INVIERNO
El colombiano Andrés Caicedo se suicidó a los 25 y David Foster Wallace lo hizo a los 46. Alejo Cortés, uno de los protagonistas de este filme, se quitó la vida a los 34, en su casa, tal como lo había descrito en su segunda novela “Caída Libre”, pocos días antes de la presentación de esta obra. De inmediato la obra se convierte en objeto de culto, en un éxito editorial y en un dramático manual para quienes fueron sus más íntimos por tratar de entender las razones, todas las cuales se encuentran allí, en el libro.
“Invierno”, escrita y dirigida por Alberto Fuguet, es toda una experiencia en varios sentidos. No solo se trata de un filme que forma un tríptico de cinco horas de metraje, sino que además es un nostálgico recorrido por lugares, momentos y personas que conocieron a Alejo Cortés, cada una de las cuales asume un duelo de modo diferente, todas coincidiendo en que el misterio de su muerte los acompañará para siempre.
“Invierno” es una experiencia fílmica digna de ver, compuesta de tres partes que en su conjunto alcanzan las cinco horas de metraje. Ese solo hecho la convierte en un desafío artístico y en una provocación para los espectadores.
Dirigida y escrita por Alberto Fuguet, supera con creces los iniciales hallazgos de su debut en “Se arrienda” (2005) y las obsesiones y derivas de su protagonista en “Velódromo” (2020), compartiendo cierta asordinada nostalgia que era uno de los mayores méritos de “Música campesina” (2013). Su cuarto largometraje es acaso un compendio de sus mayores interrogantes y reúne sus constantes temáticas, sus preguntas sin responder y sobre todo su fascinante indagación en el misterioso lazo de una amistad -la del escritor suicida (Matías Oviedo) con José Quijandría (Pablo Cerda)- que bordea el homoerotismo, aunque ellos nunca fueran amantes.
El filme está construido de tal modo que, a pesar de desaparecer temprana y abruptamente el joven escritor, está siempre presente en las imágenes de una entrevista inédita, en los recuerdos de quienes lo conocieron y sobre todo, en el periplo que emprende José, nombrado heredero y albacea de los derechos de su obra, cuando comienza a indagar dónde, cómo, y por qué su mejor amigo dejó pistas de su muerte en la novela que se ha convertido en clásico instantáneo para toda la generación joven que lo alcanzó a conocer. En esa especie de viaje iniciático, José irá asumiendo la personalidad de Alejo, tomando su nombre, ocupando las habitaciones del hotel que él disfrutaba y seduciendo a Julieta, una extraña mujer que, acaso, fue amante secreta del suicida.
Los primeros minutos de la película dan cuenta de la ansiedad que vive Alejo Cortés, previo al lanzamiento oficial de su segunda obra, situación que se convierte en crisis y lo lleva a tomar la trágica decisión de matarse en su propia casa, antes de lanzar el libro.
A partir de ese hecho trágico, el relato cambia abruptamente, asumiendo el protagonismo un magnífico Pablo Cerda en la piel de José Quijandría, quien comienza a tomar plena conciencia de los límites de su amistad con el escritor y convirtiendo el resto de la historia en una serie de interrogantes sobre su muerte y sobre la pérdida en general, en donde es pieza clave Eleonora (Katherine Salosny), dolida y celosa porque su hermano no le permitió atisbar su dolor y dejó las pertenencias más importantes a quien fuera su mejor amigo.
“Invierno” se privilegia de un estilo sereno en lo narrativo, con una estupenda descripción de los estados anímicos de sus personajes, cada uno de los cuales aporta una pieza a un gran rompecabezas que culminó con el suicidio de Alejo.
Esa serenidad del relato provoca la típica nostalgia que generan los cuentos y las películas hasta ahora conocidas de Fuguet, con excepción de “Cola de Mono” que se inscribe en otras preocupaciones estéticas y temáticas. En esto, es un acierto que Fuguet no muestre la muerte de Alejo y que con una elipsis gigantesca debamos enterarnos y asumir su desaparición para conferir a José, su íntimo amigo, el rumbo del metraje restante.
Como suele ser su estilo, los mejores instantes de “Invierno” suceden en la noche, en un Santiago que parece siempre frío y desierto, donde los personajes pueden estar juntos pero solos, tal como debió llamarse la novela originalmente. Ellos deambulan (ése es el término exacto) por el barrio tradicional de Providencia, dominado por edificios antiguos, muchos locales de café en cada esquina y sitios donde se presentan los artistas emergentes.
La constante de Fuguet está más presente que nunca: sus personajes se buscan a sí mismos, tienen la mayoría de ellos familias ausentes y padres que no los comprendieron mucho y cada uno de ellos trata de crecer y asumir la adultez, aunque no siempre alcanzan a comprender el entorno, las señales y las relaciones que han emprendido o han deshecho.
