El piscador estornuda, y sin pensarlo doy dos o tres pasos atrás. «No pasa nada, luego luego se jaló pa’ tras», me dice. Contesto: «pues del sábado para acá se han muerto cuatro conocidos que dijeron lo mismo». Otro de sus compañeros escucha y comenta «es cabrona la enfermedad esa».
Si en las ciudades encontramos resistencia de las personas a seguir las medidas preventivas, a usar cubrebocas, evitar aglomeraciones y limitar las salidas a cuestiones esenciales, en las comunidades rurales de la Sierra de Arteaga las cosas no son muy diferentes.
Es la temporada de cosecha de manzana, y siguiendo instrucciones de las autoridades en las huertas se aplicaron protocolos de prevención. De los trabajadores algunos cumplen, otros se burlan socarrones del que trae cubrebocas o se lava las manos.
No se puede decir que no están enterados. Todos ven los noticieros de las televisoras y muchos son usuarios de redes sociales; el Ayuntamiento de Arteaga envía carros de perifoneo a los ejidos para informar de la enfermedad y cómo prevenirla, también a través de las estructuras que tienen para distribuir programas sociales hacen llegar el mensaje.
No son comunidades aisladas. Muchas de las familias de la sierra tienen a sus hijos trabajando o estudiando en Saltillo, hay algunos que incluso están en la fase final de carreras como enfermería, que se han dado cuenta de cómo ante la pandemia se les abren oportunidades y llegan ofertas de trabajo pues hay carencia de personal hospitalario.
Aún los que por esa circunstancia conocen lo que se está viviendo en el mundo, despreocupados señalan «no pasa nada».
Un empleado de la Junta de Sanidad Vegetal recorre las huertas colocando trampas para monitorear la presencia de la mosca de la fruta, llega sin cubrebocas, le digo que debe usar uno para poder entrar y le pregunto si no le han dado en su trabajo, «traemos unos personales, pero andando acá al aire libre tiene uno menos riesgo».
Y sí, es lo que afirman los expertos, el riesgo de contagio en actividades al aire libre es menor, el tema es que tenemos que generar una nueva cultura aún en las personas que trabajan en espacios abiertos.
Porque esas personas realizan otras actividades, personales y familiares, y en ellas sí están expuestos al contagio.
Al inicio de la contingencia sanitaria la autoridad municipal de Arteaga fue responsable y firme con los filtros carreteros para limitar las visitas a las comunidades rurales, con el tiempo eso se relajó y ahora cada fin de semana los ejidos son una romería.
Es cierto que la economía de la zona, las familias que viven de vender frutas y conservas, necesitan que haya visitantes para poder generar ingresos y subsistir, pero existen protocolos que muchos de los paseantes y de los lugareños no están observando.
Hasta donde se sabe el contagio no ha llegado a la zona rural, pero no por eso se puede dejar de insistir en la prevención y en generar una cultura, pues hay un riesgo para todos.
Las autoridades municipales tendrían que desplegar a los llamados «guardianes de la salud» en estas comunidades los fines de semana, permitir el comercio y las actividades económicas, pero exigir el uso de cubrebocas y la sana distancia.
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