COVID19 ha detonado muchas otras epidemias, que ya padecíamos, nos ha mostrado terribles malestares, virus ideológicos que se esparcen y toman consciencia como el racismo, la desinformación, la manipulación y en si una predilección por lo individual que por lo colectivo.
El renacimiento, durante el siglo XV, estuvo marcado por una pandemia que mostró el pobre lugar que tenía el individuo en su propia escala. Sobrevivían sin tener acceso a algo más que lo que habían heredado. Las universidades, por albergar el pensamiento científico, se erigieron con gran poder, como asesores ante el nuevo mundo.
Hoy nos asombra la similitud, una pandemia ante la cual la Universidad de Oxford toma la delantera en la carrera por la vacuna, en un mundo económicamente agotado donde difícilmente tenemos acceso a algo más que lo heredado, pero no en lo físico, sino en muchos otros verdaderos bienes. El malestar nos ha mostrado como el individuo ya no es suficiente y ahora conviene pensar en lo colectivo.
Para Jung el proceso de la cultura consistía en la progresiva doma de lo animal que hay en el hombre, aunque el progreso científico nos ha maravillado y parece que alcanzaremos una vacuna para el COVID19 en tiempo record, hemos visto que la latente naturaleza gobierna.
El hombre está suspendido entre la consciencia colectiva y la consciencia del yo, pero quizá sea tiempo de disminuirlo. La crisis capitalista ha mostrado que no hay cabida para todos, que lo individual puede conducir al esfuerzo, pero siempre existirá un sector al margen que como comunidad nos haga enfrentar retos imposibles en soledad.
El hombre masa es siempre víctima de algún ismo; fascismo, nazismo, comunismo, capitalismo, liberalismo. La solución no está en pensar en el otro, eso también es individualismo, sino pensar en nosotros, una figura plural que nos incluye por igual.
Los países continúan implementando políticas públicas que pretenden corregir las deficiencias de un modelo económico que por naturaleza genera inequidad, los gobiernos se convierten en eternos jornaleros que van cubriendo los desgastes que adelante se siguen haciendo, y están llegando a límites en la prontitud de su función.
El populismo aumenta, porque tras la derrota de “los otros” siempre surgen las víctimas u oprimidos y los culpables u opresores, pero esa oclocracia, o gobierno de los oprimidos, la historia ha mostrado como degenera y da paso a otros excesos. El cambio debe ser mayor, un segundo renacimiento, como aquel que habiendo nacido lo vuelve a hacer.
El populismo está llenando un vacío que otros regímenes han dejado. No hay respuesta ante la injusticia, la desigualdad y por ende la crueldad. La protesta incluso está llenando los vacíos que se han dejado. Y seguramente no será suficiente, pero en un mundo en que los mercados y las economías ven que pueden soportar que la vida acabe, pero no que se pause y nos debe ocupar guardar silencio para no atemorizar a los mercados con nuestros problemas de humanidad, muchas cosas pueden renacer.
Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.
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