EL PODEROSO QUE FRACASÓ

En la saga Orkneyinga, o saga de los orcadenses, se relata la historia de las islas orcadas, ubicadas al norte de Escocia. Narra épicas batallas y el fervor vikingo en tiempos lejanos, pero también cercanos, porque en historias y en relatos siempre nos parecemos. Entre esas historias se cuenta un singular episodio que me permito citar.

Sigurd el poderoso fue un caudillo vikingo que gobernó entre el 872 y el 892. Hombre recio y valiente, famoso por su fiereza y crueldad en batalla. Este gobernante retó a Mael Brigte de Moray, quien era llamado “dientes salidos”, no sé si a su gusto a su pesar, pero si unos podían llamarse poderosos a él le resultaba mejor ser “dientes salidos”. La batalla se realizaría con 40 guerreros de cada bando, liderados por sus jefes, Sigurd, el poderoso y Mael dientes salidos. Sigurd incumplió las normas y llegó al terreno de batalla con 80 guerreros, el doble que lo acordado.

Sigurd ganó el combate y no tardó mucho en levantar la cabeza decapitada de Mael, a su regreso decidió llevar la cabeza de su fracasado rival junto a su montura, para su suerte durante la cabalgata de regreso, con el movimiento propio del caballo y la soberbia pose del ganador con la cabeza colgante del perdedor, los dientes salidos de Mael le rozaron tanto su pierna que le provocaron una pequeña herida, a las dos semanas el poderoso Sigurd moría de sepsis. Infectado mortalmente por esa pequeña herida causada por su rival ya derrotado.

El fatal destino de quien venciendo abusó de su conquista recuerda que quien vence a cualquier rival comienza su lucha contra la soberbia. Esta historia no es lejana a muchas otras en que ha sido el orgullo quien acaba por vencer al ganador.

Morena, ya no como movimiento sino como partido, debe ser sensible al voto que conquistó, debe alimentar con razones las emociones que genera, porque puede infectarse de su propia victoria. La finalidad y justificación de la existencia de un partido político no solo es mantener un estandarte ideológico que lo caracteriza y lo vuelve una opción diversa, sino también ser escuela y capacitador para que quienes ostenten un cargo público lo hagan con el apoyo de la experiencia, técnica y ciencia y no solo desde la corazonada. No se aprecia esa madurez institucional aún.

Para nadie es oculto que hay muchos que esperan el fracaso del actual régimen, aun a pesar de llevarse a México entre sus deseos, pero eso se vence sin soberbia, instar al odio es como levantar la cabeza de la corrupción y andarla cargando sabiendo que puede infectar. Porque el combate a la corrupción no puede ser discurso ni deseo, debe ser razón, plan y acción. Seguir viviendo del triunfo parece ensoberbecer y ocultar los retos y dilemas del presente. A final de cuentas el vacío siempre tiende a llenarse y si no hay razones de algo se llenará, si no hay plan alguien lo hará y si no hay decisión alguien la tomará. Si no se capacita alguien más capacitará y enseñará, A Sigurd el poderoso lo venció su propia victoria.

Yo soy Héctor Gil Müller, y estoy a tus órdenes.

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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