Está de vuelta
El expresidente Felipe Calderón Hinojosa está de vuelta, inevitablemente recordando la máxima marxista de “la historia se repite, primero como tragedia, después como farsa”. Porque tragedia la hubo en una medida importante ante la inseguridad comenzada en su sexenio, y farsa la habrá porque este nuevo capítulo calderonista tiene mucho de vergonzoso. El expresidente regresa rompiendo una importante regla no-escrita, cargando pesados lastres políticos y aguijoneando la latente súper-polarización política.
Desde el comienzo del régimen autoritario priista la regla de oro de la política mexicana consistía en que todo aquel presidente que salía del poder efectivamente se iba. Esa regla no-escrita existe igualmente en muchas democracias-liberales avanzadas, y con sentido: la intromisión de expresidentes necesariamente saboteará al gobierno en turno, exacerbando así las disputas políticas. Sin embargo, Felipe Calderón no solamente la ha violentado con su activa participación en redes sociales sino más aún con su entrada de lleno en la política nacional ante el intento de fundación de un partido político denominado “México Libre”, esto a pesar de haber militado por 38 años en el panismo, haber sido su presidente nacional y llegado bajo sus siglas a la presidencia de la República. Pero Calderón no solo rompe con una regla de oro e injustificadamente le da la espalda a su partido, sino que todo ello lo hace con severos lastres en su espalda.
Ciertamente no todo fue negativo durante el sexenio calderonista: la reforma en materia de justicia penal, la creación de la Policía Federal, la ampliación del Seguro Popular, la reforma política y el correcto manejo de la crisis económica de 2008 y la pandemia de 2009 son solo algunos puntos positivos. Empero, la llamada “guerra contra el narcotráfico” representó un error descomunal que con justa razón ha opacado el resto de su gobierno. El aumento exacerbado en los delitos más dañinos como el homicidio, el secuestro y la extorsión sucedieron con motivo de dicha “guerra”, justificándola mediante dos razones: el apoderamiento del crimen organizado de franjas del territorio y el gobierno, y el aumento en el uso de estupefacientes. Sin embargo, el uso de drogas en el país es mínimo y no se observa una recuperación territorial, surgiendo entonces la pregunta: ¿era un encuentro frontal y militarizado contra el crimen organizado, con las altísimas tasas de violencia desatadas, la mejor manera de recuperar al Estado? Ciertamente no. Más aún, esta historia ha tomado vuelcos deplorables con el destino de dos personajes centrales en ella: Eduardo Medina Mora, quien salió de la Suprema Corte ante señalamientos de cuentas bancarias abultadas, y Genaro García Luna, quien espera juicio preso en Estados Unidos por supuestos sobornos del crimen organizado. El expresidente tiene como mínimo una responsabilidad política, y en cualquier país desarrollado esto hubiese representado un escándalo mayúsculo. Pero en México funda un partido político, lo cual no augura buenos tiempos para la política nacional.
Calderón y AMLO tienen una larga historia de rivalidad política. Ya sea por la creencia del segundo de haberle sido robada la presidencia en 2006 o la lamentable frase del primero al haber ganado las elecciones de “haiga sido como haiga sido”, una nueva disputa entre ambos solo augura una mayor polarización social. Ciertamente Calderón huele una oportunidad en el resquebrajamiento de los partidos políticos tradicionales y los vacíos existentes en la oposición política, fundando por ello un partido con caras viejas pero siglas nuevas. No obstante, cabe destacar que dividirá el voto de la oposición y, más aún, de la derecha, beneficiando indirectamente y en alguna medida al movimiento morenista.
Los expresidentes se retiran de la política nacional para no exacerbar los ánimos políticos, pero no Calderón. El arresto de un ex-zar de seguridad por colusión con el crimen organizado sería un golpe fatal para cualquier expresiente, pero no para Calderón. Los ex-jefes de Estado escriben libros para dejar testimonio de su gobierno, pero Calderón escribe uno para promover a su persona y partido. “Inescrupuloso, mezquino, desleal”: así describe Carlos Castillo Peraza, el último gran ideólogo del panismo, a Felipe Calderón en una plática con Julio Scherer García.. Y el tiempo parece, como en otras tantas cosas, darle la razón.
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