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Si el miedo se observara, no solo a través de los comportamientos, tendría entre sus características una alta virulencia. Por cierto, esta palabra que designa el carácter patogénico y nocivo de un microrganismo, viene del latín “virulentus” que significa: lleno de veneno.
El miedo es tan contagioso y aunque es un excelente mecanismo para resguardar la integridad también paraliza. Parece que la reacción del miedo surge desde el instinto y previene de peligros existentes o inexistentes. La preocupación, como propagación del miedo, se centra en el pensamiento que nos lleva a tener una duda que tratamos como un peligro. Por eso la enunciación de nuestras preocupaciones siempre comienza con un: “¿y si…?”.
Ismael Serrano escribió una canción llamada: el virus del miedo, entre sus estrofas canta: Por miedo a sentir miedo / Fue a la cama, / Como una oruga se escondió / Y envuelto entre las mantas / Se durmió, / Hizo humo el sueño / Y se olvidó del mundo / Por miedo a despertar. / Aún sigue dormido. / Pasaron los inviernos / Y aún sigue escondido, / Esperando que tu abrazo / Le inocule la vacuna / Y elimine el virus del miedo / Y su locura.
El miedo no siempre paraliza, también impulsa, en 923, un terremoto devastó grandes partes de Tokio. Surgió el virus del miedo que se esparcía en rumores, que tenían eco en los medios de comunicación, y acusaban a los coreanos de planear una violenta rebelión para aprovechar el desastre. Autonombrados héroes nacionales, armados con espadas y lanzas de bambú, atacaron a todo aquel que pareciera coreano. El resultado fue más de 6 mil personas fueron asesinadas.
El miedo proyecta enemigos, porque los vacíos tienden a llenarse, y se ve como culpables, por miedo, a migrantes, extranjeros, países y sectores, ante un virus que continua su natural avance. Un virus nuevo que se pasea como la gripe española que mermó Europa entre 1918 y 1920 con más de 40 millones de víctimas o la peste de Atenas del siglo V, la peste negra de 1384. Ahora sabemos más, la esperanza se ve más cerca, pero somos débiles y seguimos pensando misteriosamente en esa inmunidad subjetiva que nos hace “creer” que no nos va a pasar.
El miedo se controla con conocimiento, aunque el conocimiento puede provenir de la ciencia y su antecedente empírico, también puede provenir del pensamiento mágico. El uso de amuletos y símbolos mágicos, aunque calma también engaña. Si bien necesitamos calma y seguridad, también debemos avanzar a que la calma y la seguridad provengan de la disciplina y no de la pasión. La fe es buena y le da al hombre fuerza para avanzar, es combustible para cuando las cosas van mal, pero esa misma fe bien conducida inspira al hombre a crear, a cuidarse y a actuar. La misma Biblia, como una norma de fe, establece en sus libros, como el levítico, una serie de normas higiénicas para prevenir enfermedades entre el pueblo de Israel.
Tengamos cuidado en no llevar la calma y tranquilidad a la osadía y desinterés, en perdernos buscando paz ante la posibilidad de actuar.
Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a sus órdenes.
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