Opiniones divididas genera esta nueva adaptación de la clásica novela de Jack London que nos devuelve a un veterano Harrison Ford en plan de aventurero en tierras indómitas. Si bien se trata de un filme familiar fiel a la fórmula Disney, pierde fuerza e intensidad por el abuso de los efectos digitales y por una historia que, casi siempre, huele a rancia.
El incombustible héroe de “Blade Runner”, “Indiana Jones” o “La Guerra de las Galaxias” -solo por nombrar algunos de sus personajes más icónicos en la pantalla grande-, regresa en la más reciente adaptación del texto clásico de Jack London “El llamado de la selva”, la conmovedora historia de un perro que recupera sus instintos salvajes cuando lo roban y lo venden en plena fiebre del oro, en el siglo XIX.
Con dirección de Chris Sanders, antes responsable de “Lilo & Stich” y “Cómo entrenar a tu dragón”, las principales quejas de los espectadores y críticos apuntan a que han creado una versión excesivamente fotorrealista y su poco apego al texto original, cambiando elementos como ocurre con la inclusión del personaje al que da vida Harrison Ford.
Esto implica que Sanders, obediente seguramente a los deseos de los productores, ha dejado de lado su estilo propio y se ha sometido a los efectos digitales, realizando una desvaída adaptación de un relato potente.
La película cuenta la historia de Buck, un perro San Bernardo tranquilo y hogareño, cuya existencia se transforma por completo cuando su dueño se muda de California a los exóticos parajes de Alaska, en plena época de la denominada fiebre del oro, a fines del siglo XIX. Novato en un grupo de perros tiradores de trineos, llegará a convertirse en el líder natural de ese conjunto de canes, aprendiendo a redescubrir el valor de su instinto y logrando ser su propio amo.
Literariamente, la obra de Jack London es un típico texto juvenil, plagado de referencias al descubrimiento del poder vital que posee cada uno y que ha de aparecer en momentos clave de la existencia. No obstante, en esta adaptación al cine el director ha suavizado pasajes de extrema crueldad, en especial de ésas que suelen impresionar a los niños o molestar a quienes defienden los derechos de los animales. Adaptada por el guionista Michael Green, es evidente que su deseo (o la orden que recibió) fue contar una historia familiar, de aquellas que sirven para entretener tanto a los niños como a los adultos.
Si bien hay momentos de gran belleza en el aprovechamiento de los escenarios naturales, la película cojea cuando se introducen demasiados y muy evidentes efectos digitales, generando una mezcla extraña en su estilo visual, rompiendo el realismo y exagerando el empleo, a estas alturas casi inevitable, de efectos especiales y sonoros.
Así, la principal debilidad de este filme radica en su adaptación de la obra literaria, porque en lo esencial, ha desaparecido su conflicto central, es decir, el contraste entre la naturaleza de los hombres y el descubrimiento que tiene el perro sobre sí mismo, toda una alegoría sobre la resiliencia que en este caso se ha diluido en el exceso de efectos digitales que, algunos, han calificado como aberrantes.
Si bien puede ser entretenida como película para público infantil, los adultos pueden disfrutar de un viaje conmovedor, narrado por Harrison Ford en su rol más conmovedor desde muchos años en la pantalla grande, aunque sientan con legítima razón que algo se perdió en el camino, esto es, la médula de una novela formidable sobre crecimiento y aprendizaje.
De este modo, el cuento de redención y supervivencia literario, ha quedado como una cinta que no resulta relevante y que si bien conmueve y entretiene, apenas finalizada se pierde entre otras muchas películas que tienen perros auténticos, algo que se echa de menos en este caso durante todo su metraje, incluso se transforma en un producto algo cursi, anticuado, plagado de buenas intenciones que no se condicen con la esencia que el libro destilaba.
Tal vez allí radica el gran problema: al destilarse el sentido original de su historia, quitándole la crueldad inherente al paisaje, conductas y momento histórico, “El llamado salvaje” quedó reducida a un híbrido que por una parte entretiene y por otra se pierde como una simple película infantil.
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