Trump usaron como bandera de campaña los emails que tenía Hillary en un servidor privado, que hasta querían meterla a la cárcel. Biden cojea por los negocios que hizo su hijo en Ucrania, supuestamente usando la influencia de su padre. Pero si de escándalos se trata, pues Trump es el rey.
La elección está muy cerca, y hay condiciones para que los Demócratas se saquen la espina del 2016, aun con un candidato que realmente no ha hecho algo para merecer el triunfo, más que “nadar de muertito” y dejar que Trump se hunda solo. En 21 días lo sabremos.
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael
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