Tengo muchos bonitos recuerdos de mi tío Álvaro Ayup Sifuentes. Una gran persona que se preocupaba y ocupaba de sus coterráneos. Era común que médicos especialistas me preguntaran si tenía
parentezco con él. Varios me dijeron que fue su maestro en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Coahuila Unidad Torreón. Otros se acordaban de él como alcalde de nuestro Matamoros, Coahuila.
Lo recuerdo desde mi niñez conviviendo con mi papá Jaime y el resto de sus hermanos. Daba gusto verlos tan unidos, siempre sonriendo y haciendo bromas. Viajaban con cierta frecuencia, regresaban más felices y con más anecdotas divertidas que contaban una y otra vez. Le decíamos Barucho, o el doctor Barucho. Fue el único de los Ayup Sifuentes que obtuvo un título universitario, se graduó como médico general y partero.
Visité muchas veces su consultorio, en la Calle Alatorre en el mero centro de Matamoros. Atendía a todo el pueblo y por supuesto a la familia. Cada vez que iba, observaba con atención una pintura colgada en una de las paredes de la sala de espera. Mostraba a mi tío como un médico joven, de cuerpo entero con una paciente entre su brazo, arrebatándosela a la propia muerte. Creo que desde niña me pregunté cuántas veces se enfrentaría a esa situación. Y también cuántas veces lo hizo como presidente para impedir injusticias.
Mi mamá me llevaba para que me atendiera y después yo llevaba a mi hija Jimena a consulta. Tenía especial conexión con ella. Desde que era pequeñita le hacía bromas, le regalaba golosinas y le daba su domingo. Jimena me decía desde entonces que su tío Barucho era muy parecido a su abuelito Jaime: que hablaban igual, estaban altos, flaquitos, se vestían muy parecidos y hasta usaban el mismo estilo de boinas.
El doctor visitó por muchos años a mis papás en su tienda de Matamoros y coincidía con mi tío Agustín Silveti, convivían sin prisas, dueños de su tiempo. Desde el pasado domingo 19 ya está abrazando a mi papá, a mis tíos y a sus papás. Hasta siempre, Baruchito, gracias por tu legado y permanecer a través de mi querida prima Tabata.
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