El día que las mujeres pararon México
El domingo 8 de marzo las calles del mundo se pintaron de morado. Millones de mujeres se unieron al grito de igualdad, justicia y un alto a la violencia de género.
Desde bebés en carriolas empujadas por sus madres hasta ancianas en sillas de ruedas: la marcha por el Día Internacional de la Mujer nos dejó imágenes para la posteridad.
España, Francia, Egipto, Chile y Argentina fueron algunos de los países que paralizaron las avenidas de sus ciudades más importantes, y México, por supuesto, no fue la excepción.
El Centro Histórico de la CDMX colapsó durante casi todo el domingo. La fuerza de los pasos logró hacer retumbar los suelos, aunque no así la empatía de muchos, quienes siguieron reprobando el actuar de muchas protagonistas que, lejos de respetar los monumentos –como les había solicitado el presidente de la República, que por cierto, no quedó muy bien parado después de sus declaraciones- se lanzaron contra las vallas –metálicas y humanas- y lograron hacer pintas en estatuas y edificios.
La discrepancia ideológica alcanzó a varias iglesias, que también sufrieron los estragos de la ira y el hartazgo de las mujeres que diariamente son violentadas y que se topan con la ineficiencia de las autoridades, que de alguna manera permiten que los criminales operen al amparo de la impunidad.
“Esas no son las formas”, siguen opinando hombres y mujeres que no comulgan con las marchas feministas, declaraciones a las que se sumó AMLO y que, sin duda, afectarán negativamente su índice de aprobación. “Ni machista ni feminista, soy humanista”, había declarado días antes el presidente de izquierda que decepcionó a más de uno, y que se ganó pancartas como la siguiente: “Si te importa más tu pin*#$ avión, vuélale a la ver&%? cabr*#”.
mayoría de las ciudades del país se inundaron de pañoletas moradas y verdes, y de consignas y cantos contra el patriarcado opresor, y de llanto y abrazos por las que ya no están y por las que están esperando.
“Cantamos sin miedo pedimos justicia, gritamos por cada desaparecida. Que retumbe fuerte ‘nos queremos vivas’, que caiga con fuerza el feminicida”, dio la letra de la “Canción sin miedo”, poderoso himno de lucha escrito por Vivir Quintana, cantautora originaria de nuestro estado de Coahuila.
Y al otro día, silencio absoluto.
El Paro Nacional de Mujeres convocado para el 9 de Marzo tuvo una gran repercusión en todos los sectores de la población. A falta de maestras, que representan el 90% de la planta laboral, la Secretaría de Educación ordenó la suspensión de clases en preescolar, primaria y secundaria. En varias universidades hicieron el ejercicio de poner en los pupitres vacíos la foto de sus compañeras, simulando su desaparición forzada, como sucede todos los días con cientos de mujeres que no regresan a las aulas. En el radio sólo se escucharon las voces masculinas y en los noticieros, la ausencia femenina fue notoria.
Las calles de Saltillo lucieron casi vacías, pero a diferencia de un día de asueto, la melancolía se sentía en el ambiente: imaginar una sociedad sin ellas nos puso a varios a reflexionar. ¿Qué pasaría si la esposa no vuelve a casa? ¿Qué sería si la hija, la hermana, la madre se ausenta de repente y para siempre? He de confesar que sentí enorme tristeza por quienes viven esa realidad, por quienes tienen que buscar a sus seres queridos en morgues y fosas, por aquellos a quienes la violencia familiar les arrebató a una de sus mujeres, por los que siguen buscando justicia para poder, por lo menos, tener la conciencia de que el agresor no volverá a hacer lo mismo con ninguna más.
El lunes las mujeres nos recordaron lo indispensables que son, no sólo para la economía y el orden social, sino para el completo funcionamiento de nuestra vida. Y no porque hagan cosas que los hombres no sepamos hacer, más bien, porque hacen que todo adquiera sentido: el de complementarnos y hacer un buen equipo.
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