Me despido. Mi recomendación: cuidado con los fanáticos
Llevamos algunos años ya escribiendo en este espacio, y toca partir. En el transcurso de este tiempo hemos hablado de temas trascendentales para el país y, por ende, para los mexicanos. Desde aquí hemos hecho un esfuerzo consciente por abordar desde todos los ángulos posibles los diversos desafíos que enfrenta México, tratando de aportar un granito de arena al debate y la vida pública del país.
Ciertamente a partir de la elección de Andrés Manuel López Obrador este espacio se ha enfocado particularmente en su administración. Difícil que fuese de otra manera ante la intensidad de su persona y su capacidad para absorber la vida pública. En este sentido, lo hemos abordado analizando las razones de su ascenso al poder, su forma de hacer política y las políticas públicas que impulsa.
Hablar de su llegada a la presidencia de la República resulta esencial para comprender cuáles fueron los motivos que llevaron a un populista de izquierda a conquistar de manera tan apabullante el poder. Y motivos sobran: el estancamiento de la pobreza, las mejoras mediocres en la desigualdad, el crecimiento de la inseguridad, los continuos escándalos de corrupción, los déficits en servicios públicos, etc. La población mexicana ha sido muy paciente: producto de la democratización, eligió a dos gobiernos panistas para después darle nuevamente el beneficio de la duda al priismo. Y aunque sin duda ha habido avances importantes, también ha habido retrocesos y otros tantos estancamientos. Para muchos mexicanos había llegado la hora de darle el beneficio de la duda a López Obrador, porque la democracia-liberal había prometió mucho más.
Por otra parte, hablar de su persona y sus políticas públicas resulta igualmente esencial para entender hacia dónde nos lleva. Ciertamente hemos sido críticos de su forma de hacer política ante su intolerancia a la crítica, su religiosidad pública, su marcado parroquialismo, su obsesión con el pasado, su acentuado maniqueísmo, etc. Ciertamente hemos sido asimismo críticos de sus políticas públicas ante los retrocesos en materia educativa, la falta de estrategia en materia de seguridad, los subejercicios en materia de salud, la sinrazón en las cancelaciones de obras públicas trascendentales, el dispendio en proyectos caprichosos, y un largo etcétera. En resumidas cuentas: su personalidad autoritaria pone en peligro a nuestra democracia-liberal, y sus políticas públicas ponen en peligro al Estado mexicano. El peor de los mundos.
Las élites mexicanas que se oponen al proyecto lopezobradorista tienen una responsabilidad fundamental en al menos tres sentidos: recordar las causas que llevaron a AMLO al poder, participar más activamente en la vida pública del país y no caer en el juego de la súper-polarización. El péndulo se encuentra ahora en un extremo y surgirá la tentación de llevarlo hacia el otro cuando el desafío se encuentra en retornarlo a su justa medianía. Porque en una democracia-liberal el grito de guerra es el grito de los fanáticos, un grito jamás justificable. Ahí, todos perdemos.
Me retiro por cuestiones laborales, pero espero regresar en un futuro. Confieso que siempre goce de la más absoluta libertad para publicar mis pareceres e ideas en este espacio. Y por ello, mi agradecimiento con El Heraldo de Saltillo, así como con los lectores que se dieron el tiempo de leer las palabras y pensar las ideas aquí escritas. Por el momento me despido, no con un adiós sino con un hasta después, deseándoles lo mejor.
www.plaza-civica.com @FernandoNGE
Autor
- Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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