Ante el miedo el silencio cala, porque los vacíos, incluyendo la ausencia del sonido, tienden a llenarse, y en un mundo tan alarmado buscamos y esperamos reacciones con el mismo ímpetu que nuestros miedos. Parafraseando al Quijote; en un golfo de confusiones, navegamos entre lo que expresamos y entre lo que callamos. Incluso me parece que las protestas surgen no como eco de una voz, sino como respuesta a un silencio. Importa más lo que no se dice que lo que se dice. Porque ya no vivimos buscando comunicación, vivimos buscando conexión.
La situación actual del coronavirus en el mundo constituye una alarma sanitaria que pone en jaque cualquier sistema de salud. Los grandes esfuerzos que han realizado países como China y sobre todo Corea del Sur han demostrado la utilidad de la disciplina, planeación y acción, y también una realidad, el ingenio humano, su tecnología se impone sobre la naturaleza y las amenazas se crecen o disminuyen ante la acción, no ante el abandono.
Una nota humorística e irónica, producto de un medio ficticio advertía que si todo el mundo muriera a causa de una pandemia podría tener efectos negativos sobre la economía y se pudiera sentir tal impacto en los diferentes indicadores económicos. Es cierto que tanto la salud como la enfermedad son partes del ciclo económico y los efectos de una parálisis mundial, regional o nacional son altos y negativos, también implican un reajuste en muchos factores que potencian el desarrollo económico. Pero como todo, ante ello el silencio cala y no deja ver rumbo.
El presidente López Obrador ha sido muy cauto y parco en sus comentarios sobre el virus y ha alegado un control que es evidentemente imposible, ante la cultura mexicana. Y ante ese silencio, no como tema, sino como acción, no se muestra un país preparado o serio ante tal amenaza, si bien no debe cundir el pánico no debe reinar la peligrosa serenidad pues la preocupación se controla con la ocupación.
el miedo hace política y también con el miedo se puede gobernar, aunque no estamos acostumbrados a ese tipo de política, diversos elementos aterradores nos han hecho tomar decisiones políticas; las continuas crisis económicos, la corrupción y la crisis de inseguridad y aumento de la violencia. Quizá el hartazgo al que le hemos adjudicado varios triunfos políticos, como el 2000 y el 2018 no sea tal, sino miedo.
Pero en términos sanitarios, no estamos preparados. Hemos batallado en alcanzar la accesibilidad al sector de la salud, pero también en implantar hábitos que coadyuven a una buena salud. Los niveles de hacinamiento, higiene propia y alimenticia e incluso nuestra cultura enfocada en la cercanía nos hacen prever un riesgo en la lucha contra el famoso virus. Y recordemos que la crisis se observa directamente en la capacidad que tiene un país para atender a tantos enfermos simultáneamente. Hoy el mundo tose y en sus tosidos se aleja, la globalidad se enferma y volvemos al origen, a casa, a lo propio ¿Cuánto aprenderemos de ello?
Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a sus órdenes.
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