28S
Es lunes por la noche, y al igual que en otras ocasiones, me cuestiono la necesidad de justificar mi capacidad de decisión sobre mi cuerpo, siendo mujer. El porqué, pese a mi evidente interés en el tema, y mi gusto por la escritura, tengo qué, de alguna manera, esperar que esto llegue a alguien más y que cause un efecto deconstructivo en su perspectiva de nosotras, como mujeres, como personas. No estoy sola, sé que hay todo un gran movimiento de reivindicación en torno a la mujer, y con gusto, pero también con mucho pesar, soy parte de él. Lo es así, porque la meta es que en un futuro no sea necesario desentrañar, explicar, justificar y buscar vivir libre de violencia por cada pensamiento, acción u omisión que atente contra lo que se espera de una mujer.
Este movimiento, no se trata únicamente de derechos, sino de identificar y reconstruir cualquier estructura en la que se vea inmersa e interactúe la mujer, puesto que, por origen, estas son dominadas o lo han sido durante largo tiempo, por hombres. Como niñas, desde que asistimos a la escuela primaria, tenemos que aprender a distinguir cuando se nos toma en cuenta, incluso dentro del uso generalizado de un lenguaje sexista. Desde aquí es posible vislumbrar la exclusión en todo tipo de interacción.
Por ejemplo. Si la profesora dice: “niños, salgan al recreo”, y de pronto, todas las niñas deciden no salir, naturalmente la reacción de la maestra sería la de desconcierto, pues desgraciadamente, lo normal no es que digamos “niños y niñas”, e incluso y dependiendo del temperamento de esta, se podría molestar, como regularmente ocurre cuando intentamos modificar cualquier expresión del status quo. De manera activa, o pasiva. No obstante, si esa misma profesora dice: “niños, vayan a jugar fútbol”, y las niñas atienden a ese llamado, partiendo de los roles de género imperantes, es muy probable que, o les prohíba realizar tal actividad a las niñas, o mínimamente, exprese su desagrado al ver a una mujer hacer actividades que han sido adjudicadas desde antaño, a los hombres.
La mujer, en distintos ámbitos y en múltiples manifestaciones ha sido vista, entendida, tratada y desechada como un objeto. Se nos ve como un ente, sobre el cual ejercer un poder de dominio, estableciendo un tipo de derecho de propiedad. Es normal que, siendo criada y socializada bajo estos esquemas de pensamiento, durante gran parte de mi vida no me haya cuestionado el porqué debería ser legal el aborto.
Incluso, luego de hacerlo en un primer momento, sopesé una serie de factores que me llevaron a decir que el aborto no debería ser legal. Luego dije sí, pero, solamente en algunos casos, como la violación. La verdad es que, no era algo que me atreviera a decir en voz alta, y la razón es muy sencilla, no me sentía bien al concebirlo así. Algo parecido a aquellas veces en que sabes que, estás mal, y, por ende, prefieres abstenerte de opinar, pero ¿mi indiferencia o ignorancia haría menor el problema, o la cuestión? Claro que no. Reconocí que tenía la necesidad de auto educarme y concientizarme en ese sentido. Quizás terminaría más convencida de que no debería ser legal o, por otro lado, saldría del error.
Fue un proceso gradual llegar a convencerme a mí misma de mi derecho a abortar. A ti como mujer, nadie te viene a decir: “tienes el derecho a decidir qué quieres hacer con tu vida”, por el contrario, se te impone, descaradamente de forma coercitiva, o por medio de mecanismos de opresión invisibilizados. No inicia en el momento en el que una mujer es forzada, o bien inicia “libremente” su vida sexual activa. Por el contrario, inicia al cuestionarnos válidamente, ¿por qué estamos aquí? Y sí, muchos y muchas recurrimos a la socorrida respuesta de: “Dios así lo quiso”, pero siendo más causalistas y dejando factores no humanos de lado, realmente, ¿por qué motivo tu mamá biológica te alumbró?, más aún, ¿por qué no decidió cesar su embarazo?
A muchos y muchas puede aterrarles la idea de que, si su madre respondiera que lo mejor para ella como individua hubiese sido el no ser madre, implica necesariamente que no ama a sus hijos e hijas, o no lo suficiente. Cuando lo cierto es, que desde que tenemos uso de razón, a las mujeres se nos delimita a maternar, lo queramos o no, lo planeemos o no, lo consintamos o no. Por religión, moral, ética, tradición, castigo o evolución y conservación. Los estigmas en esencia son los mismos, con distinta investidura. De hecho, no cuestionarnos a nosotros y nosotras mismas como hijos e hijas, si nuestra madre pudo haber tenido una vida más plena como mujer sin ser madre, es egoísta.
