En términos generales las autoridades locales han llevado un adecuado manejo de la contingencia sanitaria con medidas oportunas que han logrado no se llegue a la saturación hospitalaria, que sería el peor escenario que se nos pudiera presentar, como el que se vivió dramáticamente en países europeos hace algunas semanas donde ante la falta de camas y ventiladores para respiración asistida se tenía que decidir entre dos pacientes a cuál por tener una mayor expectativa de vida había que intentar salvar y a cuál dejar sin atención por tener mayor riesgo de muerte.
Sin duda que aún tenemos el riesgo de llegar a una situación así, pero que el avance del contagio haya sido gradual ha permitido que se vaya habilitando infraestructura adicional y con ello se multiplica la capacidad de atención de los hospitales.
Con las medidas preventivas y las campañas de concientización se ha logrado además que los grupos vulnerables se mantengan en confinamiento con lo que representan la menor proporción en los casos de contagio.
En Coahuila de los casos confirmados como positivos a coronavirus, menos del trece por ciento son pacientes mayores de sesenta años, el mayor número de casos se da en personas de entre treinta y sesenta años, y eso también significa que la mayoría de quienes se contagian no requieren hospitalización.
Las semanas que siguen no serán menos complicadas a las anteriores, al contrario, demandan de mucha sensibilidad para ir llevando un equilibrio por regiones en el avance de las fases de reactivación, que no puede ser tan acelerado como muchos quisieran, pues al relajar la prevención obviamente crecen los casos.
La reanudación de actividades se ha dado bajo diferentes premisas, dos fundamentalmente, que hay las condiciones sanitarias para hacerlo en un escenario de riesgo controlado, y que la situación de la economía así lo exige.
Sin embargo se han venido postergando las actividades recreativas, pues el esparcimiento queda desde luego por debajo de la salud y la productividad en la escala de prioridades, eso tiene una lógica y un peso indiscutible, pero va siendo tiempo que los sectores involucrados vean los caminos para una reanudación también de lo recreativo o pronto estaremos ante problemas sociales de otra índole.
No es sencillo, pero las autoridades tienen que ir analizándolo pues se van acumulando factores que le meten más presión al asunto, en principio están por cumplirse tres meses de confinamiento; a eso agreguemos que estamos ya en días de temperaturas más altas, y adicionalmente está concluyendo el ciclo escolar, lo que deja más tiempo libre a niños y adolescentes.
Deberían privilegiarse desde luego las actividades al aire libre, pues la experiencia internacional ha mostrado que el mayor riesgo de contagio es en espacios confinados, donde hay un contacto prolongado y escasa o nula renovación de aire.
Si tenemos ya abiertos los restaurantes, aún con protocolos preventivos, habría que diseñar bajo que normas pueden operar otros lugares de esparcimiento, pues aunque hay una gran verdad en que primero está la salud que la diversión, también es cierto que la actividad física y la recreación son elementos para el desarrollo integral, y aún con todas las prohibiciones y advertencias la población busca salir y distraerse, romper el encierro y cambiar la rutina.
La autoridad ha sido cauta, pero ya el fin de semana se comenzó a ver en parajes de la sierra de Arteaga, a orillas de las carreteras que conducen a los cañones, a familias buscando espacios sombreados para improvisar un día de campo.
En Saltillo, familias que acudieron al Cañón de San Lorenzo y encontraron el portón cerrado –pues únicamente lo están abriendo cuando alguien hace reservaciones con Profauna para visitarlo– no se regresaron a su casa, buscaron otros sitios de Zapalinamé en dónde pasear.
Es algo difícil de detener, así va a ir ocurriendo, cada familia irá midiendo sus riesgos personales y buscando alternativas, pero la autoridad tiene que hacer un esfuerzo para que ese proceso no se de en forma desordenada.
Es muy diferente que las actividades deportivas y recreativas se realicen en espacios donde la autoridad puede establecer protocolos preventivos y una supervisión, a que cada quien lo haga donde va encontrando o queriendo.
Si una persona o una pareja salen a correr a la calle en lugar de hacerlo en un parque, no implica mayor problema, pero si una familia va de día de campo a un paraje carretero o busca alguna brecha de la sierra, entonces se está exponiendo también a otros riesgos y los genera para la comunidad o el entorno.
Con toda seguridad la gente conforme avance el verano va a seguir saliendo el fin de semana, y la solución no es restringir la movilidad carretera pues entonces van a optar por lo clandestino y eso es peor.
Quizá la opción sea ver cómo sí pueden abrir espacios donde haya ese esparcimiento de manera controlada, y pueden ser los parques e incluso los balnearios particulares, con protocolos estrictos y limitaciones claras de aforo, pero eso tal vez sea mejor a que empecemos a ver de nuevo a los que se van furtivamente al arroyo en Los Chorros para buscar refrescarse, o a los que se adentran en Zapalinamé y se pierden o provocan un incendio.
Sería importante valorar, medir, planear cómo, pues se va llegando el momento en que esa también será una necesidad apremiante de la población.
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