Puede que resulte cansador o repetitivo esa deriva existencial de los personajes, porque se ha abordado en muchas cintas y porque constituye casi un lugar común de cierta narrativa, pero en “Invierno” alcanza cuotas de emoción y empatía, porque se emplean de manera limpia, sin mayores alardes ni discursos.
El universo de Fuguet es masculino, las mujeres aparecen y rara vez son protagonistas. Acá el eje es José, que ha sido el más cercano de Alejo, a pesar de no saber todos los secretos que éste se llevó a la tumba. Pero ambos fueron íntimos, desarrollaron una típica hermandad masculina que tiene un equivalente inglés más potente y, tal vez, más ambiguo: este filme se puede leer en clave de bromance, unión de las palabras brother y romance, lo que conduce necesariamente a una lectura homoerótica, propia de las necesidades expresivas de Alberto Fuguet.
Hay dos escenas especialmente potentes en este sentido. En la primera de ellas, Eleonora se molesta cuando constata que José anda usando un chaleco de Alejo (“Hueles como él”, le dice) y enseguida le pregunta qué tipo de relación tenía él con su hermano, asumiendo que la respuesta será que eran amantes. Cuando José responde que no lo fueron, la respuesta es rotunda y clave: “Debieron serlo”.
La segunda escena clave ocurre en el hotel, en el que José se ha alojado, imitando lo que siempre hacía Alejo, cuando quería desconectarse de los demás. Allí José se libera, se suelta, se desnuda, baila y sigue paso a paso los rituales de Alejo, incluso asumiendo la misma posición física de Alejo, que quedó retratada en la portada de “Caída libre”, Es esta relación homoerótica que le confiere mayor peso al suicidio y mayor misterio.
No fueron amantes o acaso sí. Tal vez hubo un pacto entre ambos (el psicoanalista de Alejo le dice a la hermana que no puede comentar nada de las razones de Alejo, no puede traicionar su pacto). Quizás ambos estaban destinados el uno para el otro, pero no se dieron cuenta o sí. En esa ambigüedad, el suicidio de Alejo pasa a constituirse en un fascinante acertijo y todo el relato de su amistad se convierte en un acto de sublimación que, desgraciadamente, la película esquiva, pudiendo haber sido la arista más potente de todo el conflicto.
Aunque resulte un elemento extra fílmico, si alguno de los espectadores ha leído con detenimiento las dos últimas obras literarias de Alberto Fuguet –“No ficción” y especialmente “Sudor”- tendrá elementos excelentes para comprender mucho mejor ciertas situaciones, personajes y diálogos, considerando que con ellas el escritor chileno dio cuenta pública de su homosexualidad.
Personajes como Alberto Puga, contrincante literario de Alejo Cortés, o la presencia de Paz, editora del blog Zancadas, adquieren un peso mayor cuando se conocen las coordenadas que tuvieron en la vida del suicida. Esto, sin contar por cierto que todo el mundo artístico y literario (José lo denomina “ese mundillo que me apesta”) es el propio mundo en que se desenvuelve el escritor y director. Esto supone un lastre en “Invierno”, porque hay mucha información respecto del cine, la literatura, la música y la onda artística en general que no siempre aportan al relato, perdiendo a ratos el seductor camino para desentrañar la muerte prematura de Alejo Cortés.
Y el suicidio de Alejo alimenta otras obsesiones, como ocurre con el joven que es capaz de romper su relación amorosa para dedicarse “en cuerpo y alma” a elaborar una tesis de la obra y los supuestos misterios encriptados en la novela del fallecido escritor.
En resumidas cuentas, “Invierno” es una película necesaria de analizar y disfrutar en sus cinco horas, tiempo suficiente para que el espectador entre y se sumerja en el mundo que le propone Fuguet en un relato clásico, transparente y a ratos emocionante. Tan emocionante como la secuencia final (que hemos visto antes desde otro ángulo), cuando Alejo y José se despiden en la noche, en el parque. Porque sabemos que esa despedida es recién el comienzo y como nosotros sabemos lo que vendrá el relato fílmico se abre a insospechadas posibilidades de análisis, dolores e incertezas. Gran filme-
FICHA TÉCNICA:
Título original: INVIERNO. 2015. Chile. Director: Alberto Fuguet. Largometraje de ficción. 281 minutos. Digital, color. Hablada en español. Guion: Alberto Fuguet y René Martín. Elenco: Pablo Cerda (José), Matías Oviedo (Alejo), Katherine Salosny (Eleonora). Casa productora: Cinépata. Producción ejecutiva: Mauricio Varela- Producción: Alberto Fuguet y Silvio Canihuante. Dirección de fotografía: Jorge González Vásquez- Montaje: Sebastián Arriagada. Dirección de arte: Natalia Videla. Sonido: Cristián Mascaró y Romina Núñez. Música: Christian Heyne
Disponible en:
Autor
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Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación
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