Hace once años, López Obrador entregó a las puertas de Televisa una carta donde acusaba a Emilio Azcárraga, Roberto Hernández, Germán Larrea, Alberto Bailleres y a otros integrantes del Consejo de Administración de la empresa de ser los responsables directos de la tragedia nacional.
Dijo que se trataba de un grupo que “ha venido acumulando inmensas riquezas al amparo del poder público y a costa del sufrimiento de la mayoría de los mexicanos”. En esa y en otras ocasiones, también criticó a la televisora por imponer a Enrique Peña Nieto en la Presidencia de la República, de atentar contra la libertad y la democracia al pretender destruir su movimiento. De ser una “caja idiota” por trasmitir series “color de rosa” que promueven los lujos y las extravagancias.
Una década después, como cabeza de un gobierno fracasado, López Obrador, al igual que Peña Nieto, Felipe Calderón, Vicente Fox y todos los que se quiera agregar, decide llamar a las televisoras para que lo ayuden a gobernar y evitar el derrumbe de la Cuarta Transformación.
Detrás del acuerdo educativo que firmó en días pasados con los dueños de “la caja idiota” para que se impartan clases a distancia, hay un acuerdo político para que las televisoras ayuden a Morena a no perder las elecciones del próximo año.
Esto significa que, al igual que en el pasado, se tratará de ocultar o matizar desde las pantallas que el régimen se cae a pedazos. Que como bien lo ventiló el secretario de la Semarnat, Víctor Toledo, la mítica Cuarta Transformación no es tan mítica, porque no tiene ni idea de lo que quiere, carece de objetivos claros, está “llena de contradicciones” e inmersa en una “lucha de poder” dentro de un gabinete que, por cierto, no existe.
La presencia de los cuatro ejecutivos de los principales monopolios televisivos del país en Palacio Nacional –y quienes, por cierto, también fueron invitados a Washington– confirma que el país está por entrar a una emergencia económica y social que, con toda seguridad, va a acelerar la impopularidad del presidente y la debacle de su proyecto político.
Prueba de esto, es que el acuerdo educativo fue absolutamente improvisado e inocuo, sin contenidos, visión ni estrategia pedagógica. Peor aún, se trata de un anuncio que ha provocado confusión y angustia en los padres de familia más pobres porque saben que sus hijos no van a aprender.
Se trata de un “plan”, que en lugar de reducir ampliará la desigualdad escolar, que margina al niño indígena, incluso al que vive en las zonas urbanas más deprimidas por no tener televisor y menos acceso a internet.
Pero ahora, los integrantes de “la mafia del poder”, los acusados de ser “alcahuetes” de los presidentes en turno, van a tener que salir también al rescate de este otro mandatario que se ha dedicado a destruir al país, a desmantelar las instituciones y el servicio público, a multiplicar exponencialmente el desempleo, el cierre de empresas y que hoy ya no sabe cómo evitar su muerte.
Así que hoy, al pato Donald, no le queda más que agarrarse de la “caja idiota” para tratar de salvarse. Busca a las televisoras para que, suceda lo que suceda, no dejen de hacer epopeya de su persona y de esa 4T que ya no fue. Y es que el sexenio ya se acabó, aunque lo nieguen.
- La personalidad del pato Donald, el personaje de Walt Disney, es similar a la de López Obrador: autoritario, intransigente, voluble y vengativo.
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