Son muchas las anécdotas de pensadores y filósofos que se apasionan por nuevos y mejores aires, porque la verdadera reflexión no es estática ni apacible, sino convulsa y dinámica. Pensamos cuando interactuamos, cuando leemos y cuando viajamos. Nos motivamos cambiar de aires para mejorar, nos alentamos, que es dar aliento, porque en el aire está la vida. Federico Nietzsche llegó a concluir que su genio se encontraba en sus fosas nasales y en su perpetua búsqueda por aires cada vez más claros y frescos emprendía largas caminatas.
Sin vientos no hay buenas ideas y son los aires los que nos recuerdan, mueven y empujan lo que buscamos. Respiramos hondo cuando tomamos valor y nos derrotamos cuando lo expelemos. Suspiramos largamente ante el amor y fuertemente por la apatía. Dios no puso amor en la sangre al crear al hombre, puso aliento de vida en su cuerpo.
Me parece justo afirmar que la verdadera desconexión en las ciudades empezó por la imposibilidad de respirar juntos. La rutina, el alejamiento, el temor, la inseguridad, la desigualdad hacen cambiar la respiración. Hemos dejado de pensar en la respiración del otro, en su aliento.
Vivimos en medio de un virus con la capacidad de afectar nuestra respiración, y si no somos sensibles a los cambios de ella, con fatales consecuencias. Pero también esa desconexión por la respiración del otro trae mortandad a cualquier desarrollo social.
COVID19 demostró, entre otras cosas, que el populismo no pudo hacer frente a un problema real, su gran voto popular no fue suficiente. El populismo puede identificarse por sus estilos de comunicación, la estrategia que pesa y funciona con base en la inclusión contra la exclusión. Es decir, el populismo agrupa, incluye a un sector y lo magnifica al mismo tiempo que marca las diferencias con otros grupos. Respira junto y por ellos, dando características propias, atributos bondadosos y al mismo tiempo se critica y enuncian los malvados elementos de otros grupos que al ser excluidos se convierten en enemigos. Otros aires, otra respiración.
Siempre habrá algo que justifique cualquier efecto en un discurso. Para todo hay un culpable.
No solo el virus cambia el aliento, también lo hace el miedo, a todo nos acostumbramos y en México, el paciente México, poco a poco hace su vida con el virus, con sus chistes y con los nuevos enemigos que combinados con el virus lo hacen más letal.
En México siempre hemos tenido la imagen del aguerrido combatiente, el valiente, la revolución mexicana fue una de las más violentas del mundo, su gastronomía y chiles exigen una dosis extraordinaria de valor. Pero sobre esa valentía hemos sido muy pacientes. Pacientes para acostumbrarnos durante años los altos índices de violencia, pacientes para reconocer durante años los estragos evidentes de la corrupción, pacientes durante años para tantas tropelías. Incluso hoy somos pacientes al tratar de defender tantas cosas que estaban mal en el pasado. Hoy sabemos que no somos un buen paciente, los altos números de fatalidades buscan nuevos responsables.
En México esperamos nuevos aires, desde que llegó el viento, buscadores incansables, me parece que ya hemos olvidado incluso lo que buscamos, porque la búsqueda encanta y retiene a quienes la profesan.
Sigamos cultivando el aliento, porque al final la humanidad es un cúmulo de respiros.
Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.
Autor
Otros artículos del mismo autor
- TECNOLOGÍA22 noviembre, 2024Principales Características a Buscar en un Software de Gestión de Riesgos
- EL MUNDO22 noviembre, 2024Cómo Elegir el Mejor Casino en Línea: Lo Que Hace Único a Pin-Up Casino
- EL MUNDO22 noviembre, 2024PlayDoit Casino y su Compromiso con la Seguridad de los Jugadores
- MEXICO22 noviembre, 2024Reseña de la tragaperras «Fortune Dragon» en Bbrbet Casino