Es también doloroso, porque lo inmovible de las estructuras que nos mantienen en una zona de confort nos evitan ese tipo de sufrimientos. ¿A costa de quién? La tienes o tuviste en cuerpo presente, y le dices mamá. Esto no quiere decir que las mujeres no debamos ser mamás, menos aún, que no debamos querer serlo. Por el contrario, “la maternidad deberá ser deseada, o no será”. No se trata de que abandonemos la idea de ser madres, sino de liberarnos de los distintos mecanismos de opresión que no permiten o impiden, elegir serlo, o no. Consecuencia de ello, que decidir no ser serlo, no sea a su vez, objeto de burla, indignación, rechazo y/o exclusión.
De acuerdo con el artículo 195 del Código Penal de Coahuila vigente, comete aborto quien causa la muerte al producto de la concepción, en cualquier momento del embarazo. Posteriormente en el 199 se establecen una serie de hipótesis de aborto no punible, a saber: 1) aborto por violación, o por inseminación o implantaciones indebidas; 2) aborto por peligro de la mujer embarazada; 3) aborto por alteraciones genéticas o congénitas graves; 4) cuando el aborto sea consecuencia de una conducta culposa de la mujer embarazada. En este último caso, la culpa no debe ser entendida como un vocablo de la vida común, sino en su significado técnico, es decir, cuando no hay dolo en la conducta. Es lo mismo a decir, que no hay la intención de matar al producto del embarazo, por parte de la mujer gestante.
¿Qué hay de malo con lo que antecede? Todo. Cada 28 de septiembre se conmemora el Día de Acción Global por el Aborto Legal y Seguro, desde el V Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe, en el año 1990. Se propugna por la interrupción voluntaria del embarazo. El aborto legal y seguro, es un derecho humano. Se encuentra dentro de la gama de derechos económicos, sociales y culturales. Es un derecho vinculado a la no discriminación, derecho a la vida privada, derecho al libre desarrollo de la personalidad, y al derecho de salud sexual y reproductiva. Internacionalmente, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CESCR) ha reconocido la incompatibilidad entre el ejercicio del derecho a la salud por parte de las mujeres, y la prohibición absoluta del aborto. Además, el Comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer (CEDAW) ha reiterado, que las leyes restrictivas del aborto son una violación del derecho a la salud.
De acuerdo con el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en su Informe provisional del relator especial sobre el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental, de 2011, “la promulgación o el mantenimiento de leyes que penalicen el aborto puede constituir una violación de los Estados de respetar, proteger y hacer efectivo el derecho a la salud”. En su Informe del relator especial sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, de 2016, se apuntó que “cuando las mujeres se someten a abortos en condiciones de riesgo y cuando se ven obligadas a llevar el embarazo a término contra su voluntad, aparecen consecuencias físicas y psicológicas a corto y largo plazo”.
Estas son solo algunas declaraciones muestra que conforman un basto entramado de argumentos y consideraciones que sustentan el derecho de decidir de la mujer. “Educación sexual para decidir; anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. El aborto es importante para consolidar la justicia social y la emancipación de la mujer del yugo masculino. Si comprendemos los patrones patriarcales y como se inmiscuyen en nuestro día a día, será más fácil advertir sus impactos negativos.
Obligar directa o indirectamente a las mujeres a parir, no es dar vida. Abortar no es una cuestión de “aborto sí o aborto no”, el aborto es llevado a cabo sea legal o no. La clandestinidad y sus circunstancias son el punto de modificación. De acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en el mundo se realizan todos los días aproximadamente 55 mil abortos inseguros. 95% de ellos ocurren en países en vías de desarrollo, responsables de 1 de cada 8 muertes maternales. Los abortos en Brasil, Colombia, México y República Dominicana ascienden a 2.8 millones, y en toda la región de América Latina y el Caribe llegan a más de 4 millones.
Me sumo a los dos postulados con una conjunción copulativa de muchas. Estoy a favor del aborto, y cuando la mujer pueda decidir libremente no interrumpir su embarazo, consumarlo y ser madre, en consecuencia, él o ella nazca, estoy de acuerdo en hacer todo lo posible para que tenga una niñez digna, sana y protegida. Buscar alguna razón que absuelva a las mujeres de una deuda con sus prejuicios, y de responsabilidad penal por cometer aborto como lo hacen los diversos códigos de las entidades federativas, y el relativo a nivel federal, traducidos en las hipótesis en los que el aborto no es punible, es proporcional a no reconocer la autonomía personal de las mujeres.
¿En qué momentos y bajo qué circunstancias una mujer tiene permitido tener su derecho al aborto?, ¿por qué he de ser primero violentada, literalmente violada, para ejercer mi derecho al aborto de manera legal? ¿por qué no se reconocen el resto de las violencias que producen, conducen y acompañan un embarazo? ¿por qué se considera que las opiniones de personas que no gestan son válidas, o lo son más que las de las mujeres sobre el aborto? Esta es solo una de las manifestaciones que impregnan la vida en sociedad, en la que solamente se ha tomado en cuenta una perspectiva histórica por razón de género. Evidentemente no ha sido la de la mujer, ni sus perjuicios y beneficios en su calidad de vulnerabilidad .
La autora es estudiante de Derecho en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Autónoma de Coahuila
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