Dicen los que saben que el poder desgasta, pero desgasta más no tenerlo. Aleksandr Lukashenko debe tener esta premisa clarísima, pues lleva 26 años como presidente de Bielorrusia. Pero, vayamos por partes para explicar cómo es que el llamado “ultimo dictador de Europa” se ha perpetuado en el cargo y por qué las manifestaciones en su contra están creciendo.
Bueno, después del colapso la URSS, Bielorrusia se convirtió en un país independiente, pero éste adoptó varios elementos del modelo comunista: por ejemplo, gran parte de la producción está bajo control del Estado, así como los medios de comunicación, la policía secreta aun se llama KGB, y Lukashenko se posicionó como un líder nacionalista defensor de las amenazas externas, a la vieja usanza pues.
Cada 5 años, Lukashenko se fue reeligiendo con victorias de entre el 70% y 80% de la votación, pero desde la primera vez que se postuló para la reelección en el 2001, los opositores han denunciado fraudes. Pero, en esta ocasión, los bielorrusos dijeron “¡Dostatochno!”, o sea, “¡ya basta!, y pasaron del conformismo a demostrar el poder ciudadano en las calles.
Ha habido varias movilizaciones, la última de más de 250,000 personas, que han arrojado más de 7,000 detenidos. Algunos han sido liberados, pero han denunciado actos de tortura mientras estaban bajo arresto. ¡Claro! Eso de los derechos humanos y la tiranía no se llevan, por lo que Svetlana Tikhanovskaya, quien fuera la candidata de la oposición, tuvo que refugiarse en el país vecino de Lituania por amenazas en su contra.
Tikhanovskaya se postuló porque su esposo fue encarcelado por recabar firmas para pedir un proceso electoral limpio, y hoy desde el exilio ha pedido a las fuerzas de seguridad que dejen de seguir “ordenes criminales” y que se sumen a la oposición; además de proponer que se instale una comisión que convoque a una nueva elección. Pero para Don Lukashenko eso es inaceptable porque un dictador sabe que el poder se utiliza para seguirlo teniendo.
Si algo teme un dictador es que su pueblo le pierda el miedo y que lo demuestre públicamente, porque eso incita a más protestas y a ventilar aun más el descontento social. Por ello, típicamente el opresor en vez de conciliar, recurre a métodos más violentos para controlar las marchas, y eso lo pone aun más en evidencia; por lo tanto, instiga a más manifestaciones, y así sucesivamente, acelera su caída.
Esto es lo que llamo la Espiral del Derrocamiento, en la cual Lukashenko está inmerso. Pase lo que pase en Bielorrusia, los ciudadanos ya dieron un paso significativo en su democracia, porque demostraron que ellos pueden ser una lija más poderosa que desgasta a quien no está dispuesto a dejar el poder. ¿Será esta primavera bielorrusa?
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael
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