DE SOLDADOS A POLICÍAS: LOS RIESGOS DE LA MILITARIZACIÓN DE AMLO

 

Las Fuerzas Armadas de México nacieron para un propósito específico: proteger la soberanía e integridad del Estado mexicano. La chamba de los militares no es combatir al crimen. Hay una diferencia sustancial entre la seguridad nacional y la seguridad pública.

Por eso las estrategias que involucran a los militares en la lucha contra la delincuencia común y organizada, han sido criticadas, especialmente por el entonces López Obrador candidato, quien en campaña prometía una estrategia diferente: un modelo de pacificación social que incluía el regresar a los militares a los cuarteles, para nunca más vivir la guerra de Calderón contra el narco, o eventos como Tlatlaya.

Pero siendo gobierno, se animó a crear una fuerza de orden público militarizada: la famosa Guardia Nacional. Y ahora que le ha subido el agua al cuello con el problema de la inseguridad, de un plumazo firma un decreto para meter de lleno a las Fuerzas Armadas para complementar a la Guardia Nacional, en tareas que van desde detener a migrantes, hasta ejercer funciones de policía ministerial y guardias aduanales.

Ninguna de esas funciones se aproxima a los tres planes de defensa contenidos en la doctrina militar de México: el Plan DN-I que se refiere a las operaciones para repeler a un enemigo extranjero; el Plan DN-II que está orientado a combatir movimientos insurgentes; y el plan DN-III, que como ya sabemos, actúa en defensa de la población ante desastres naturales. Ir más allá de estas funciones expone a los elementos a ser blancos de actos de corrupción, a la población a violaciones de derechos humanos, y al Estado a ser vulnerado en la su línea de defensa más importante. Pero no se preocupen, esto es temporal.  Solamente, por cinco años, tiempo en el que se supone que la Guardia Nacional ya estará bien organizada.

El sistema político mexicano tiene reglas no escritas que incluyen la relación del poder civil con los militares. Los soldados reconocen al Presidente como su Comandante en Jefe, pero éste respeta su esfera de acción, la cual está lejos de ser policías. Ya sabemos el efecto que tiene la militarización de la seguridad. Por eso llama la atención que López Obrador hoy está haciendo lo que tanto criticó de los gobiernos neoliberales.

Pero más allá de la maroma, lo que debe preocupar es que con los militares en las calles, la subordinación evidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos al poder Ejecutivo, la denostación de los medios que cuestionan a la 4T, y las muestras diarias de populismo, nos estamos encarrilando rumbo a un estado autoritario en el que todo proceso dependerá del peso del garrote y la voluntad de un hombre. Por el bien de México, que no sea así.

 

 

 

Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael.

 

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El Heraldo de Saltillo
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