AVISO DE CURVA

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Crisis, deuda y crecimiento en Coahuila 

Hace algunos años tuve la oportunidad de presenciar un breve, pero interesante debate, entre quien hoy es un ex gobernador de Coahuila y un estudiante de economía. El tema que se discutía tenía que ver con los efectos económicos de la deuda pública en los estados.

Gobernaba en Coahuila un economista, Enrique Martínez y Martínez. En aquellos años la deuda pública estatal no era un tema escabroso o significativo como lo es ahora. La economía del estado crecía, además gozaba de finanzas públicas sanas. Los compromisos crediticios eran mínimos, representaban apenas el 0.1% del PIB de la entidad.

En neoliberalismo estaba en pleno apogeo en México. Las recetas de los organismos financieros internacionales se aplicaban a detalle y con rigor. En ese contexto, los más progresistas consideraban un “crimen” presumir finanzas públicas equilibradas, siendo que la pobreza y la desigualdad iban en aumento. Este tema provocó que la discusión se calentara.

Quien primero tomó la palabra fue el hoy ex gobernador, en aquellos momentos tenía un cargo como funcionario estatal.  Se decantó a favor de la contratación de deuda pública. Argumentó que el dinero presente se convertiría en un instrumento para promover el crecimiento y el desarrollo del estado. Habló incluso de impulsar programas sociales con los recursos que se tomarán en préstamo de los bancos. Llegó a afirmar que “Es mejor el efectivo ahora, que las participaciones federales de mañana”.

Enfrente se encontraba un aguerrido estudiante de economía. Recuerdo haber escuchado que provenía del centro del país. Con voz firme y un tanto engreída esgrimió sus argumentos. Supongo que, al no ser de Coahuila, jamás imaginó que en pocos años su oponente se convertiría en gobernador, y que haría de la deuda pública su epopeya.

Tal vez hostigado por las ideas neoliberales que, como dije, imponían las políticas económicas de aquellos años, junto a los dictados de sus maestros que repetían una y otra vez que la deuda pública podría traer efectos perniciosos para la economía, el joven estudiante lanzó a su antagonista un “está usted equivocado”. Su lógica era simple y terminante, aunque poco popular entre quienes nos encontrábamos presenciando la discusión. El tiempo le daría la razón.

Cuando el estudiante observó la mirada inquisitoria de la mayoría de los allí presentes, moderó su voz y en tono académico explicó: “En este momento, no tiene sentido contratar deuda y comprometer las participaciones federales de los años por venir. Con la deuda se podrían aliviar algunas de las carencias de la gente, pero a la larga el estado acabará trabajando para los bancos y el pago de los intereses terminará sofocando a las finanzas”. El futuro economista, remató diciendo: “Lo mejor sería realizar un esfuerzo para reasignar el gasto corriente hacia la inversión y el desarrollo, y dejar el endeudamiento para el momento cuando verdaderamente se necesite”.

Al paso de los años, cobra importancia la historia que te he contado. Adquiere vigencia el debate entre los partidarios y opositores del endeudamiento como instrumento para promover el crecimiento. Sobre todo, cuando, a decir de los analistas y los indicadores de producción y empleo, Coahuila se prepara para ingresar a una significativa crisis económica. Hay quienes afirman que incrementar el gasto público vía deuda, es la mejor manera de contrarrestar los efectos de la caída en la actividad productiva.

Sólo por curiosidad, hagamos un viaje en el tiempo y situémonos en 2010 y 2011, años en los que se disparó la deuda de Coahuila, alcanzando un 2.2% del PIB estatal. Más allá de los excesos y la forma desastrosa en que se adquirió la deuda, en aquel momento se presentó un singular efecto: Coahuila alcanzó tasas de crecimiento históricas, del 14.4% y 8.9%, respectivamente, convirtiéndose en el estado del país que más creció en esos años.

Poca gente se ha percatado que la deuda de esos años sirvió para impulsar la actividad productiva del estado, ya que, en 2009, el PIB sufrió la más grande caída que se recuerde, desplomándose en un -12.8%. Si bien no está demostrado que el endeudamiento tenga como efecto estimular el crecimiento, lo cierto es que en 2010 y 2011, se presentó esa afortunada coincidencia, contrarrestándose los efectos de la crisis de 2009.

Desafortunadamente, fueron tales los excesos y el desaseo con los que se adquirió la deuda en esos años que, en 2020, resulta impensable poner a consideración del Congreso del Estado un mayor endeudamiento para promover el crecimiento, como sucedió en 2010 y 2011. El costo financiero y político de nuevos créditos, aun sabiendo que es lo que Coahuila necesita frente a la crisis, seria enorme y letal para la actual administración.

Siendo la economía de Coahuila una de las más sensibles frente a las crisis, resulta lamentable que los excesos de una administración hayan sepultado la posibilidad de discutir en el presente las bondades de un endeudamiento moderado para rescatar el empleo e impulsar el crecimiento del estado.

Si tan solo el hoy ex gobernador hubiera puesto mayor atención a las palabras del estudiante de economía, el estado de Coahuila presumiría hoy de finanzas sanas, con la capacidad de endeudarse para soportar la crisis que viene.

 

olveraruben@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

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El Heraldo de Saltillo
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