CRÓNICAS TURÍSTICAS

HÉCTOR TREJO S. 

Acapulco exprés, una aventura de fin de semana

Los días al frente de un grupo de alumnos de nivel bachillerato suelen ser estresantes, cuando los educandos no tiene las menor intención de trabajar en su educación, en estos casos, es necesario liberar la tensión de alguna manera, en lo personal, siempre he considerado que viajar a la playa es una forma muy efectiva de desprenderse de la tensión acumulada y como opciones cercanas, viviendo en la Ciudad de México, solo quedan Acapulco o Veracruz, aunque por la comodidad, decidimos escaparnos el fin de semana al maravilloso Puerto de Acapulco.

Conducir es un tanto complicado cuando se requiere desprender el estrés de nuestros cuerpos, así que la elección más viable fue trasladarnos en el Metropolitano de la Ciudad de México a la Terminal de Autobuses del Sur, ubicada en la salida de la terminal Tasqueña del Sistema de Transporte Colectivo Metro. El trayecto fue rápido y placentero, pues viajamos en contra de la mayoría, por lo que tuvimos la oportunidad de recorrer sentados y cómodos desde la estación Chabacano hasta nuestro destino.

En el camino, decidimos reservar en uno de esos hoteles que se encuentran sobre la Costera Miguel Alemán, los cuales cuentan con club de playa, para tener a nuestro alcance un pedacito de mar sin limitaciones. No teníamos la menor intención de salir a rumbear o paseo alguno que exigiera ni un poco de esfuerzo, así que decidimos procurar un plan todo incluido, para desayunar, comer, cenar y beber en el mismo hotel, sin limitaciones.

Adquirimos los boletos para Acapulco en la terminal de autobuses y nos sentamos a esperar 35 minutos, mientras tanto decidimos echar un vistazo en las páginas web de turismo, donde nos redireccionaron a un website de hoteles que nos mostró una buena oferta. Se trataba del Hotel Playa Suites, a donde nos dirigíamos para pasar tres días y dos noches sin que nadie nos molestara.

El camino fue un poco más tardado de lo estimado, aunque de ser honesto, desde que subimos al autobús, el cómodo asiento me abrazó con las manos de Morfeo y caí en un profundo sueño, que según Kary fue tan relajado, que me provocó unos cuantos ronquidos sonoros, aunque afortunadamente nadie los escucho, al menos, nadie reclamó.

Luego de seis horas en la carretera, por fin descendíamos en la terminal. Nosotros decidimos llegar a la que se encuentra a un costado del Parque Papagayo, desde donde abordamos un taxi con destino a nuestro hotel. Eran prácticamente las 2 y media de la tarde y nuestra reserva comenzaba a las 3 en punto, por lo que no tuvimos problema con la lentitud del tráfico acapulqueño que, al avanzar por la Costera Miguel Alemán, se condensaba en diversos puntos, sobre todo en las vueltas a la izquierda y obviamente en los semáforos.

El implacable calor de la costa guerrerense mezclado con la inclemente humedad comenzaba a causar efectos complejos en nuestros cuerpos, ataviados de ropa más o menos ligera, pero poco apta para estos climas tropicales, tan solo los jeans se sentían estorbosos y pesados, incomodando cada movimiento que hacíamos.

El camino sin duda ponía en contexto a nuestros cerebros, que ya sentían la relajación total, aunque necesitábamos llegar a cambiarnos, darnos una ducha y comer, para estar en perfectas condiciones y lo primero ya se cumplía. A las 15:10 horas, llegamos al hotel, donde rápidamente nos confirmaron la reserva y nos dieron acceso a nuestra habitación, para ducharnos y bajar a comer, que mucha falta nos hacía.

La ducha y la comida nos habían devuelto las fuerzas para comenzar a descansar. El sol comenzaba a ocultarse, a bajar al nivel del mar para pronto desaparecer, así que una visita al mar era obligada. Caminamos unos cuantos pasos sobre la playa de arena café tan deliciosa al contacto a estas horas de la tarde y decidimos volver, luego de un rato, para refrescarnos en la piscina del hotel, para brindar con un par de tequilitas, por nuestra escapada de fin de semana de desestrés.

El clima era como lo esperábamos y nos invitaba a probar otro coctel antes de que anocheciera y viniera la hora de la cena. Despedíamos a la tarde costeña sentados en un camastro, al lado de la alberca, pero de frente al mar, viendo al astro rey despedirse de la playa acapulqueña y brindándonos ese hermoso espectáculo que solo se puede ver una vez al día.

Era hora de partir a la habitación, pues debíamos bañarnos para bajar a cenar, aunque después de la cena teníamos un buen rato para charlar, actividad que revitaliza en las condiciones climáticas y de atención en las que nos encontrábamos. Yo con un vasito de cerveza, Kary con un trago de brandy y la música de nuestro celular, en un tono muy bajo que nos permitía escuchar solo a nosotros al maestro cubano Benny Moré y su fabulosa “Cómo fue”, canción que nos trae grandes recuerdos, pues fue la canción que bailamos en nuestra boda.

La luna nos contemplaba, aunque también nos invitó a dormir para comenzar temprano, aunque no tanto, un nuevo día de tranquilidad, que como el anterior, siguió la dinámica de playa, ducha, comida, trago, piscina, alimento, playa, bebida, piscina y habitación… qué otra cosa puede llevarnos al nivel de paz que alcanzamos en Acapulco.

El objetivo del viaje se cumplió, cuando el domingo al mediodía, luego del desayuno y una caminata de despedida por la playa, tomamos el taxi rumbo a la terminal de autobuses de Acapulco para volver a la Ciudad de México.

Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y lo invito a que me siga en las redes sociales a través de Twitter en @Cinematgrafo04, en Facebook con “distraccionuniversitaria” y mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com

Autor

Héctor Trejo
Periodista, escritor y catedrático. Lic. en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM y actualmente maestrante en Comunicación por la UACH.
Titular de columna "Cinematógrafo 04". Imparto Taller de Micrometrajes Documentales, así como el Diplomado en Cine y Cultura Popular Mexicana.
Ganador del premio a la investigación Ana María Agüero Melnyczuk 2016, que otorga la Editorial argentina Limaclara
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