SEMBRANDO ENVIDIA

Uno de los programas insignia del gobierno federal es el de «Sembrando Vida», tendría que cumplir con un doble propósito: plantar en 2020 un millón de árboles y asegurar un ingreso mensual de 4 mil 500 pesos a 400 mil campesinos.

Para este año se le asignó un presupuesto de 28 mil millones de pesos, y al igual que la mayoría de los programas federales, privilegia a los estados del sureste, y aún más se ha comprometido una inversión de cien millones de dólares –más de dos mil millones de pesos– para extenderlo a El Salvador, Guatemala y Honduras.

Llegar a Centroamérica tendría el propósito de contribuir a disminuir la migración. Esto es, seguir ayudando a Estados Unidos a que los migrantes no lleguen a sus ciudades.

No son desconocidas las condiciones de pobreza y marginación que han prevalecido por décadas en el sureste mexicano, sin embargo, la forma en que este gobierno se ha planteado su idea de llevarles justicia, genera para el centro y norte del país una situación desventajosa.

Acá, francamente, se ve con envidia que, a un programa de este tipo, con un cariz claramente asistencialista –tan es así que lo maneja la Secretaría del Bienestar y no la de Desarrollo Rural–, tenga un presupuesto tan generoso, mientras que los programas encaminados a la productividad agropecuaria sufren recortes, y nuevamente privilegian al sureste sin opción de que el norte pueda participar.

Para colmo, ahora que ya se tienen los primeros resultados de la fiscalización al gasto público en 2019 ha trascendido que Sembrando Vida no está funcionando como lo diseñaron y prometieron.

La propia Secretaría del Bienestar ha debido reconocer que más de 26 mil campesinos, el once por ciento de los que fueron sus beneficiarios en 2109, recibieron su «pago» mensual pero no plantaron un solo árbol.

Justifican que no tuvieron los suficientes proveedores para abastecer las necesidades del programa, pero se cuidan bien en decir que su único proveedor de plantas es la Secretaría de la Defensa, que tiene una sólida tradición en la reproducción de diferentes especies vegetales en sus viveros que opera en todo el país, pero no contaba con la capacidad para proveer lo que se tenía proyectado.

Salta a la vista el error de diseño en el programa, como en muchas otras prioridades del gobierno se quieren descansar en el Ejército, sin medir siquiera las capacidades reales.

Y han quedado en evidencia otras cuestiones muy serias, había para 2019 la meta de plantar 575 mil árboles, pero sólo alcanzaron a plantar 80 mil, de los cuales 40 mil murieron. Cabe aclararlo, todo programa de reforestación tiene siempre un gran porcentaje de merma por plantas que no sobreviven.

Lo que también ha salido a relucir en días recientes es que realmente de los 5 mil pesos que se dice irán a cada campesino, les entregan 4 mil 500, y los otros 500 van a una «caja de ahorro» que no se ha dicho ni quien ni cómo la maneja. La prometida transparencia ahí no ha llegado, y andan desaparecidos más de mil 200 millones de pesos que el año pasado se tendrían que haber depositado en ese fondo.

No hay novedad. Esta ha sido la historia con los programas sociales y con los que en el pasado se diseñaron para estimular la producción agrícola y pecuaria. Mal diseñados, operados en forma corrupta, terminan siendo ineficientes.

No se puede decir que esto pase exclusivamente en la cuarta transformación, cualquiera que salga a las comunidades rurales cercanas a Saltillo podrá darse cuenta de las estructuras de invernaderos que llevan años abandonadas; de las parcelas ejidales yermas o convertidas en fraccionamientos campestres, son los testimonios tangibles de lo que históricamente no ha funcionado.

Claro, también hay casos de éxito, y no únicamente entre los productores privados. Existen ejidatarios que, en lo individual, o agrupados de forma responsable, logran producir y lo hacen con calidad.

Y son estos, particulares y ejidatarios, que siguen haciendo un esfuerzo por producir los que ven no solo con envidia, sino hasta enojo, como los programas productivos desaparecen o sufren recortes, y los asistenciales con claro trasfondo político electoral se multiplican.

Esta cuarta transformación está resultando un auténtico ejercicio de gatopardismo, que todo cambie para que todo siga igual.

 

edelapena@infonor.com.mx

Autor

Eduardo De la Peña de León