Ciudad de México.-En semanas recientes niños de algunos países de Europa y Estados Unidos han presentado síntomas de una nueva enfermedad inflamatoria relacionada con el COVID-19. Si bien los síntomas son fáciles de detectar puede dañar el corazón y otros órganos, provoca cuidados intensivos.
De acuerdo con Sarbelio Moreno Espinosa, jefe del departamento de Infectología del Hospital Infantil de México, al Síndrome Inflamatorio Pediátrico Multisistema (PMIS, por su sigla en inglés) se le ha adjudicado infecciones que coinciden con diferentes virus, lo que hace suponer un enlace con el COVID-19.
UNAM Global publicó que esta suposición se debe a que la gran mayoría de niños con este síndrome dieron positivo a la prueba de COVID o presentaron anticuerpos que sugieren que estuvieron expuestos al virus en algún momento. No obstante, las causas pueden ser múltiples.
La sospecha de que el síndrome pudiera ser una respuesta inmunitaria exagerada ante alguna exposición de COVID radica en que el órgano blanco (el órgano de choque), es el endotelio vascular, el del vaso sanguíneo en sí.
“Más que ser una respuesta inflamatoria exagerada es una respuesta inflamatoria que toma como blanco o como órgano de choque a los vasos sanguíneos, porque no tenemos artritis, no tenemos cerebritis, que son otras manifestaciones inflamatorias que se presentan en otras enfermedades inmunológicas, y como las arterias las tenemos en todo el cuerpo, pues las manifestaciones van a ser muy vastas”.
En este sentido, Moreno Espinosa advirtió, en entrevista con Primer Movimiento de Radio UNAM, que las manifestaciones de esta nueva enfermedad se llevan a cabo en todo el cuerpo: fiebre superior a los 38 grados centígrados, dolor muscular y abdominal, urticaria, ojos enrojecidos, pies y manos inflamados, llagas en la lengua y labios agrietados son algunos de los síntomas que, también, presenta la enfermedad de Kawasaki.
Sin embargo, en el síndrome la ubicación de los ganglios inflamados es exclusivamente cervical y la información cardiaca es diferente. Además de que el síndrome se puede presentar en toda la edad pediátrica, mientras que en la enfermedad de Kawasaki se da en niños más pequeños.
El infectólogo del Hospital Infantil mexicano sostuvo que, hasta la fecha, ningún médico tiene la certeza que este síndrome actual sea lo mismo que Kawasaki, a pesar de que ambas condiciones son marcadas por una inflamación generalizada.
“En el síndrome multisistémico, en general son todas las arterias coronarias, mientras que en el corazón, el tipo de deformidad es con característica de una aneurisma. El dolor abdominal agudo con frecuencia presenta un choque tóxico, o sea, va a haber una salida de los vasos sanguíneos a nivel de las extremidades y en general de todo el cuerpo hacia el espacio extravascular”.
Es decir, esta respuesta inmunitaria podría afectar a otros órganos, de ahí las manifestaciones que se dan a nivel cutáneo, cardiaco y hasta renales, pues se circunscriben a los vasos sanguíneos.
Para fortuna de los mexicanos, en nuestro país no se ha detectado ningún caso de este síndrome del cual la mayoría de los niños se recupera por completo, lo que no exime de acudir al pediatra en caso de detectar en los niños algunos de los síntomas anteriormente expuestos.
Pero, si aún no se ha identificado ninguna condición o historial médico que ponga a los infantes en riesgo de contraer el síndrome -salvo por la exposición al coronavirus-, respecto a la COVID-19, ¿existe alguna comorbilidad en niños que esté relacionada con ella? La respuesta es no.
A decir de Sarbelio Moreno, los riesgos que pudieran existir tienen que ver con la cantidad de receptores que existan de la enzima convertidora de angiotensina. Mientras que en los adultos es más amplia -y a mayor edad tenemos más receptores-, en los niños hay menos receptores. Por tanto, el ser obeso o hipertenso, tener diabetes o alguna enfermedad renal o hepática hacen al adulto más susceptible, lo cual no ocurre en el niño.
Sin embargo, el nivel de infección que un infante pudiera hacer del COVID-19 es diferente al de la influenza, por ejemplo. En la influenza, el niño es un expansor de la enfermedad. “Por eso hay una estrategia de vacunar a los escolares, porque tienen un alto índice de contacto social: la prima embarazada, el abuelo, el pariente con leucemia, es decir, expande la enfermedad a todos lados”.
Entre más pequeño es el niño, más débil es como difusor del coronavirus, pues las cargas virales a las que está expuesto son bajas. “No es lo mismo el trabajador de salud que está expuesto en gran cantidad a los virus, que un niño que está encerrado, que el único requisito para que tenga COVID es que sus papás se lo hayan contagiado”.
El ser asintomático convierte a cualquier persona en un arma peligrosa. Independientemente de la edad que se tenga, si la persona con la que se va a tener contacto es susceptible, la probabilidad de contraer coronavirus es muy alta. (UNAM GLOBAL)
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