Semanas atrás, en diferentes foros y tribunas, se repitió un llamado al presidente de México a construir un acuerdo nacional que permitiera en unidad hacer frente a la contingencia sanitaria y sus repercusiones económicas y sociales.
Lo hicieron académicos y líderes sociales, también quienes encabezan los grupos parlamentarios en el Legislativo, de igual manera los dirigentes del sector privado y los gobernadores. Salvo el grupo en el poder, Morena o como se le quiera identificar, no hubo un solo actor relevante en la vida política, económica y social de México que no coincidiera, más que en la necesidad, en la urgencia de construir ese acuerdo.
La mano estaba tendida, las circunstancias apremiaban, y aún con las condiciones dadas, por parte del presidente hubo cerrazón, desdén, agresiones y hasta descalificaciones a quienes, dándole a López Obrador el lugar de liderazgo, planteaban la pertinencia del acuerdo.
Peligraban –y peligran aún– vidas, empleos, empresas y patrimonios, y el acuerdo sería el sustento para estructurar un plan de auxilio y rescate, pero en lugar de acogerlo, el presidente y los de la cuarta transformación apostaron por agudizar las divisiones, por la polarización y el enfrentamiento.
De principio a López Obrador no le gustó lo que llamó «el tonito», luego cuando las cámaras empresariales consiguieron esquemas de financiamiento para el rescate del sector privado les dijo que no trabajaría con sus condiciones.
Ya en ese tenor Morena y sus aliados la emprendieron contra otros actores políticos y llamaron a movilizaciones para frenar a quienes, según su punto de vista, obstaculizan la transformación.
Remató el presidente con su emplazamiento a tomar definiciones, con él o en contra de él.
Como bien se sabe no hubo acuerdo, los estados se han hecho cargo como pueden de la contingencia sanitaria; el sector productivo busca cómo amortiguar el impacto, y el presidente no se cansa de decir que ya pasó lo peor, pero los mexicanos vivimos en total incertidumbre.
Se llegó el momento sin embargo en que Morena necesitó del acuerdo. Urgía aprobar reformas legales imprescindibles para la entrada en vigor del nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, reformas que necesariamente tenían que pasar por el pleno del Legislativo.
Y así, el fin de semana, quienes conforman el bloque de contención en la Comisión Permanente –PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano–, hicieron valer su peso y votaron en contra del periodo extraordinario de sesiones, pues detectaron una trampa en la convocatoria.
Para que pueda abrirse un periodo extraordinario tiene que precisarse en la convocatoria cuál es el propósito, y ahí fue donde Morena quiso mandar un caballo, con dos palabras, pues se citaba para discutir las leyes reglamentarias del T-MEC y reanudar la elección de Consejeros del INE, «entre otros».
Sin el bloque de Contención no había posibilidad de abrir el extraordinario, y la chairiza desde luego abrió fuego contra quienes lo integran, los acusaron de chantajistas y de traicionar a la patria, de oponerse al avance. Ni siquiera repararon en que, con su postura, ellos, los de la 4T, estaban abonando por la más emblemática manifestación del neoliberalismo que dicen aborrecer: el acuerdo comercial con dos naciones capitalistas.
Finalmente se quitó la trampa, se convocó a dos extraordinarios, uno para las reglas T-MEC, ya aprobadas, y otro en curso para la renovación en el INE.
Y ahora sí Morena celebró el acuerdo y hasta lo consideró histórico.
Tendrían que entenderlo, no puede ser de otra forma. La ruta de la confrontación nos llevará al despeñadero, una cosa es la competencia política y otra sembrar discordia social y polarización.
El Profesor Emérito de la UNAM Sergio García Ramírez, con una sólida trayectoria en la academia y el servicio público, escribió para El Universal un magistral artículo abordando la situación en la que está el país.
Lo dirige como una carta al presidente: «con la esperanza de que podrá cambiar el curso que llevamos en la víspera de la tormenta. Las nubes se acumulan».
Se dice preocupado por la discordia que se está sembrando y la cosecha que puede producir. «La historia prueba que estas divisiones engendran tragedias. Todavía podemos evitarlas».
García Ramírez apremia a hacer algo para promover la conciliación de los mexicanos en torno a valores, programas y objetivos que nos unifiquen. «El tiempo avanza de prisa. Se agota. Y la tormenta se acerca», apunta.
Poco habría que agregarle, lo que falta es la voluntad del actor principal.
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