Para estos momentos todos somos expertos en el coronavirus.
Y qué bueno, porque el peor virus es la desinformación y la peor enfermedad, el miedo.
En 72 días la Organización Mundial de la Salud (OMS) pasó de hablar de una pulmonía en Wuhan, China, a declararla pandemia; palabra que viene de dos términos griegos pan todo y demo pueblo.
Y su director Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró estar “profundamente preocupado por los niveles alarmantes de propagación y severidad” y los “alarmantes niveles de inacción” de varios gobiernos y desaconseja el cierre de fronteras.
Los expertos coinciden en que no haber actuado a tiempo, permitió la extensión de la infección y advierten que lo mejor para combatirlo, es la detección temprana de los casos a través de pruebas y más pruebas, el aislamiento de los infectados, el distanciamiento social, lavado frecuente de manos y colocación de desinfectantes.
Califican en los peores lugares por su tardanza en responder al virus, a China, Irán, Italia y Estados Unidos; y en el mejor, a Corea del Sur.
En China el primer caso fue reportado a la OMS una semana después de que el médico Li Wenliang, alertara a colegas y alumnos sobre su peligrosidad y que funcionarios locales lo obligaran a retractarse, insistiendo que la enfermedad era “tratable” y estaba controlada.
Y la ciudad de Wuhan con 11 millones de habitantes, celebró el Año Nuevo Lunar con un banquete al que asistieron 40 mil familias, llevando más de 13 mil platos con comida casera, buscando un récord mundial.
Días después, las autoridades chinas informaban que el “poco peligroso” virus, era grave; los 11 millones de habitantes de Wuhan, fueron aislados y Wenliang murió contagiado; pero lo hecho posteriormente, logró parar el virus en China.
En Irán, las autoridades religiosas se han negado a cerrar mezquitas y lugares sagrados.
En Italia, las explicaciones sobre los contagios llevan a San Marco in Lamis; comunidad de 14 mil personas, donde falleció un hombre que había infectado a su esposa e hija, quienes en el funeral entraron en contacto con 70 familiares y amigos, contagiando a algunos; y como había viajado a Lombardía, el número creció y ahora la falta de camas en Bérgamo ha obligado a los médicos a tener que elegir, a quién dejan morir.
En EU, Trump perdió 22 días negando la gravedad de la situación.
En cambio, Corea del Sur ha logrado contener el virus informando a la población, rastreando a los contagiados, exhortando a quedarse en casa, aunque no se esté enfermo y realizando 10 mil pruebas diarias..
Y mientras otros países toman medidas, nosotros somos suertudos al tener un presidente adivino que se dedica a besar y abrazar “pronosticando”, irresponsablemente porque tenemos decenas de infectados, que “la pandemia nada nos hará.”
Ahí sí que por favor Dios le oiga, porque con el estado en que tiene al sector salud y la falta de agua que sufren muchos compatriotas, sería catastrófico que se extendiera.
Y quien lo haya oído en sus mañaneras, habrá advertido que ha perdido cordura; y su subsecretario de Salud, ha decepcionado al decir que el presidente no contagia «porque tiene fuerza moral…”
A eso hemos llegado.
Las leyes de cuarentena, del italiano “quaranta giorni”, surgieron en Venecia en 1370 por la peste bubónica; se calculaba que en ese lapso las epidemias se extinguían.
Pese a que su eficacia nunca fue evaluada, Europa las reforzó años después con “cordones sanitarios” de guardias armados; y en el siglo XIX, muchas ciudades tenían “lazaretos”, para aislar enfermos que rara vez eran atendidos.
Y en Estados Unidos, se utilizaron para apartar personas consideradas “indeseables”, como pobres, judíos y chinos.
Quien sabe que vaya a opinarse en el futuro, sobre las cuarentenas del coronavirus; pero la OMS recomienda que no se apliquen restricciones de viaje y comercio, por ser ineficaz, distraer recursos, interrumpir ayuda, afectar negocios y tener efectos sociales y económicos negativos.
Y algunos investigadores sostienen ya, que agravan la escasez de recursos médicos y aumentan el riesgo, al mezclar sanos y contagiados.
Howard Markel Profesor de la Universidad de Míchigan y autor de “Quarantine!” y “When Germs Travel” explicó en el New York Times, que las cuarentenas molestan a la población que siente lesionados sus derechos y a eso pudo deberse, el contagio en China “unos escaparon de Wuhan… otros hicieron trampa, tomando remedios para reducir su temperatura, pasar controles y viajar a otros países…”
Y Matt Apuzzo, Motoko Rich y David Yaffe-Bellany atribuyen la extensión del virus, a errores de la tripulación en la desinfección del Diamond Princess; y de las autoridades japonesas, al impedir el desembarco.
Y otros cruceros, como el Silver Explorer navegando por Chile, se han convertido en laboratorios de contagio.
El virus ha tirado bolsas, cerrado fronteras y comercios, cancelado vuelos, llenado camas de hospitales, suspendido espectáculos, paralizado campañas políticas, enriquecido farmacias, devaluado monedas y afectado la economía del orbe.
Pero también ha propiciado hermosos actos de solidaridad del personal de salud arriesgando sus vidas, instituciones y empresas que han puesto sus acervos a disposición de todos, y de italianos cantando desde sus balcones para darse ánimos y agradecer a médicos y enfermeras.
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