Los estadunidenses emboscaron a un grupo de habitantes de Agua Nueva en una cueva, donde se resguardaban huyendo del eventual enfrentamiento entre México y Estados Unidos
Fue en 1847, un grupo de rebeldes militares estadunidenses emboscaron a alrededor de 30 habitantes de la Hacienda de Agua Nueva, Saltillo, cuando éstos habían huido de sus casas para resguardarse del eventual enfrentamiento entre México y Estados Unidos.
Los estadunidenses cayeron de sorpresa a la cueva en la que los saltillenses se refugiaban, y –pese a que los de Agua Nueva pedían perdón- asesinaron, sin piedad alguna, a mujeres, hombres y niños, arrancándoles la cabellera a algunos de ellos.
A ese lamentable episodio, que no siempre se aborda en la historia mexicana, se le conoce como la “Masacre de la cueva de la Catana”.
La Catana es una montaña ubicada al sur de San Juan de la Vaquería, en Saltillo, cuya cumbre alcanza más de 3 mil metros sobre el nivel del mar.
Todo comenzó en diciembre de 1846, cuando las tropas de Estados Unidos arribaron a Saltillo, y comenzaron entonces a hacer labores de exploración hacia el sur, en las haciendas de Agua Nueva y San Juan de la Vaquería, y el Valle de Derramadero.
Según el historiador saltillenses, Carlos Recio Dávila, en la navidad de 1846 un grupo de jóvenes soldados de Arkansas agredieron a mujeres de Agua Nueva –aunque se desconoce si verbal o físicamente-, posteriormente, los jóvenes de aquella hacienda saltillense toman venganza por mano propia, asesinando a un soldado estadunidense, a quien lazaron y arrastraron, dejando su cuerpo sobre una cactácea llamada ‘cabeza de obispo’.
“Los americanos, cuando encuentran el cuerpo juran vengarse”, señala el historiador.
Los norteamericanos lo cumplen, pues días antes de llevarse a cabo la conocida Batalla de La Angostura, los soldados extranjeros dan con una cueva, en la montaña conocida como de la Catana, donde se resguardaban habitantes de Agua Nueva, temiendo que el enfrentamiento de los dirigidos por el presidente Santa Anna se suscitara en donde vivían.
Al tenerlos allí, los estadunidenses se ensañaron y –cegados por la sed de venganza- mataron a alrededor de 30 saltillenses, entre adultos, jóvenes y niños.
“Subieron a la sierra y mataron entre 26 y 30 personas que estaban indefensos allí, incluso a algunos de ellos les arrancaron el cuero cabelludo. Los mexicanos les imploraban perdón, pero pues ellos (los norteamericanos) estaban muy furiosos”, señala Carlos Recio.
Periódicos como el Daily Nacional Intelligencer de Washington y el Little Rock Democrat dieron a conocer la lamentable noticia:
“Una horrible Masacre: una carta escrita por un oficial de la Compañía del Capitán Pike, explica que el cuerpo de un soldado de la Compañía del Capitán Danley, fue encontrado colgado con un lazo alrededor de su cuello. Algunos de sus camaradas lo habían estado buscando durante dos o tres días. Cerca del sitio donde lo encontraron localizaron una cueva y dentro de ella a más de cien peones, quienes, estaban seguros, eran los asesinos de su compañero. Furiosos por la muerte de su amigo, cometida a sangre fría y sin motivo, en un momento de excitación, el grupo se lanzó sobre los miserables cobardes y asesinaron como a veintisiete o treinta de ellos, e hicieron prisioneros a los demás, a quienes llevaron a su campamento. Los autores fueron soldados voluntarios y el acto fue severamente censurado por el General Taylor quien los amenazó con enviarlos a Camargo y ocuparlos en la carga y descarga de los barcos de vapor”, señala el texto.
Por su parte, el parte oficial del Ministerio de Guerra y Marina dio cuenta del ‘asesinato que perpetraron los invasores en veintiséis individuos de las familias de Agua Nueva, que se habían refugiado al ojo de agua de Catana’.
“Muy pronto se tomará satisfacción de los atentados que han cometido esos hombres, que son la afrenta de la civilización y especie humana”, indica el parte firmado por el propio Antonio López de Santa Anna.
Este triste hecho histórico fue plasmado en una acuarela por el soldado estadunidense y pintor Samuel Chamberlain, y la imagen se encuentra en el San Jacinto Museum History, en ella aparecen militares americanos quitando la cabellera a civiles saltillenses aún con vida.
El hecho también se relata en el libro del mismo Chamberlain, llamado “Mi confesión”.
“En el suelo de roca ardía un fuego que proyectaba su luz trémula y exigua sobre el lúgubre escenario: cerca de treinta mexicanos yacían masacrados en el piso; la mayoría había sido escalpada. En las grietas, los charcos de sangre se coagulaban. Un olor nauseabundo invadía el lugar”.
Otro libro, titulado Ecos de la guerra entre México y los Estados Unidos relata el suceso: “Entre noviembre de 1846 y febrero de 1847 las fuerzas norteamericanas se estacionaron en los alrededores de Saltillo. Entre los soldados y la población civil surgieron conflictos que ocasionaron grandes tragedias. El 10 de febrero, cerca de Agua Nueva, ocurrió la matanza más cruel: un grupo de voluntarios de Arkansas, llamados los Saqueadores (Racksackers), encontró a decenas de civiles escondidos en una cueva. Empezaron a matarlos haciéndoles escalpes, es decir, arrancándoles la cabellera con todo y piel”.
Fue finalmente el regimiento de Illinois quienes detuvieron aquella matanza al llegar a la cueva de la Catana, y el propio general Zachary Taylor, quien estaba al frente de aquella misión (y a la postre presidente de Estados Unidos) juró castigar a los culpables de aquel dantesco episodio enviándolos a Camargo a trabajar en la carga, sin embargo –señala el historiador Carlos Recio- esto nunca sucedió, pues aquellos hombres tuvieron que participar en la Batalla de la Angostura.
“Definitivamente esos crímenes cometidos en la guerra no resultan perdonados, pero se puede exigir que acepten esa falta, aunque por lo general no se acepta. La guerra entre México y Estados Unidos por mucho tiempo fue soterrada, tanto en México como en Estados Unidos”, dice el historiador saltillense.
“Un país que ha construido su grandeza sobre crímenes contra la humanidad y el despojo, pues difícilmente va a aceptar su culpa y mejor crean una historia idealizada, donde el héroe es el vaquero y el invasor es el indígena, cuando fue totalmente al revés”, agrega. (JOSÉ TORRES)
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Reportero Multimedia. Periodista de barrio y contador de historias apasionantes.
Premio Nacional de Comunicación "José Pagés Llergo" 2017.
Premio Estatal de Periodismo 2015, 2016, 2017 y 2018.
Premio de Periodismo Cultural UAdeC 2016, 2018, 2021 y 2023.
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