Los graves disturbios americanos, y del mundo, muestran una sociedad que no se satisface con los recursos económicos, Vemos y sentimos que el bienestar es lejano a la prosperidad. Estos movimientos, que darán mucho más que hacer, han mostrado que el COVID puede esperar y que en los tiempos de hartazgo no se dicta ninguna regla.
En México las protestas también continúan, pero no por acciones aisladas sino por vacíos que tienden a llenarse. Insisto que, aunque vanguardista por su rutina, ha fallado la estrategia de comunicación del presidente López Obrador, ha construido sin preparar para lo construido y es importante saber que una ley sin relación produce rebelión. Muchas buenas acciones han causado protestas y miedos que cada vez se ven más continuos.
El centro de la política transformacional de la 4T mexicana, que ha atropellado muchos aciertos y ponderado muchos errores, está en el bienestar, una traducción de un concepto ancestral relacionado con la felicidad. Como una política pública se ha transformado un anhelo en un concepto.
Ser feliz se está convirtiendo en el nuevo modelo de equidad, en un mundo cansado que no brinda recursos a todos, con un modelo económico incapaz de incorporar a otros iguales en su propio desarrollo y una ambición desmedida.
Desde el Himalaya, el rey Jigme Singye Wangchuck de Bután, acuñó el término Índice de Felicidad Nacional Bruta (IFNB) para medir la “experiencia subjetiva de bienestar” y darle una mayor relevancia que al Producto Interno Bruto (PIB), esto en 1972.
Hoy Bután cuenta con un ministerio de la Felicidad y sus políticas encuentran eco en otros países, alertando que el bienestar constituye algo más que un ingreso. Nueva Zelanda, mediante su ministra Jacinta Ardern, ha dejado el crecimiento de la economía como una prioridad de su gobierno, para ahora centrarse en la felicidad. Su gobierno ha establecido entre sus objetivos específicos: Mejorar la salud mental y florecer en una era digital. Han concluido que el crecimiento económico, basado en indicadores como el PIB, no se traduce en auténtica prosperidad y felicidad.
En una sociedad débil hemos dejado los límites para más tarde y en su ausencia hemos entregado la salud, las emociones, las aspiraciones y los sueños. La felicidad se está convirtiendo en un objetivo de estado, y aunque en nuestro país lo vemos como poca cosa, es importante ser sensibles a los cambios. En 1980 el mundo debatía si el futuro sería de economías abiertas o economías cerradas, México eligió la economía cerrado aplicando duras cargas a la importación, otros países que optaron por economías abiertas duplicaron sus indicadores económicos. En 1994 el mundo nuevamente decidió si el futuro sería de economías de manufactura o de conocimiento, como país elegimos la economía de manufactura, después aprendimos que el crecimiento estaba en el conocimiento. Parece que hoy se presenta la elección entre una economía basada en el crecimiento o una economía centrada en el bienestar. ¿qué hemos de elegir?
El cambio y la decisión debe imperar siempre en la relación y en la comunicación. Una regla sin relación produce rebelión bajo un modelo que antes era equitativo por su esfuerzo y ahora será equitativo por su naturaleza.
Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.
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