Esta ópera prima del argentino Lucio Castro, diseñador de modas afincado en Nueva York, sorprende porque sobrepasa con creces la fórmula del cine LGTBQ y se convierte en un magnífico drama que se refiere al sexo casual, a la necesidad de amare y a las rutas misteriosas que pueden existir cuando dos personas están destinadas a un amor imposible. Y lo que pudo ser un filme más referido al universo gay, se erige como una película referida al recuerdo de lo que pudo o fue entre dos hombres y se convierte en un magnífico relato que alcanza cuotas de legítima emoción. Una cinta hermosa y necesaria de revisar más de una vez.
DOS HOMBRES, UN REFRIGERADOR CASI VACÍO Y UNA POLERA DE KISS
Primera sorpresa de esta película: se inicia y transcurren doce minutos donde predomina el silencio, no hay diálogos y solo uno de los protagonistas que deambula hasta que llega a una playa, en un día de sol, divisa a un joven y sus miradas se cruzan.
Hay datos importantes en este lapso de silencio: el paseante ocupa un departamento que prácticamente no tiene muebles, donde está presente un refrigerador que solo contiene cuatro cervezas. Este dato no es menor, es clave en la secuencia de cierre de este fascinante filme que, tras las apariencias, esconde una potente historia si no de amor, del recuerdo de un amor que tal vez existió o acaso fue imaginado, lo que nos recuerda otra maravillosa cinta, “En la ciudad de Sylvia”, del español José Luis Guerin.
Segunda sorpresa: el filme pasa del presente al pasado y en un recurso estupendo, el director hace que los protagonistas de ambas épocas sean los mismos, que no haya cambio físico lo que, si bien desconcierta, sirve para darle mayor potencia a la historia real que se cuenta (y que no puede ser revelada). Porque para el realizador, esos hombres solo tienen un presente, todo lo demás se torna difuso y hasta discutible.
Tercera sorpresa: Acá hay que tener cuidado con una polera de Kiss que aparece en cuatro momentos indispensables de este relato, conteniendo en cada uno de esos instantes, una significancia completamente diferente. Esa polera se convierte en un recurso fílmico magnífico para entender en gran medida la clave de la cinta.
En apariencias, “Fin de siglo” trata de una aventura de sexo casual entre dos hombres adultos, uno argentino radicado en Nueva York y uno español que trabaja en Berlín. Ambos coinciden en un verano en Barcelona y en ese contexto se empieza a desarrollar su historia de amor real, evocado o supuesto que nos cuenta con extrema delicadeza su director.
Después de esa primera noche de sexo, nos enteramos que ellos se conocieron hace veinte años y ahí comienza a enmarañarse esta historia, dando paso a una fascinante indagación en el terreno mismo de lo fantástico, regresando veinte años para mostrarnos cómo y por qué se conocieron ambos hombres y se separaron,
Este filme resultó anador como Mejor Película Argentina del último festival Bafici, y de verdad que es un premio tremendamente merecido, sobre todo porque detrás de esas apariencias, hay un trabajo estupendo de cine, de fotografía y de actuaciones, con elementos mínimos, pocos diálogos y muchas pistas y observaciones que cobran tremendos significados cuando se comprenden y se conectan.
“Fin de siglo” comienza en el presente y sin aviso, salta veinte años antes, en las postrimerías del siglo XX. Ese juego con el tiempo, sutil y atrevido a la vez, se revela poco a poco y constituye el meollo de toda la película.
Cuando sucede el salto al pasado (flashback), éste empieza a revelar detalles propios de lo onírico, confundiendo a los espectadores porque el presente se trenza con el pasado y se nos revela la soledad de los personajes como un elemento recurrente. En ese sentido es clave la secuencia con los dos hombres desde una terraza mirando Barcelona y hablando precisamente de la soledad.
Y aquí cobra vital importancia el tema del refrigerador casi vacío: esos dos amantes alguna vez, en un pasado, se conocieron (parece) en Barcelona, se amaron con intensidad (parece) y ambos declararon sus sueños de formar familia y de rodar una película acerca de la finalización del milenio. Y el presente nos revela un departamento turístico vacío, donde existe un refrigerador casi vacío y sobrevuela la duda referente a si esos dos amantes realmente se conocieron, se amaron o se separaron.
De esta manera, la primera película de Lucio Castro se transforma en una historia delicada que indaga en los miedos de cierta juventud -el sida, el sexo casual, aceptar su sexualidad- a la vez que es una emocionante radiografía de la madurez que solo persiste gracias a los recuerdos de lo que (acaso) fue.
De este notable filme han dicho: “El juego parece simple, incluso aburrido e iterativo, pero lo que determina a “Fin de siglo” es la capacidad de relegar el relato a un segundo término. Es fácil definirla como una película de historias conectadas con tres personajes que rompe de forma brusca con el espacio-tiempo, pero el valor de la cinta reside en la creación de una narrativa discursiva lejos de la coherencia fílmica”. (Fuente: Cine en la sombra, Antoni González).
Necesariamente este filme debe verse dos o más veces, para lograr comprender a cabalidad las distintas líneas narrativas o tratar de entender de verdad la coherencia espacio/tiempo que propone el relato. En un resumen muy apresurado, puede decirse que “Fin de siglo” es la historia de dos amantes y un arrepentimiento o bien de cómo el paso del tiempo condiciona la realidad, los recuerdos y las posibilidades, Como sea, es el espectador el llamado a armar este puzle magnífico, evocador y que nos lleva por un emotivo viaje a diferentes épocas en donde lo esencial, de manera clara y definitiva, es invisible para los ojos.
FICHA TÉCNICA
FIN DE SIGLO. Dirección: Lucio Castro. Intérpretes: Juan Barberini, Ramon Pujol, Mía Maestro. Plataforma: Filmin. Género: drama. Argentina, 2019. Duración: 84 minutos. La película puede ser visionada en una copia excelente en el siguiente link: https://ok.ru/video/1545252047489
Autor
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Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación
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